Por Alejandro Olmos Gaona
Hace ya muchos años un querido y recordado amigo me hablaba de las causas “secretas” de los conflictos, aquellas que no se explicitan, las que no dejan rastros en los archivos, aquellas que por su naturaleza se deben mantener en el más impenetrable de los misterios, prefiriéndose siempre mostrar visiones patrióticamente edulcoradas, donde siempre el agresor es el otro, y donde se multiplican las justificaciones creando una versión oficial que coincidirá en líneas generales con los documentos que después queden depositados en los archivos.(1)
En el caso de la guerra del Paraguay, cabría con más propiedad referirse a propósitos y decisiones secretas que fueron pacientemente instrumentadas por el imperio del Brasil, contando como avanzada con la revolución florista en el Uruguay y luego con la inestimable colaboración del general Mitre y de sus hombres más cercanos para quien la alianza que se instrumentó era la única posible y “sería fecunda en bienes para los aliados y para la república uruguaya”
Esa política brasileña no era para nada nueva y si bien tuvo numerosas alternativas, el obtener el dominio de la cuenca del Plata fue el objetivo que tuvo el imperio desde siempre y marcó una política agresiva, que con alternativas distintas se mantuvo invariable durante años para conseguirlo. La historia nos muestra que las relaciones que tuvimos con el Paraguay fueron muy diferentes a las mantenidas siempre con el imperio, ya que era un país hermano, con el que hasta principios del siglo XIX habíamos sido una sola entidad política; al que nos unían tradiciones, cultura, idioma, religión y hasta poderosos vínculos familiares. Por el contrario, el imperio del Brasil, había representado desde la época colonial al enemigo concreto, al que habíamos enfrentado y derrotado en acciones militares. Como fiel heredero de la vieja tradición colonialista de Portugal había hostigado permanentemente a los estados del Virreinato del Río de la Plata, saqueado las misiones jesuíticas y planificado extenderse territorialmente. Los conflictos con el Brasil venían de lejos y lo que ocurriría con el Paraguay, no sería sino la continuidad de la política imperial, que a través de hábiles gestiones diplomáticas, la entrega de ingentes sumas de dinero, además de condecoraciones y otros “honores” terminaría por convencer a los porteños y a sus aliados para llevar la guerra a la nación guaraní.
Todo fue producto de un meditado plan que como señala Moniz Bandeira respondió a “una política colonial e imperialista vis-a-vis de los países de la cuenca del Plata, contando con la organización, la ideología la experiencia y la tradición de dominio del viejo Estado portugués. Como cualquier potencia de la época, recurrió a las operaciones diplomáticas militares y financieras, a fin de asegurar la consecución de sus propios objetivos económicos y políticos…trató de consumar esos objetivos imponiendo su voluntad a los demás países de la cuenca del Plata.” (2)
La Triple Alianza, no puede entenderse si no se indaga con rigurosidad en todo lo sucedido en la región del Plata entre 1863 y principios de 1865, como tampoco se la podrá comprender, si no se tiene en cuenta esa idea secular del imperio de las fronteras en movimiento que se extendían a toda la región platina. Esos proyectos pueden rastrearse desde los comienzos en que los bandeirantes asolaron las misiones y todo lo negociado después con España para quedarse con la mayor cantidad de territorio posible. El Paraguay siempre estuvo en la mira del Imperio, y solo las diferencias políticas, y de oportunidad fueron postergando el viejo proyecto.
En 1856 cuando llegó a Paraná la misión del Vizconde de Abaeté, quien negoció un Tratado de Amistad y Cooperación con la Confederación Argentina se celebró un pacto secreto por medio del cual el Imperio del Brasil auxiliaría a la Confederación a reincorporar el Estado de Buenos Aires, recibiendo como contrapartida, su ayuda para “subyugar al Paraguay” quien era un obstáculo insalvable para los planes de dominar todo el Río de la Plata. Además de los objetivos territoriales existían cuestiones relacionadas con el comercio que perjudicaban a la economía del Imperio y que Andrés Lamas le había señalado al citado Abaeté: “El Paraguay tiene todos los productos del Brasil y los tiene de calidad superior. Esta superioridad existe en la yerba mate, el tabaco, las maderas. Mañana existirá en el azúcar, porque la caña se produce maravillosamente en el Paraguay y porque, al ser allí una industria montada de modo novedoso, no estará sujeta a la rutina y a los vicios que actualmente perjudican a esos ramos de la producción brasileña” (3) Lamas le habló claro sobre las desventajas que tendría para el Brasil la creciente producción paraguaya y este fue un elemento más para tener en cuenta en los planes que se irían a desarrollar.
Aún cuando a través de múltiples evidencias podrían observarse los pasos que condujeron a la guerra del Paraguay, la historiografía argentina y brasileña, enfatizó la única responsabilidad del Mariscal Francisco Solano López en el conflicto, motivado por nunca probados propósitos expansionistas y por ciertas características reprobables de su personalidad. En los últimos cincuenta años algunos no demasiado puntuales enfoques revisionistas, dieron una visión distinta del problema, planteando una discutible participación de Inglaterra en los orígenes de la guerra. Recientemente nuevos aportes han vuelto a recrear las viejas y venerables versiones donde el mariscal López fue el artífice de la guerra, el que generara el “casus belli”; el que motivado por ambiciones de protagonismo, llevara a cuatro naciones a un enfrentamiento de consecuencias trágicas. (4)
Desde las feroces invectivas lanzadas por Cecilio Báez hace más de un siglo, hasta las delirantes fantasías de ciertos apologistas del “socialismo” de López puede encontrarse una variada y singular producción historiográfica para todos los gustos, donde con propósito abogadil se han intentado demostrar diversas teorías antes que explicar los hechos con rigurosidad y donde los juicios vertidos arrojan una contundencia que no guarda relación con las fuentes que les sirven de sustento. A pesar de los años transcurridos la guerra de la Triple Alianza, sigue dando que hablar, y las explicaciones avanzan siempre en rumbos parecidos con excepciones muy notorias. (5) Curiosamente se ha pasado de versiones revisionistas donde los ditirambos a Solano López resultaban habituales, a convertirlo nuevamente en el gran responsable, con imputaciones de una superficialidad que asombra, echando sobre su imagen una serie de argumentos ad-hominem que muestran una versión caricaturesca de su personalidad, diferenciándola notablemente de la que se da a otros participantes en el conflicto.
Sobre Mitre, Flores, Pedro II, Elizalde, Saraiva, y todos los que intervinieron de una u otra manera en los prolegómenos de la guerra y participaron después, solo se efectúan consideraciones de orden político, mientras que sobre el gobernante paraguayo llueven una singular serie de calificativos: megalómano, extraviado, feroz, inepto, incompetente, delirante, imprudente, etc. etc. etc. mostrando una vez más que no se intenta hacer historia en serio sino dar versiones que respondan a preconceptos muy elaborados donde las actitudes adoptadas por Brasil y la Argentina, fueron las únicas posibles y razonables, y las pretensiones de López, solo producto de una irreal percepción del papel que debía desempeñar su país en el Río de la Plata. A pesar de la situación que los llevó a enfrentarse, el Gral. Mitre no cayó en juicios tan temerarios y superficiales, y tuvo una visión muy ponderada del gobernante paraguayo.
En la nota que se publica en estas páginas he tratado de resumir hasta donde me fue posible, algunos capítulos de un libro casi terminado sobre los orígenes de de la triple alianza, donde muestro un aspecto no transitado con rigor por la historiografía, y es el que se refiere específicamente a la neutralidad sostenida por el gobierno de Mitre en el conflicto que enfrentara al Uruguay con Brasil, y posteriormente a la guerra entre este último con el Paraguay. Los autores que se atrevieron con notable solvencia a mostrar aspectos de la parcialidad argentina en la revolución que Venancio Flores llevara al Uruguay, la circunscribieron exclusivamente a la figura de algunos de los hombres que integraban el gabinete de Mitre, como Elizalde y el Gral. Gelly y Obes, pero ante la figura del Presidente, no se animaron a ir más allá, y trataron de crear una especie de salvaguardas sobre su actuación (6)
En una publicación anterior, siguiendo lo escrito por Tjarks, creí solamente en la responsabilidad de los liberales porteños, en las acciones que se llevaron a cabo para armar a Flores, y en la ayuda prestada al ejército del Brasil en su invasión al Uruguay (7) pero la lectura de una inédita correspondencia, me dio la certeza de la existencia de una gran equivocación sobre la prescindencia del Gral. Mitre respecto a lo que hacían sus colaboradores y pude comprobar su responsabilidad directa en la ayuda prestada a los revolucionarios en la guerra civil uruguaya, y en la que se diera a las fuerzas imperiales cuando invadieron la república oriental. Aunque Schneider que conoció a los protagonistas y manejó la documentación brasileña fue contundente al puntualizar “ La verdad es que el Presidente Mitre no podía negar que desde la última reclamación de Berro, los auxilios enviados de Buenos Aires, Corrientes y Santa Fe a Flores habían asumido proporciones tales, que no era ya posible disfrazarlos o desconocerlos, y la declaración de no tener manera de evitar tan manifiesta participación sería un testimonio de franqueza incompatible con la dignidad de cualquier gobierno”(8) la empeñosa tarea de negar la participación del presidente argentino por parte de los historiadores fue unánime, si exceptuamos los trabajos del revisionismo, no caracterizados precisamente por su rigurosidad.
En esta búsqueda de antecedentes para mi trabajo, me pareció sospechoso que la correspondencia entre el Gral. Mitre y el Dr. Rufino de Elizalde tan nutrida y minuciosa en cuanto a sus contenidos, se interrumpiera en el mes de julio de 1864 y se reiniciara recién el 23 de junio de 1865, no existiendo el menor rastro de las ideas intercambiadas entre ambos en ese tiempo, ni lo que se hubiera conversado con los otros protagonistas de esos meses febriles (Thornton-Saraiva-Paranhos, Octaviano-Flores, etc.), y también que ese bache sustancial existiera en la correspondencia de otros participantes de esos hechos, con contadas excepciones. Quizá no debí asombrarme tanto porque cuando se está acostumbrado a transitar los archivos, es posible ver como algo habitual que ello ocurra, y que a veces las búsquedas resulten estériles; ante la falta de documentos, debido a que fueron deliberadamente suprimidos u ocultados. (9) En el caso de la Guerra del Paraguay no tengo dudas que se tuvo que eliminar cualquier vestigio que pudiera comprometer al gobierno argentino en negociaciones que desmintieran una neutralidad sostenida invariablemente, dejando solo los testimonios que sirvieran para confirmar la claridad de una conducta pública que nada tenía que ver con la realidad de lo que se negociaba en secreto
La correspondencia que sirve de fundamento a esta nota y que se publica por primera vez se pudo conservar, debido a que uno de sus protagonistas – el coronel José Luís Murature- fue un personaje de segundo orden, y no se advirtió que más allá de algunas informaciones intrascendentes, en esos papeles había fundamentales elementos para establecer la relación directa del Gral. Mitre con Flores, poniendo en evidencia ya en forma definitiva la inexistencia de una neutralidad existente solo en las proclamas oficiales, constituyéndose en una evidencia más de cómo se trabajó de consuno con el Brasil para arrojar a los blancos del gobierno legítimo del Uruguay, creando las condiciones necesarias para llevar el conflicto al Paraguay lo que en definitiva no era sino el objetivo final del imperio.
LOS COMIENZOS DE LA REVOLUCION DE FLORES
El interés de los liberales porteños con Mitre y Elizalde a la cabeza, por entronizar a los colorados en el gobierno del Uruguay, se puede rastrear desde 1858, cuando ambos proporcionaron recursos financieros para la revuelta encabezada por el Gral. César Díaz para apoderarse de Montevideo, la que terminó con su fusilamiento junto a sus acompañantes en Quinteros, por orden directa del presidente del Uruguay. Las razones ideológicas de las que hablara Tjarks, estaban presentes, para instalar en ese país un gobierno con ideas afines a las que se sustentaban en Buenos Aires. Uno de los nombres que posibilitaría concretar ese proyecto era el Gral. Venancio Flores.
Al mes de la victoria de Pavón, Flores que había prestado servicios a la ordenes de Mitre le escribió “no olvide a los orientales que, proscriptos de la patria deseamos como es natural volver a ella después de una larga peregrinación” A los pocos días tuvo la siempre cautelosa respuesta del Presidente: “Nada mas natural que V. en representación de los orientales que nos han ayudado a alcanzar ese triunfo, me recuerde esta acción que no olvide a los proscriptos que desean volver a su patria….Me haré un deber en poner en acción del modo que la prudencia aconseje y en la oportunidad conveniente..” (10).
Flores había madurado sus planes para invadir el Uruguay mientras desempeñaba tareas rurales en el establecimiento de José Gregorio Lezama. Vengar la “hecatombe de Quinteros” que acabó con la revuelta del General César Díaz y sus hombres era una idea muy hablada con algunos de sus subordinados. Uno de ellos, el Coronel Francisco Caraballo, le había confesado a su esposa: “De este hecho no paramos hasta pisar el Estado Oriental y darles en la cabeza a los blancos, pues que la llevamos a la fija mas que nunca (11)
El ejercicio de su actividad revolucionaria no le dio descanso al caudillo colorado. Envió cartas con invitaciones para sumarse a la revolución que preparaba, y tuvo entrevistas con todas aquellas personas que podían serle útiles a sus planes. A fines de 1862 y principios de 1863, ya funcionaban comités de reclutamiento en Salto, Porongos, el Palmar. En Corrientes había 300 hombres alertados, mientras en Buenos Aires y en Entre Ríos se trabajaba abiertamente en los preparativos de la invasión, a la que no era ajeno Lezama, que facilitara dinero para la provisión de armamentos indispensables. Mientras los preparativos se aceleraban y la evidencia de la partida de Flores y sus hombres circulaba por todas partes, el Gral. Mitre no se daba por enterado, y eran permanentes sus expresiones a favor de la paz y su proclamado concepto de evitar que se mezclara a la República Argentina en aventuras revolucionarias que no estaba dispuesto a avalar. Sería el comienzo de una serie de actos calculados para mostrar que el gobierno nacional no tenía nada que ver con los movimientos del caudillo colorado
El día 15 de abril de 1863, Mitre conferenció largamente con Flores y al día siguiente se ausentó con sus ministros Rawson y Elizalde a Rosario, para asistir a la inauguración de un ferrocarril. Ese día 16 el caudillo colorado, acompañado por el Coronel Caraballo, el Tte., Coronel Clemente Cáceres y el asistente Silvestre Farías, se embarcó en la nave de guerra argentina Caaguazú, despidiéndolo en el puerto de Buenos Aires el Ministro de Guerra y Marina Juan Andrés Gelly y Obes, quien tiempo después negó a Mitre su presencia en el lugar cuando ésta circulo por todas partes
Aún cuando todo lo que hacía Flores estaba conocimiento de Mitre y sus ministros, para cubrir las apariencias de una colaboración que se haría indisimulable, se dictaron dos circulares: El 13 de abril del Ministro del Interior, Rawson, a todas las autoridades, alertando a subordinados y encargados de la vigilancia pública que impidieran toda actividad de los exiliados colorados uruguayos (12) y la otra del Ministro de Guerra y Marina, Gral. Gelly y Obes del 18 de abril dirigida al Capitán del Puerto de Buenos Aires, prohibiendo la salida de “todo oficial que hubiese servido en el ejército uruguayo” y disponiendo “la vigilancia desde la costa de San Fernando” (13)
En marcha la revolución florista, muchos liberales públicamente le dieron su apoyo, como Valentín Alsina quien sostuvo que “La solidaridad de los intereses es innegable, porque es de importancia vital para la República que en el Estado Oriental se levante un gobierno simpático a Buenos Aires y hostil a los hombres que tanto mal han causado en ambas orillas del Plata. El triunfo de la revolución será para la República Argentina una garantía más de orden y estabilidad (14)
Además de esta proclamada solidaridad del partido liberal, había una colaboración más efectiva que la de los discursos y la solidaridad ideológica. Los revolucionarios pudieron sacar carros con armas de noche; en Monte Caseros se veía el cruce de emigrados, despachándose una zumaca de guerra con monturas, aperos, lanzas, sables y una tripulación de 100 hombres, mientras siguieron incorporándose hombres en Buenos Aires y Corrientes. El ejército de Flores aumentaría con los enganchados y era voz corriente que el gobierno no haría nada ante esos movimientos que eran de conocimiento de todos. El Ministro Gelly y Obes participará activamente de los embarques de armas que vendrían del Arsenal de Buenos Aires (15)
El partido colorado dispuesto a realizar todo lo que fuera necesario para el éxito de la revolución trabajó activamente con un comité revolucionario, mientras que los hombres del Presidente colaboraban a favor de los invasores, informando al gobierno de todo lo que sucedía. Uno de ellos, el coronel de marina, José Murature escribía a Elizalde el 28 de julio desde el Puerto de Paysandú “….consecuente con lo que había prometido a mi salida de esa y teniendo recién algo grande que comunicarle de positivo, cumplo con satisfacción, comunicándole que el día 24 del corriente a la 1 del día, ha sido completa, pero sangrientamente derrotado el general Lamas, el cual ha muerto, también se asegura por la fuerzas de Flores...” (16) Veinte días después volvía a escribirle “ continuamente me he visto en la precisión de tener que amparar colorados, que huyendo de los severos castigos a que son sujetados por sus enemigos políticos, huyen hasta llegar a este ambulante territorio argentino tendiendo yo después que mandarlos a Entre Ríos y a otras partes…” comentaba los pasos dados por Flores agregando “…solo me resta ahora suplicarle que confidencialmente no deje de comunicarme detalladamente aquello que Ud. crea sea conveniente al tiempo de la causa de la libertad que defendemos, pues yo y mis muchachos aspiramos nada menos que a tener algún día el placer de vernos reunidos todos, y brindar con Ud, -y sus otros colegas- por esa libertad querida que tanto sacrificio ha costado y a cuyo triunfo contribuimos con lo que nos es posible por poco que sea…” (17)
Los amigos de Flores se movieron con cautela pero sin limitaciones. Un primo hermano de Elizalde, Melchor de Belaustegui contrabandeaba armas para los colorados a través del paquete correo “Salto”. Cuando a través de informes sobre el contrabando se detuvo al barco, aparecieron cajas con sables, carabinas, municiones, pólvora y equipos militares. La mercadería había sido comprada por Daniel Silva y Bustamante, antiguo comisario de guerra de Flores (18)
Después que Flores se retirara de Montevideo, luego de cañonearla, ante la llegada de Servando Gómez, el ministro inglés William Lestón salió a inspeccionar el campo sitiador. Sostiene el historiador Tjarks que “En el emplazamiento donde había estado la artillería “florista” halló un valioso “souvenir” que describirá al Foreing Office en Londres. Era la tapa de una caja de munición vacía, con la sugestiva inscripción “A .N. Buenos Aires- 10-6- metralla” Las iniciales pensaba Lestón podían significar o Arsenal nacional o Artillería Nacional. Sin duda la administración militar argentina se preocupaba poco por la desaparición de sus existencias. El hallazgo de Lestón confirma uno de sus anteriores a Lord Russell “No tengo duda que la conducta del gobierno de la Confederación Argentina en todo lo que concierne a la invasión de este país por el general Flores es desleal hasta el extremo” Coincidente con esto señala Tjarks que el 12 de agosto de 1864, Eduardo Olave, oficial colorado uruguayo residente en Entre Ríos, le escribía a Juan Carlos Gómez, correligionario y compatriota, que le enviara carabinas y 200 puntas de lanza que le entregaría el Comandante Julián Martínez, Jefe del Arsenal militar de Buenos Aires . Le decía “El puede conseguirlas o hacerlas hacer” (19)
En la isla Martín García, que se encontraba debidamente fortificada, también se recibía el armamento para Flores, que despachaba Fermín Ferreira y Artigas, siendo remitidas luego a Fray Bentos. Es singularmente explícito lo que éste dijera a Mitre años después. “Nosotros, los colorados uruguayos, nunca olvidaremos los importantes servicios prestados por el General Mitre a la cruzada libertadora, dirigida por el difunto General Flores (20)
En agosto de 1863, el vapor de guerra argentino, Pampero, llevó a Fray Bentos armas despachadas desde Buenos Aires, entre ellas fusiles que pertenecían al batallón 2 de línea, todo lo cual no podía ser ignorado ni por Gelly y Obes, ni por las restantes autoridades del ejército. Se llegó al extremo de pretender la colaboración personal de Mitre para los uniformes del ejército de Flores (21)
Efraín Cardozo y Germán Tjarks, que no se convencían de la responsabilidad de Mitre en esos movimientos, sostuvieron la tesis de que solo estaba interesado en preservar la paz, pero se encontraba fatalmente atado a seguir la corriente de los acontecimientos políticos. Para ellos, los movimientos de su círculo más íntimo a favor de la revolución florista lo habían situado en una posición extremadamente difícil. No podía romper abiertamente con ellos, pues eran sus colaboradores más eficaces, ni impedir los movimientos que realizaban. Creyeron que las especulaciones de Mitre estaban dirigidas a observar el desarrollo de los acontecimiento, para adoptar luego una posición abierta y definida en la cuestión oriental, mientras se manejaba ambiguamente y dejaba hacer. Comentando una larga reunión mantenida con Mitre hasta la una de la mañana, el Barón de Mauá le escribía a Juan José de Herrera “Mitre conoce que semejante manifestación (la neutralidad) significa romper abiertamente con el elemento exaltado que lo rodea, pero declara estar resueltamente dispuesto a entrar en ese camino, una vez que tenga la base de esta política que es el acuerdo internacional que tenga por lo menos la sanción moral del Brasil. Antes de ese acuerdo declara no poder prescindir del elemento exaltado por los tanto, que no tiene mas remedio que cerrar los ojos a los actos de ese partido; desde que sino fuera posible evitar un rompimiento sería locura privarse de ese apoyo, o quebrar las armas en que tiene que apoyarse en la hipótesis de una guerra…” (22)
Planteando las cuestiones ideológicas que tanto lo preocupaban, Elizalde confesaría años después “El gobierno de Montevideo era la representación del enemigo de la causa liberal que Buenos Aires había concretado en gobierno argentino. Fiel a sus antecedentes y bajo la presión del horrendo crimen de Quinteros que nunca podía esperar fuese santificado por el gobierno argentino, no podía dejar que este gobierno se consolidase, pues veía en él a un enemigo fatal “ (23) y Mármol creyó que “La disyuntiva para Mitre era ésta: o pedir a sus cinco ministros la renuncia, destituir a todos los empleados de la capitanía del puerto y hacer saber a sus empleados militares que él era el general en jefe de su ejército y al pueblo de Buenos Aires que el Presidente de la República es el encargado de las relaciones exteriores de su país y que no puede haber gobierno neutral y pueblo aliado, o cerrar los ojos y dejar que fuese de aquí todo lo necesario”
Vemos entonces que la proclamada neutralidad era ni más ni menos que una ficción, ya que no se trataba solo de la colaboración de hombres, el envío de dinero o un menguado apoyo moral, sino que el armamento imprescindible salía de Buenos Aires, y nadie lo ignoraba. Paranhos lo hizo público en el senado de su país, y Félix Frías hizo lo mismo en la sesión del Senado del 21 de julio de 1866. Para los que se ocuparon del tema, todas estas afirmaciones excluyeron siempre al General Mitre, quien supuestamente se encontraba al margen de los hechos y solamente dejaba hacer a sus subordinados. Más allá de lo insostenible de esta posición, que significa desconocer las formas de manejarse del Presidente y su indisputable autoridad, existen una serie de documentos que hemos de mostrar, donde podrá observarse la indudable y expresa colaboración de Mitre con Flores, y como esa colaboración se extendió al imperio del Brasil cuando se produjo el sitio de Paysandú.
LA VIEJA IDEA DEL IMPERIO DEL BRASIL
El cambio del gabinete imperial en enero de 1864, llevó a sus políticos liberales a retomar una vieja idea para influir de distinta manera en el Plata. El Uruguay sería el primer paso que era necesario dar y el Paraguay la culminación de una política que fue madurándose apresuradamente, para consolidar los planes expansionistas..
En mayo de 1864, el Ministro de Relaciones Exteriores del Brasil, Joao Pedro Díaz Vieira, envió en misión especial a Montevideo a José Antonio Saraiva para reclamar al gobierno uruguayo sobre pretensiones formuladas oportunamente y no contestadas por éste.. Las instrucciones que se le habían dado, importaban tener en cuenta que toda negativa por parte del gobierno blanco, implicaría el derecho de Saraiva de recurrir a la fuerza para obtener se hicieran lugar a lo que pretendían ser justos reclamos. Las amenazas estaban respaldadas por los buques de guerra de la armada imperial, que el Almirante Barón de Tamandaré tenía fondeados en el Puerto de Montevideo, más cinco mil hombres al mando del Gral. Menna Barreto que estaban listos para combatir si fuera necesario. Mostrando cual era el real objeto de la misión que se le encomendara Saraiva le pidió instrucciones a Díaz Vieira el 28 de mayo de 1864 para que se lo autorizara si fuera preciso con el gobierno argentino “acerca de cuanto interesa en el Estado Oriental, sea para la paz o la ocupación del territorio de esa república”(24)
Antes de la partida de Saraiva se habían realizado diversas reuniones para instrumentar de la manera más adecuada la misión que se llevaría a cabo. El pretexto usado en la ocasión, eran las viejas reclamaciones no satisfechas desde 1852, mientras que el verdadero objetivo consistía en respaldar a Flores en su proyecto revolucionario, para así poder controlar al Uruguay, poniéndolo bajo la influencia del imperio. A tal punto era realidad esa cuasi alianza, que el banquete que se le dio a Saraiva en el Club Fluminense, antes de su partida, presentaba el aspecto de una reunión de colorados (25). Desde esa época se analizaba el proyecto de una alianza con la Argentina por parte de algunos consejeros imperiales para quienes el viaje de Saraiva era de gran importancia a fin de estrechar vínculos políticos y ver hasta donde llegaría la afinidad de Mitre con el gabinete brasileño. Saraiva haría presente ese propósito en un oficio enviado a la cancillería de su país diciendo: “Me parece de gran conveniencia inspirar al Gral. Mitre la mayor confianza. Sin alianza todo nos contrariará. Con la alianza de Buenos Aires todo nos será más fácil. Es preciso pues adquirirla o prepararnos para grandes sacrificios” (26)
Una misión respaldada por la fuerza de las armas y con la alianza de Buenos Aires no podía fallar. Controlado el Uruguay a través de Flores, el proyecto expansivo del imperio tomaba una inocultable actualidad. Nadie había previsto las imprevisibles consecuencias de esa política. Solo el Barón de Mauá, preocupado por la inestabilidad de sus intereses, y las consecuencias que tendría para Brasil largarse a esa aventura, pudo ver con un poco más de claridad escribiéndole a Saraiva desde Río de Janeiro, el 5 de junio de 1864 “e si medidas coercitivas forem adotadas no fin encontrarnos-nos diante de sucesos que nao podremos dominar…” (27)
Si bien la puesta en marcha de la nueva política imperial se debía al cambio de gabinete, la idea venía de tiempo atrás. Desde el año 1863, estaba en Buenos Aires un viejo enemigo del Paraguay, Felipe Pereira Leal, como ministro residente del Brasil(28) y a fines de ese año exploraba la posición del gobierno de Buenos Aires sobre los sucesos que estaban ocurriendo en la Banda Oriental, insinuando la idea de una acción conjunta para obtener la pacificación de esa República. La diplomacia del imperio trabajaba para conseguir la alianza de Buenos Aires y el peligro de tal asociación no lo advertiría Mitre, que además de estar convencido de la acción que llevaba a cabo Flores en el Uruguay, se dejó llevar por una política inspirada por Elizalde, pero diseñada calculadamente desde Itamaraty. Estos peligrosos planes de asociarse con el imperio no se le escaparon a Mariano Balcarce, quien como Ministro de la Argentina en Paris, le escribió a Elizalde el 8 de octubre de 1863 “en mi humilde opinión el mayor peligro para nuestra república, viene de la política ambiciosa del Brasil, que no pierde ocasión de fomentar la discordia en esos países para debilitarlos e irse apoderando poco a poco del territorio oriental, como ha ocurrido ya en gran parte…” (29) , volviendo a insistir el 24 de noviembre, “Del Brasil es el que más debemos temer, pues desde la colonización de esos estados, su política ha sido invariable, es decir emplear todos los recursos posibles para apoderarse poco a poco del territorio oriental”
Elizalde, embarcado ya en esbozar el proyecto de unificación ideológica de los territorios, sabía perfectamente cuales eran las intenciones de Brasil que coincidían con las suyas. Una inocultable realidad mostraba que el liberalismo argentino y el brasileño no podían tolerar la nota discordante que significaba el gobierno de Montevideo, y aunque en 1863 no lo hubieran todavía explicitado, el Paraguay de López era un obstáculo a la política de las afinidades ideológicas y había que encaminarlo en el sendero de las nuevas ideas. El 11 de diciembre, Elizalde le enviaba una nota confidencial a Balcarce comentándole que “…he recibido invitación del Ministro brasilero para acordar los medios de pacificar el estado oriental y después nuestra posición respectiva…Nosotros necesitamos armonizar la política de los tres gobiernos argentino, brasilero, oriental…Siempre que en ambas márgenes del Río de la Plata estén bajo la acción de gobiernos homogéneos o aliados (30)
Saraiva llegó a Montevideo en mayo de 1864, presentó credenciales el 12 y planteó sus reclamos al Canciller Herrera quien los desestimó por improcedentes. Mientras conjeturaba sobre los pasos a seguir, recibió una comunicación de Pereira Leal haciéndole saber que el gobierno argentino no haría objeción alguna al uso de cualquier medio para satisfacer sus justas demandas, manifestándole la intención de Elizalde de venir a Montevideo para contribuir a la terminación de la guerra civil y arreglar una paz sujeta a las condiciones que se querían imponer.
No voy a comentar los detalles del fracasado emprendimiento conjunto Saraiva-Elizalde-Thornton que no llevó la paz a la Banda Oriental, ante las desmedidas exigencias de Flores, por ser suficientemente conocido, pero me parece importante detenerse en la famosa conferencia llevada a cabo el 18 de agosto de 1864 en las Puntas del Rosario, porque indudablemente allí quedo prefigurada la alianza contra el Paraguay. Los datos de que se dispone no admiten una conclusión distinta, aunque se siga insistiendo hasta hoy que la triple alianza fue generada y discutida apresuradamente a partir de la invasión de López a Corrientes. Hay tres testimonios más que elocuentes: La carta enviada por Saraiva a Elizalde el 19 de mayo de 1865 donde escribía “por amor a la causa por la que abogué en el Río de la Plata, y de la que fue y es V.E. uno de los más ardientes colaboradores…Mucho sentía al retirarme, el retraimiento de la Confederación, aunque viese claramente los motivos de prudencia que actuaban en el ánimo del Gral. Mitre para esperar el ataque del Paraguay y no justificar de cualquier forma el procedimiento…”, la respuesta de Elizalde “Cuando nos vimos por primera vez en Montevideo éramos hombres de Estado que se acercaban a discutir bajo una nueva luz los negocios de su país. A los pocos días nosotros hicimos alianza y a los pocos meses la alianza existía entre los hombres pensadores de ambos países. Me ha tocado la fortuna de escribir después la Alianza que había hecho de antemano y teniendo por colega a un representante el más genuino de V.E. como lo es mi distinguido amigo el Sr. Octaviano, de modo que puedo decir que he firmado la alianza con V.E.. Pero hoy es preciso ser más que aliados, es preciso ser hermanos y que argentinos, brasileños y orientales seamos una misma cosa. Nosotros vemos ya al Brasil como a nuestro propio país, y de esta gran idea nacen todos nuestros medios de proceder…Aceptamos agradecidos el millón de duros. No se aflija, armas ya tenemos y pronto llegarán algunas más…, y finalmente la confesión de Saraiva a Nabuco el 1 de diciembre de 1891. “preparando por este medio las alianzas del Brasil contra el Paraguay, lo que conseguí, pues dichas alianzas se realizaron el día en que el ministro brasileño y el argentino conferenciaron con Flores en las Puntas del Rosario y no el día en que Octaviano y yo como ministro de estado firmamos el pacto...”
La actividad de Saraiva y las conversaciones que tuvo con Elizalde a las que no fue ajeno en ningún momento el ministro inglés, sirvieron para sumar al gobierno de Mitre a los planes del imperio de controlar el Uruguay, neutralizando cualquier influencia argentina, y llevar la guerra al Paraguay enfrentando a López, cuyo creciente protagonismo no resultaba tolerable.
La correspondencia Mitre- Elizalde no evidencia ninguna referencia a lo acordado, lo que resulta natural, ya que tales negociaciones no se explicitan por escrito, pero se pueden ver algunos atisbos en lo que trataran tal como surge de la carta del 21 de junio de 1864, donde Elizalde le decía respecto a las conversaciones a realizar “La más completa reserva es requerida para el éxito por causas que ni a escribir me atrevo” (31) o aquella otra: “Estamos conquistando la alianza del Brasil, como no es posible otra mejor” (32)
Se esbozaban así los acuerdos preliminares de una alianza que resultaba sustancial para las ambiciones del imperio. Con el fin de continuar las negociaciones, Saraiva viajó a Buenos Aires en julio y después de algunas discusiones de forma firmó con Elizalde el 22 de agosto un protocolo donde estableció la necesidad de “auxiliarse mutuamente en la cuestión oriental”. Quedaba documentada así, el comienzo de una nueva política como la definiría Elizalde, que había merecido la impugnación vehemente del diputado Martín Ruiz Moreno, cuando en la sesión que pidiera para interpelar al ministro, le planteara que “ Las causas que hoy mueven al Brasil a pisar el territorio del estado Oriental son idénticas, son los mismos pretextos que impulsaron a invadirlo en 1816 cuando era todavía provincia argentina” (33) conceptos que luego reafirmaría en carta a Mariano Olleros “el Dr. Alberdi no traicionaba a su país combatiendo la alianza con el imperio que nos tenía usurpada parte importante de nuestro territorio, que había sido y era nuestro émulo, una vez solapado y otras a cara descubierta, pretendiendo siempre cimentar su influencia rapaz y dominadora en el Río de la Plata (34)
Un mes después de la firma del protocolo, Saraiva le escribía a Elizalde: “Nuestra alianza íntima es la condición de la solución pacífica, razonable y pronta de las complicaciones del Río de la Plata. V.E. está en medio de los acontecimientos y los conoce bien: confíe en el Gobierno Imperial y trasmítale, por medio de nuestros ministros sus deseos y sus juicios sobre las cosas, en la certeza de que la opinión del Gobierno Argentino es hoy considerada en el imperio como muy esclarecida y sincera…Nuestros gobiernos llegarán aun al punto en el que parece estar la solución de todo. Dejemos pues, a la prudencia y al patriotismo del Emperador y del General Mitre ver cuando y como nuestra alianza debe tornarse más clara y más decisiva en los acontecimientos…”(35)
La respuesta de Elizalde sería contundente respecto a los propósitos que se perseguían: “He visto la carta de V.E. al general Mitre y el alcance que tiene. El Paraguay no hace, ni hará ni puede hacer nada. A este respecto he hecho al Señor Leal declaraciones muy explícitas que trasmito al gobierno imperial. Nosotros y con nosotros todo el país, estamos íntimamente persuadidos que nuestra alianza es la condición, no solo de la solución de las dificultades presentes, sino del progreso y bienestar de los pueblos del Río de la Plata y el Brasil…” Además de estas expresas referencias a la alianza, Elizalde estaba bien informado sobre los aprestos militares brasileros ya que el 12 de octubre entraba Mena Barreto en Yaguarón y el almirante Tamandaré se estacionaba en Paysandú para preparar la destrucción de la ciudad, contando con la estrecha colaboración de Mitre a través de uno de sus hombres, el coronel Murature, quien le haría llegar información sobre los movimientos de las fuerzas leales, le suministraría materiales bélicos, y hasta le haría indicaciones técnicas sobre la mejor manera de bombardear la ciudad.
LA NEUTRALIDAD DE MITRE
Para no entrar en precisiones semánticas sobre el significado de la neutralidad, ni en aquellas sutilezas a las que son tan afines los diplomáticos, cuando se refieren a los diversos actos que se pueden considerar de beligerancia o no beligerancia, me parece oportuno mostrar como definía el Gral. Mitre el concepto de neutralidad. Ante un enganche clandestino de fuerzas efectuado por los blancos en la provincia de San Luís que le fuera informado por el gobernador de esa provincia, la contestación que recibe del presidente precisará en forma estricta los términos de cómo la concebía. “Siendo el gobierno de la nación neutral en las cuestiones que se agitan en la República Oriental, según lo ha declarado, no puede consentir que en su territorio se hagan enganches de hombres para ninguno de los beligerantes en aquel país; y los que se ocupen en este ilícito negocio quebrantan, a sabiendas, los principios que tiene que observar el gobierno, consecuente con aquella declaración, y se hacen justicia por los tribunales del país por tal delito… Por todas estas consideraciones, en cumplimiento de sus deberes como agente natural de este gobierno y en prevención de males futuros, que pueden sobrevenir a esa provincia, no debe usted permitir que sigan adelante con el enganche referido, procediendo a la aprehensión de sus agentes, los que debe poner a disposición de los jueces ordinarios para que sean juzgados y sentenciados como corresponde” (37) Como puede observarse, el simple enganche de personas que lo hacían con entera libertad, era considerado por el presidente argentino no como un acto irregular sino como un delito que debía ser materia de juzgamiento por los tribunales ordinarios. Esta severidad que se ejercía con los blancos no era para nada extensiva a los requerimientos de Flores, y para colaborar con su revolución estaba todo permitido, como tiempo después se haría lo mismo con las fuerzas del imperio.
Si bien se trató de cuidar las formas, y en los documentos oficiales que habitualmente se citan se proclama insistentemente ese carácter de país neutral, los hechos demuestran a cada paso lo contrario, y al respecto no está demás recordar el sumario efectuado por el gobierno oriental en marzo de 1864 a Federico Baras, ayudante de Flores, cuando se secuestró una gran cantidad de armamentos, quien detenido, confesó que “el citado Ferreira, lo puso en posesión en calidad de sobre-cargo de un paillebot con bandera argentina, cuyo cargamento consistía en cuatro mil vestuarios y algunos cajones de municiones, que al recibir esta comisión, le fue también entregado por el mismo presidente (Ferreira) una carta para el almirante de la escuadra argentina, Alejandro Murature; que se hizo a la vela conduciendo a mas una nota que le dieron para el Gral. Flores, a quien debía entregar la carga y un jefe y siete oficiales,…llegó a Martín García, presentó la carta a que se ha referido, al citado almirante y éste le mandó poner a bordo, una pieza de artillería de a seis que hizo trasbordar del vapor de guerra argentino Veinte y cinco de Mayo, dio espía al paillebot y lo remolcó hasta Fray Bentos donde terminó su misión el que depone…que los uniformes fueron tomados en una caja de Buenos Aires, calle de Maipú, dos cuadras de la Plaza del Retiro, donde el que declara ha visto una especie de comisaría con toda clase de aprestos bélicos..” (38)
Una de las personas claves en la colaboración secreta de la fuerzas argentinas con los hombres de Flores y luego con las del imperio como ya dijera, sería el coronel José Murature, jefe de la escuadra argentina y que tenía amistad con el general Mitre, con el ministro Elizalde, y una íntima relación con el Gral. Juan Andrés Gelly y Obes, con el que se tuteaba. Murature se convirtió en un eficaz y silencioso instrumento de Mitre, y bajo sus expresas instrucciones estuvo enviando información sobre lo que ocurría con los revolucionarios, desde el inició de la invasión a la Banda Oriental, refugiando a los colorados que huían y colaborando con la fuerzas de Flores en todo lo que se le pedía.
Además de cumplir las ordenes recibidas Murature estaba consustanciado con las ideas de sus jefes y lo aclaró en una nota que le enviara a Elizalde desde Paysandú el 14 de agosto de 1863 diciéndole “ Continuamente me he visto en la precisión de tener que amparar colorados que huyendo de los severos castigos a que son sujetados por sus enemigos políticos, huyen hasta lograr llegar a este ambulante territorio argentino teniendo yo después que mandarlos a Entre Ríos y a otras partes…Solo me resta ahora suplicarle que confidencialmente no deje de comunicarme detalladamente aquello que Ud. crea sea conveniente al tiempo de la causa de la libertad que defendemos, pues yo y mis muchachos aspiramos nada menos que a tener algún día el placer de vernos reunidos todos, y brindar con Ud. –y sus otros colegas- por esa libertad querida que tanto sacrificio ha costado y a cuyo triunfo contribuimos con lo que nos es posible por poco que sea…”(39)
El 28 de julio de 1863 Murature le escribe a Mitre “…pasaré a darle una gran noticia. El 24 del corriente a la 1 del día, como a cuarenta leguas del pueblo de Salto, y a varias de Tacuarembó…tuvo lugar un encuentro entre las fuerzas del Gral. Lamas y las del Gral. Flores… el cual dio por resultado la derrota completa de las fuerzas del gobierno” y mostrando ya los inicios de una colaboración con los revolucionarios agrega “Solo esperando que aprobando V.E. cuanto he hecho, se sirva comunicarme confidencialmente cuanto deba hacer para corresponder como debo a los deseos de su gobierno…” (40). Durante todo el mes de agosto, y con una regularidad, que alcanza a veces hasta tres cartas por semana le informará de todo lo que vaya ocurriendo: Los movimientos de Flores, la incorporación de tropas, entrevistas con Urquiza, donde este pidiera que no lo involucraran, contándole también que se desembarcaron tropas y armas desde el barco “El Pampero”, escribiéndole él al comandante para que no comprometiera a Mitre (41) Los hombres del Presidente extremaban sus esfuerzos para que sus decisiones de ayudar a Flores no se conocieran.
El 16 de agosto le comenta la toma de Fray Bentos por las fuerzas de Flores, y el 18 le avisa sobre mensajes cruzados entre Lamas y Urquiza. Los informes son precisos y más allá de sus comentarios, son generalmente relatos de lo que ve, y de las informaciones que recibe, además de pedirle constantemente instrucciones de lo que debe hacer tal como surge de la nueva carta enviada el 3 de septiembre “Espero que confidencialmente me dará sus instrucciones para poder manejarme en lo que pueda suceder, pues de ningún modo quisiera ni involuntariamente comprometer al gobierno (42) El 11 de septiembre le dice: “ No haga caso V.E. del modo misterioso como recibo las noticias, pues así lo requiere la necesidad que me impone el deber que tengo de no comprometer al gobierno de V.E.. Por medio de algún dinero y de esta misma persona he logrado que Caraballo supiera que de Entre Ríos debían pasar caballos y hombres a los blancos. Todo esto lo he hecho sin comprometerme en lo más mínimo… (43)
Las actividades que realizaba Murature de acuerdo a las instrucciones de Mitre en favor de la revolución florista debieron haber trascendido, lo que alarmó a éste quien temeroso que se descubriera lo que hacía nada menos que el jefe de la escuadra argentina y se pusiera en tela de juicio su proclamada neutralidad en la cuestión oriental, le escribió a Murature, expresándole sus reparos de que fuera descubierto y éste que manejaba con gran frialdad su complicidad con Flores le contestó el 22 desde el Puerto de Paysandú “ En mi poder su apreciable del 15 de corrte. Por la que veo que V.E- abriga el temor de verse obligado a expedirse con severidad en el caso de que se le denunciase oficialmente cualquiera de mis actos que comprobado: pudiera importar un rompimiento de la neutralidad que V.E. ha prometido públicamente guardar. A este respecto V.S. no debe guardar el más mínimo recelo pues, nada, nada podrá probárseme, porque para nada figuro yo, ni mi letra, ni en mi nombre en el asunto aquel que le participé. A este respecto estoy perfectamente tranquilo, pues como dije a V.E. entonces: conozco bien la responsabilidad que pesa sobre mí y la delicadeza con que debo proceder para no comprometer en nada al gobierno de V.E. Por esta parte espero que se tranquilizará Ud. con las seguridades que le doy…” (44) Estas actividades que se daban de patadas con la proclamada neutralidad, debían permanecer secretas respondiendo a lo que Mitre le confesara a José María Gutiérrez “Ud sabe mi axioma: un hecho nunca probado, nunca probará nada…”
Teniendo informes Murature del paso de algunos hombre para unirse a las fuerza leales al gobierno oriental, avisó a Mitre, quien le respondió el 21 de septiembre “ Nada hay que extrañar en el pasaje desde Entre Ríos de algunos hombres y otros elementos bélicos a favor del Gobierno Oriental, si se recuerda que con igual o mayores facilidades y en mayor escala iguales elementos pasaron también y continúan pasando para el General Flores...” (45) Aunque Mitre no creía en ellas, existían grandes sospechas sobre la ayuda prestada por Urquiza al gobierno de Berro, y para tener la certeza de lo que realmente sucedía le ordenó a Murature que vigilara sobre tal posibilidad, haciéndole saber todo lo que pudiera conocer respecto a esa colaboración
Los informes continuaron semana a semana y en algunos casos diariamente, previniéndole a Mitre que por razones de seguridad mandara la correspondencia a través del Ministerio de Guerra. El 20 de octubre le escribe que Manduca Carabajal y un Mayor Fideles componen la división de Caraballo que consta de 1160 hombres, con 3500 caballos que llevan y están bien armados, agregando que “El Gral. Caraballo piensa sitiar este pueblo por cuatro o cinco días hasta que Flores lo llame… El Gral. Caraballo aprovechando la noche ha venido a bordo a verme, habiéndose embarcado a distancia de una legua al N. de la costa. El me ha contado todos esos detalles, encargándome le de sus recuerdos afectuosos…” (46) El 17 de diciembre le informa sobre embarques de Martín García y la necesidad de víveres, y en la última carta de diciembre, fechada el 23 efectúa una crítica a la forma en que fue llevado el primer ataque a Paysandú diciendo que se careció “del tesón necesario para no retroceder como lo dejé indicado” (47)
EL SITIO Y DESTRUCCION DE PAYSANDÚ
Después de todos los sucesos que dieron origen a la frustrada intervención de Elizalde; Saraiva y el ministro inglés Thornton, se produjo el ultimátum enviado por Saraiva al gobierno Oriental para que se hiciera lugar a las reclamaciones planteadas por el imperio, haciéndole saber, que de no hacerlo, se tomarían represalias, para lo cual la flota del Almirante Tamandaré estaba ya estratégicamente ubicada.
A fines de agosto, Tamandaré hizo notar la presencia de sus fuerzas cañoneando el “Villa del Salto, preanunciando el avance que se había decidido sobre territorio uruguayo. En conocimiento de cómo se llevarían adelante las operaciones el gobierno instruyó Murature, para que se instalara con los buques bajo su mando en los Puertos Argentinos de Concordia, Concepción del Uruguay y Gualeguaychú. En la nota enviada por el Gral. Juan Andrés Gelly y Obes, el 6 de septiembre de 1864, le ordenaba “Mantendrán comunicación con los buques de guerra brasileros que se hallen en los puertos del Uruguay y se recuerda se guarde con los Comandantes de los mismos la más cordial relación” (48)
El coronel Murature, en cumplimiento de las instrucciones recibidas, ubicó a los buques en los lugares asignados, pero antes nuevas ordenes se dirigiría con el buque insignia a Paysandú, desde donde diez días después comunicará a unos de los jefes brasileños Francisco Pereira Pinto, la ubicación del buque “25 de mayo”, quien responderá al día siguiente, agradeciendo la deferencia de haberle trasmitido las ordenes del gobierno, le hablará de las buenas relaciones entre los dos países diciendo que aprovecha la ocasión “para encarecer a V.E. sus servicios particulares a la fuerza bajo su mando por todo cuanto sea conveniente” (49).
Contando con la cercanía de ambas escuadras, la relación de Murature con el Barón de Tamandaré dejó de ser una relación simplemente formal, para convertirse en una suerte de colaboración permanente, donde el jefe de la escuadra argentina prestaría todos los auxilios que le fueren requeridos a la armada del imperio todo lo cual informaría a Mitre, reiterándole lo instruyera confidencialmente sobre lo que debía seguir haciendo.
El 8 de diciembre de 1864 Murature le cuenta a Mitre que “anda bien con el Barón de Tamandaré” y le adjunta un informe diario de las operaciones, en el que se incluye una nota reservada que da cuenta de gestiones de Francia para suspender los ataques Le comenta que el Barón le dará personalmente las informaciones pero que él no quiere dejar de darle los detalles, diciéndole que han recibido a bordo de uno de los buques, el “Guardia Nacional” a seis heridos de los colorados (50)
El 14 de ese mes, encontrándose a bordo del buque de guerra “Guardia Nacional” Murature continuará con sus informes “Llegó de madrugada el vaporcillo antes Concordia, hoy armado por los brasileros con los pertrechos de guerra que se habían mandado buscar al Salto el 10. En otra embarcación vino una pieza de artillería” comentándole que el ataque a Paysandú es un accesorio del Plan General de Operaciones que se está llevando a cabo (51). Esto lo sabía por habérselo comunicado el Barón de Tamandaré, quien le informaba de todos los aprestos militares, además de requerir de sus servicios, que eran prontamente satisfechos. Es así que ante una nueva colaboración de Murature, el Barón de Tamandaré le escribe el 15 de diciembre: “Acabo de recibir el oficio de V.E. de esta data y en respuesta tengo la honra de agradecerle el servicio que acaba de prestarme, y de comunicarle que están dadas las ordenes para el desembarque de cañones… que vienen en el vapor Uruguay para la Escuadra Imperial “ (51)
Murature no se dio tregua en su ayuda a Flores y al imperio, facilitando los elementos que le pidieron y comunicándole a Mitre cada paso que daba fiel a las instrucciones recibidas. En sus conversaciones con Tamandaré quien se aprestaba a bombardear Paysandú le sugiere cual debe ser la mejor manera de emplazar la cañonera “Paranariba”, para que domine toda la ciudad y puedan ser más efectivos los disparos que efectúa. El almirante brasileño no desoyó los consejos, ubicando el barco, donde se le había propuesto y al tener noticia de ello, Murature le escribe a Mitre cuando va a empezar el cañoneo de la ciudad “Tengo la satisfacción de poner en conocimiento de V.E. que no ha sido desoída del mismo Barón mi experimentado consejo “(52)
Los informes continuarán, y la íntima relación con el Barón de Tamandaré le permitirá conocer todos los movimientos militares que se preparan y los que se van a realizar, además de contar con los buques del imperio para enviar todas las comunicaciones reservadas a Buenos Aires y la correspondencia que Flores le entregara, interceptada al Gral. Saa (53). Se reunirá con Flores y con Tamandaré y visitará junto con éste el campo del ejército brasilero, entrevistándose con el Gral. Mena Barreto para luego, según las instrucciones de Mitre informarle de todo lo que vaya ocurriendo. Cuando se ultiman los detalles para el asalto final a la ciudad, mientras se la cañonea incesantemente causando daños a la población civil, Murature le escribirá a Mitre “Flores lleva un pequeño batallón brasilero de línea. Su fuerza total con la que se mueve dejando caballería al frente de Paysandú se estima en 3000 hombres…Me han pedido cosas que he facilitado y es motivo de un pedido que va hoy”.(54)
Las entrevistas regulares de Murature con Tamandaré y Flores, le dieron la posibilidad de tener una privilegiada información de todo lo que iba sucediendo, además de conocer con rigurosa exactitud la cantidad de fuerzas militares que se movilizaban y que luego de invadir el Uruguay sería dirigidas al real objetivo: el Paraguay. El 26 de diciembre le escribe a Mitre: “tengo noticias seguras del mismo Gral. (Flores) y del Barón Tamandaré que el Gral. Mena Barreto con todo su ejército se hallaban en el Arroyo Negro… las fuerzas de este jefe según dicen se componen de 7 a 8 mil hombres.” (55).
Además de la fluida comunicación y ayuda a las fuerzas brasileñas, también se despachaba la correspondencia a Buenos Aires a través de cañoneras del imperio, y la correspondencia que Urquiza le mandaba a Flores, era entregada a Murature para que le informara a Mitre del contenido de cada nota.
El 2 de enero de 1865, por mediación de Murature, Venancio Flores le intimó rendición al Gral. Leandro Gómez, garantizándole las vidas de los jefes y oficiales y dándole una hora y media para la entrega de la guarnición, tal como surge del documento existente en el archivo de Murature. Los hechos se sucedieron atropelladamente y mientras Gómez redactaba la respuesta, se produjo la irrupción de las fuerzas de Flores y del imperio, entrando el marino argentino atrás de las fuerzas invasoras con la intención de evitar una innecesaria efusión de sangre.
Contándole lo ocurrido Murature le escribiría a Mitre el 3 de enero de 1865 “Aunque me lanze a la plaza tras de la columna de ataque al saber que se habían rendido los sitiados no llegué bastante a tiempo para evitar la muerte de Dn Leandro Gómez y otros tres jefes y oficiales ejecutados sin orden superior…yo me hallaba esperando desde antes de ayer, los miembros de una comisión que se proponía arreglar una capitulación, más impuesto por una carta del Coronel Soarez de lo que sucedía, vi que no había tiempo que perder…creo que V.E. no me desaprobará esta ingerencia que tomé para evitar efusión de sangre y hacer respetar los derechos de la guerra. Cuando fui a la plaza, llevaba la palabra del Gral. Flores de garantir la vida de todos los prisioneros…” (56)
La caída de Paysandú, con su secuela de saqueos y asesinatos, efectuada por los “libertadores” colorados y los liberales del imperio con el auxilio del gobierno de Buenos Aires, no mereció que “La Nación Argentina” el diario oficial de Mitre o “La Tribuna” comentaran los horrores de esa tragedia. Un testigo insospechable de parcialidad, Julio Victorica, que estuviera en la ciudad enviado por el Gral. Urquiza para evitar la muerte de Leandro Gómez y los otros jefes cuenta “Conservo viva, todavía, la impresión que me produjo la ciudad vencida. La recorrí el 2 de enero; día de calor insoportable, cubierta de nubes de polvo y cuando estaba entregada al saqueo por soldados melenudos que abrían las puertas a balazos, vociferando como indios. En la plaza y sus inmediaciones que era el sitio en que se había reconcentrado la defensa, paredes demolidas y techos derrumbados, demostraban los estragos del bombardeo…A cada paso, en las calles, se encontraban osamentas de animales muertos de hambre o heridos por las balas. Aquello aterraba (57) El horror tampoco se le escapó al Gral. Benjamín Victorica quien haciéndose eco de la tragedia le diría a del Carril “La pluma se resiste a trazar todos los dolores sufridos, toda la heroicidad del martirio, todos los horrores cometidos en Paysandú. Sus detalles sobrepasan todo lo escrito y acaecido en el mundo entero. Quinteros, el Posito son hechos inocentes comparados con Paysandú. El saqueo, el incendio, el asesinato han continuado dos días después de la toma a traición del pueblo” (58) Ninguno de los dos podía suponer que las fuerzas argentinas hubieran contribuido a esa tragedia.
En el archivo de Murature quedó como testimonio de su credulidad inicial de que serían respetadas las vidas de los heroicos soldados una carta que pensaba enviarle a Flores, comunicándole que pondría en conocimiento del gobierno argentino “la noble conducta observada por V.E. en el día de ayer y después del completo triunfo que a las ordenes de V.E. obtuvieron sobre esta plaza de Paysandú los ejércitos combinados…para empeñar la palabra de honor de V.E. y la de su digno aliado a fin de garantir la vida a los prisioneros lo cual ha sido cumplido…” Pensó equivocadamente en la clemencia de los aliados, hasta que fue testigo presencial, de que no habría contemplaciones y que la venganza se ejercería implacablemente sobre los enemigos, y por supuesto no la hizo llegar. No solo ya habían sido fusilados Leandro Gómez, y los comandantes Eduviges Acuña Juan M. Braga y Federico Fernández, sino que la matanza seguiría con sargentos, capitanes, tenientes y otros muchos soldados. Las lamentaciones posteriores de Flores, Tamandaré y los otros jefes resultarían irrelevantes y una evidencia más de la absoluta hipocresía con la que se manejaron los vencedores y sus aliados. Como atinadamente lo expresara Cárcano “El almirante, el Gral. Flores, el gabinete de San Cristóbal, condenan el asesinato alevoso delante de la figura dura y heroica de Leandro Gómez. Es de buen estilo lamentar los extravíos que los mismos protestantes responsables pudieron evitar. La orden salvadora siempre llega después de la muerte. Basta su ineficacia para salvar la culpa y la dignidad circunstanciales (59)
Las cartas extractadas, constituyen una evidencia incontrovertible, de la responsabilidad efectiva del Gral. Mitre en la ayuda prestada a Flores y a sus hombres, y en la posterior colaboración con las fuerzas militares del imperio del Brasil. Si siempre existieron las sospechas; si muchas voces contemporáneas a los hechos se alzaron para mostrar la falta de neutralidad del gobierno argentino, los apologistas del Gral. tejieron multitud de explicaciones para tratar de demostrar que eran imputaciones que no se podían probar y que las autoridades argentinas habían sido siempre prescindentes. (60) En los casos donde se intentó mostrar que esa neutralidad no había existido nunca, se adjudicó toda la responsabilidad a los hombres del Presidente. Se trató de preservar a toda costa la imagen de Mitre, sin tener en cuenta que no resultaba posible admitir que sus ministros y otros subordinados procedieran a sus espaldas, encontrándose él después con hechos consumados que no podía desautorizar. En el caso de Murature, si bien dependía funcionalmente del Ministro de Guerra y Marina Gelly y Obes, su actividad la reportaba a Mitre y las instrucciones las recibía de él, más allá de algunas órdenes oficiales que encubrían sus trabajos secretos.
Al estudiarse le guerra civil iniciada por Flores, y el posterior conflicto entre Brasil y el Imperio y luego entre éste y el Paraguay, no se quiso se quiso ver una realidad que surgía con toda evidencia y contrastaba con las exposiciones públicas de Mitre reafirmando siempre el principio de neutralidad. A nadie se le ocurrió reflexionar sobre el concepto de autoridad que tenía el presidente, y la ninguna posibilidad de que se tomaran decisiones de relevancia sin su consentimiento. Su amigo el ministro chileno José Victoriano Lastarria se lo había escrito con singular contundencia “De lo que hago responsable a su gobierno es de todo lo que se dice y de lo que se hace aquí y en la Banda Oriental, contra su pretendida neutralidad. Sea neutral, pero séalo de veras y no como lo fue en la cuestión oriental…Mi voz es la del amigo que grita al amigo que va a caer en un precipicio. No me hable estirado, sea bueno y franco conmigo y convénzase de que Elizalde, o como Ud. dice tan oficialmente el “doctor” Elizalde, lo pierde con su política falaz de vieja pilla, cuya hilacha se descubre en la lengua “
NOTAS
1.- Además de la reflexión personal que me hiciera el Dr. Enrique de Gandia; durante la década del 30 él había escrito en el prólogo de un libro del Gral. Baldrich sobre el petróleo que las guerras “tienen sobre todo causas invisibles que solo conocen muy pocas personas y a veces permanecen ocultas durante largos años y acaso siempre”
2.- Luís A. Moniz Bandeira, La Formación de los Estados en la Cuenca del Plata, Grupo Editorial Norma, Buenos Aires, 2006, pág. 199
3.- ibidem, pág. 232
4.- El ejemplo más notable es quizás el Francisco M. Doratioto, autor de Maldita Guerra, Emece, Buenos Aires, 2005. Este libro, profusamente publicitado y que recibiera desmesurados elogios en Buenos Aires y Asunción, enfoca con una superficialidad notable los orígenes de la guerra a los que sola le dedica 70 de las 700 páginas de la obra. Contrariamente a lo que se dijera, no destruye ningún mito; y construye otros, volviendo a la vieja versión oficial de la culpabilidad del Mariscal López. En nuestro libro de próxima aparición mostramos minuciosamente la liviandad de la obra y sus equivocaciones. Pero hay otros que podría citar, pero sería extender demasiado estas largas páginas.
5.- Esas excepciones son el trabajo de Germán Tjarks, “Nueva Luz sobre los Orígenes de la Triple Alianza” en Revista Histórica. Instituto Histórico de la Organización Nacional, To 1, No 1; el libro de Lidia Besouchet, José María Paranhos- Vizconde de Río Branco, Viau, Buenos Aires, 1944, el libro ya citado de Moniz Bandeira, y el trabajo de Isidoro J. Ruiz Moreno, “La Política entre 1862 y 1880, en Nueva Historia de la Nación Argentina, Academia Nacional de la Historia, Planeta, Buenos Aires, To IV, Págs. 453 a 480, quienes plantean perfectamente el tiempo en que se realizó la alianza entre la Argentina y Brasil, y la política expansiva del imperio a la que Mitre se sometiera.
6.- Germán Tjarks, en su obra citada atribuye solamente al grupo liberal que apoyaba a Mitre y a su Ministro Elizalde las maniobras que condujeron a participar de la revolución de Flores y la posterior alianza con el imperio. A pesar de su rigurosidad, el distinguido historiador, no se animó a cuestionar la neutralidad del Gral. Mitre.
7.- Alejandro Olmos Gaona, “Alberdi y dos Diplomáticos Paraguayos” en “Todo es Historia”, agosto de
1984.
8.- Louis Schneider, A Guerra Da Triplice Alianza contra o Governo da República do Paraguay, anotado por José M. Da Silva Paranhos, Río de Janeiro, 1902 T.I pág. 32-33
9.- Los ejemplos de los Archivos de Mitre, Justo, Roca, Saavedra Lamas, Murature, entre otros que podrían citarse son una muestra de ello. Sobre la interrupción de la correspondencia, puede verse. Correspondencia Mitre-Elizalde, con Prólogo de Luís Elizalde y Advertencias de James Scobie y Palmira bollo Cabrios. Universidad de Buenos Aires.
10.- Washington Lockhart, Venancio Flores, un Caudillo Trágico, Ediciones de la Banda Oriental, Montevideo, 1976, pág. 47
11.- ibidem pág. 48
12.- Museo Histórico Nacional de Montevideo. Archivo Diego Lamas, cit. Por Alicia Vidaurreta , “La Emigración Uruguaya en la Argentina” en Revista Histórica, Instituto Histórico de la Organización Nacional, Año II No 6, Buenos Aires 1980, pág. 188
13.- Archivo del Gral. Bartolomé Mitre , La Nación, Buenos Aires, 1913, To XXVII pág. 131-133
14.- La Tribuna, 23-4-1863, cit. Por Efraín Cardozo, Vísperas de la Guerra del Paraguay, Buenos Aires, 1954, pág. 15
15.- Archivo general de la Nación. Estado de Buenos Aires, Ministerio de Guerra y Marina. Copiador 1862-1863, orden 664 del 20-4 1863, cif. G. Tjarks, ob. cit. Pág. 139
16.- El Dr. Rufino de Elizalde y su Época a través de su Archivo, Universidad de Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras, Buenos Aires, 1973, To IV pág. 152-153
17.-ibidem, pág.155
18.- G. Tjarks, ob. cit. pág. 141
19.- ibidem, pág. 144
20.- ibidem, pág. 145
21.- Carta de Juan José Montes de Oca a Delfina de Vedia de Mitre, del 24 de septiembre de 1864. Archivo Inédito del Gral. Mitre, en adelante AIGM C.13, c.41, doc. 12.320
22.- Lidia Besouchet, Mauá y su Época, Buenos Aires, 1940, pág. 191
23.- La República, Buenos Aires, 21-12-1868, cit. Por Efraín Cardozo, ob. Cit. Pág. 15
24.-Correspondencia E Documentos Officiales a Missao Especial Conselheiro José Antonio Saraiva, Bahía, 1872, pág. 27
25.- Alberto de Faría, Mauá- Ireneo Evangelista de Souza, Barao E Vizconde de Mauá, Río de Janeiro, 1926, pág. 358
26.- Correspondencia E Documentos Officiales a Missao Especial…. pág. 27
27.- Vizconde de Mauá, Autobiografía, 2ª Edición, Río de Janeiro, 1943, pág. 68
28.- El diplomático brasileño se había casado con una argentina: Mercedes Lavalle, y su hija Manuela Leal era la esposa del Ministro Rufino de Elizalde.
29.- El Dr. Rufino de Elizalde y su Época, To IV, pág. 99
30.- ibidem, pág. 112
31.- Correspondencia Mitre-Elizalde, pág. 118
32.- ibidem, pág. 127
33.- Diario de Sesiones de la Honorable Cámara de Senadores, 28 Sesión ordinaria del 22 de agosto de 1864
34.- Isidoro J. Ruiz Moreno,” Martín Ruiz Moreno Historiador” en Revista Histórica, To. V, Nos. 14-15, años 1985-87
35.- El Dr. Rufino de Elizalde y su….pág. 394
36.- ibidem, pág. 395
37.- Luís Alberto de Herrera, La Culpa Mitrista- El Drama del 65. Ed. Pampa y Cielo, To. II, pág. 43
38.- El Dr. Rufino de Elizalde y su ….. pág. 405-407
39. - ibidem, pág. 155
40. - AIGM, c.34, doc. 9812
41. - AIGM, c. 34, doc. 9820
42. – AIGM, c. 34, doc. 9829
43. – AIGM, c. 34, doc. 9831
44. – AIGM, c. 34, doc. 9836
45. – Archivo Histórico de la Armada. Archivo del Coronel J.L. Murature, en adelante AM, doc., 306
46. – AIGM, c. 34, doc. 9846
47. – AIGM, c. 34, doc. 9857
48. – AM. Doc. 321
49. – AM. Doc. 322
50. – AIGM, c. 34, doc. 9861
51. – AM, doc. 326
52. – AIGM, c. 34, doc. 9864
53. – AIGM, c. 34, doc. 9867
54. – AIGM, c. 34, doc. 9864
55. – AIGM, c. 34, doc. 9867
56. – AIGM, c. 34, doc. 9869
57. – Julio Victorica, Urquiza y Mitre, Hyspamérica, Buenos Aires, 1986, pág. 239
58.- Beatriz Bosch, Benjamín Victorica- Doctor y General, Emece, 1994, pág. 105
59.- Ramón Cárcano, Guerra del Paraguay, Viau, Buenos Aires, 1941, pág. 13
60.- Entre algunos ejemplos recientes, véase Susana Ratto de Sambucetti, Urquiza y Mauá, Ediciones Macchi, Buenos Aires, 1999 y Miguel Ángel de Marco, Bartolomé Mitre Planeta, 1998,
Hace ya muchos años un querido y recordado amigo me hablaba de las causas “secretas” de los conflictos, aquellas que no se explicitan, las que no dejan rastros en los archivos, aquellas que por su naturaleza se deben mantener en el más impenetrable de los misterios, prefiriéndose siempre mostrar visiones patrióticamente edulcoradas, donde siempre el agresor es el otro, y donde se multiplican las justificaciones creando una versión oficial que coincidirá en líneas generales con los documentos que después queden depositados en los archivos.(1)
En el caso de la guerra del Paraguay, cabría con más propiedad referirse a propósitos y decisiones secretas que fueron pacientemente instrumentadas por el imperio del Brasil, contando como avanzada con la revolución florista en el Uruguay y luego con la inestimable colaboración del general Mitre y de sus hombres más cercanos para quien la alianza que se instrumentó era la única posible y “sería fecunda en bienes para los aliados y para la república uruguaya”
Esa política brasileña no era para nada nueva y si bien tuvo numerosas alternativas, el obtener el dominio de la cuenca del Plata fue el objetivo que tuvo el imperio desde siempre y marcó una política agresiva, que con alternativas distintas se mantuvo invariable durante años para conseguirlo. La historia nos muestra que las relaciones que tuvimos con el Paraguay fueron muy diferentes a las mantenidas siempre con el imperio, ya que era un país hermano, con el que hasta principios del siglo XIX habíamos sido una sola entidad política; al que nos unían tradiciones, cultura, idioma, religión y hasta poderosos vínculos familiares. Por el contrario, el imperio del Brasil, había representado desde la época colonial al enemigo concreto, al que habíamos enfrentado y derrotado en acciones militares. Como fiel heredero de la vieja tradición colonialista de Portugal había hostigado permanentemente a los estados del Virreinato del Río de la Plata, saqueado las misiones jesuíticas y planificado extenderse territorialmente. Los conflictos con el Brasil venían de lejos y lo que ocurriría con el Paraguay, no sería sino la continuidad de la política imperial, que a través de hábiles gestiones diplomáticas, la entrega de ingentes sumas de dinero, además de condecoraciones y otros “honores” terminaría por convencer a los porteños y a sus aliados para llevar la guerra a la nación guaraní.
Todo fue producto de un meditado plan que como señala Moniz Bandeira respondió a “una política colonial e imperialista vis-a-vis de los países de la cuenca del Plata, contando con la organización, la ideología la experiencia y la tradición de dominio del viejo Estado portugués. Como cualquier potencia de la época, recurrió a las operaciones diplomáticas militares y financieras, a fin de asegurar la consecución de sus propios objetivos económicos y políticos…trató de consumar esos objetivos imponiendo su voluntad a los demás países de la cuenca del Plata.” (2)
La Triple Alianza, no puede entenderse si no se indaga con rigurosidad en todo lo sucedido en la región del Plata entre 1863 y principios de 1865, como tampoco se la podrá comprender, si no se tiene en cuenta esa idea secular del imperio de las fronteras en movimiento que se extendían a toda la región platina. Esos proyectos pueden rastrearse desde los comienzos en que los bandeirantes asolaron las misiones y todo lo negociado después con España para quedarse con la mayor cantidad de territorio posible. El Paraguay siempre estuvo en la mira del Imperio, y solo las diferencias políticas, y de oportunidad fueron postergando el viejo proyecto.
En 1856 cuando llegó a Paraná la misión del Vizconde de Abaeté, quien negoció un Tratado de Amistad y Cooperación con la Confederación Argentina se celebró un pacto secreto por medio del cual el Imperio del Brasil auxiliaría a la Confederación a reincorporar el Estado de Buenos Aires, recibiendo como contrapartida, su ayuda para “subyugar al Paraguay” quien era un obstáculo insalvable para los planes de dominar todo el Río de la Plata. Además de los objetivos territoriales existían cuestiones relacionadas con el comercio que perjudicaban a la economía del Imperio y que Andrés Lamas le había señalado al citado Abaeté: “El Paraguay tiene todos los productos del Brasil y los tiene de calidad superior. Esta superioridad existe en la yerba mate, el tabaco, las maderas. Mañana existirá en el azúcar, porque la caña se produce maravillosamente en el Paraguay y porque, al ser allí una industria montada de modo novedoso, no estará sujeta a la rutina y a los vicios que actualmente perjudican a esos ramos de la producción brasileña” (3) Lamas le habló claro sobre las desventajas que tendría para el Brasil la creciente producción paraguaya y este fue un elemento más para tener en cuenta en los planes que se irían a desarrollar.
Aún cuando a través de múltiples evidencias podrían observarse los pasos que condujeron a la guerra del Paraguay, la historiografía argentina y brasileña, enfatizó la única responsabilidad del Mariscal Francisco Solano López en el conflicto, motivado por nunca probados propósitos expansionistas y por ciertas características reprobables de su personalidad. En los últimos cincuenta años algunos no demasiado puntuales enfoques revisionistas, dieron una visión distinta del problema, planteando una discutible participación de Inglaterra en los orígenes de la guerra. Recientemente nuevos aportes han vuelto a recrear las viejas y venerables versiones donde el mariscal López fue el artífice de la guerra, el que generara el “casus belli”; el que motivado por ambiciones de protagonismo, llevara a cuatro naciones a un enfrentamiento de consecuencias trágicas. (4)
Desde las feroces invectivas lanzadas por Cecilio Báez hace más de un siglo, hasta las delirantes fantasías de ciertos apologistas del “socialismo” de López puede encontrarse una variada y singular producción historiográfica para todos los gustos, donde con propósito abogadil se han intentado demostrar diversas teorías antes que explicar los hechos con rigurosidad y donde los juicios vertidos arrojan una contundencia que no guarda relación con las fuentes que les sirven de sustento. A pesar de los años transcurridos la guerra de la Triple Alianza, sigue dando que hablar, y las explicaciones avanzan siempre en rumbos parecidos con excepciones muy notorias. (5) Curiosamente se ha pasado de versiones revisionistas donde los ditirambos a Solano López resultaban habituales, a convertirlo nuevamente en el gran responsable, con imputaciones de una superficialidad que asombra, echando sobre su imagen una serie de argumentos ad-hominem que muestran una versión caricaturesca de su personalidad, diferenciándola notablemente de la que se da a otros participantes en el conflicto.
Sobre Mitre, Flores, Pedro II, Elizalde, Saraiva, y todos los que intervinieron de una u otra manera en los prolegómenos de la guerra y participaron después, solo se efectúan consideraciones de orden político, mientras que sobre el gobernante paraguayo llueven una singular serie de calificativos: megalómano, extraviado, feroz, inepto, incompetente, delirante, imprudente, etc. etc. etc. mostrando una vez más que no se intenta hacer historia en serio sino dar versiones que respondan a preconceptos muy elaborados donde las actitudes adoptadas por Brasil y la Argentina, fueron las únicas posibles y razonables, y las pretensiones de López, solo producto de una irreal percepción del papel que debía desempeñar su país en el Río de la Plata. A pesar de la situación que los llevó a enfrentarse, el Gral. Mitre no cayó en juicios tan temerarios y superficiales, y tuvo una visión muy ponderada del gobernante paraguayo.
En la nota que se publica en estas páginas he tratado de resumir hasta donde me fue posible, algunos capítulos de un libro casi terminado sobre los orígenes de de la triple alianza, donde muestro un aspecto no transitado con rigor por la historiografía, y es el que se refiere específicamente a la neutralidad sostenida por el gobierno de Mitre en el conflicto que enfrentara al Uruguay con Brasil, y posteriormente a la guerra entre este último con el Paraguay. Los autores que se atrevieron con notable solvencia a mostrar aspectos de la parcialidad argentina en la revolución que Venancio Flores llevara al Uruguay, la circunscribieron exclusivamente a la figura de algunos de los hombres que integraban el gabinete de Mitre, como Elizalde y el Gral. Gelly y Obes, pero ante la figura del Presidente, no se animaron a ir más allá, y trataron de crear una especie de salvaguardas sobre su actuación (6)
En una publicación anterior, siguiendo lo escrito por Tjarks, creí solamente en la responsabilidad de los liberales porteños, en las acciones que se llevaron a cabo para armar a Flores, y en la ayuda prestada al ejército del Brasil en su invasión al Uruguay (7) pero la lectura de una inédita correspondencia, me dio la certeza de la existencia de una gran equivocación sobre la prescindencia del Gral. Mitre respecto a lo que hacían sus colaboradores y pude comprobar su responsabilidad directa en la ayuda prestada a los revolucionarios en la guerra civil uruguaya, y en la que se diera a las fuerzas imperiales cuando invadieron la república oriental. Aunque Schneider que conoció a los protagonistas y manejó la documentación brasileña fue contundente al puntualizar “ La verdad es que el Presidente Mitre no podía negar que desde la última reclamación de Berro, los auxilios enviados de Buenos Aires, Corrientes y Santa Fe a Flores habían asumido proporciones tales, que no era ya posible disfrazarlos o desconocerlos, y la declaración de no tener manera de evitar tan manifiesta participación sería un testimonio de franqueza incompatible con la dignidad de cualquier gobierno”(8) la empeñosa tarea de negar la participación del presidente argentino por parte de los historiadores fue unánime, si exceptuamos los trabajos del revisionismo, no caracterizados precisamente por su rigurosidad.
En esta búsqueda de antecedentes para mi trabajo, me pareció sospechoso que la correspondencia entre el Gral. Mitre y el Dr. Rufino de Elizalde tan nutrida y minuciosa en cuanto a sus contenidos, se interrumpiera en el mes de julio de 1864 y se reiniciara recién el 23 de junio de 1865, no existiendo el menor rastro de las ideas intercambiadas entre ambos en ese tiempo, ni lo que se hubiera conversado con los otros protagonistas de esos meses febriles (Thornton-Saraiva-Paranhos, Octaviano-Flores, etc.), y también que ese bache sustancial existiera en la correspondencia de otros participantes de esos hechos, con contadas excepciones. Quizá no debí asombrarme tanto porque cuando se está acostumbrado a transitar los archivos, es posible ver como algo habitual que ello ocurra, y que a veces las búsquedas resulten estériles; ante la falta de documentos, debido a que fueron deliberadamente suprimidos u ocultados. (9) En el caso de la Guerra del Paraguay no tengo dudas que se tuvo que eliminar cualquier vestigio que pudiera comprometer al gobierno argentino en negociaciones que desmintieran una neutralidad sostenida invariablemente, dejando solo los testimonios que sirvieran para confirmar la claridad de una conducta pública que nada tenía que ver con la realidad de lo que se negociaba en secreto
La correspondencia que sirve de fundamento a esta nota y que se publica por primera vez se pudo conservar, debido a que uno de sus protagonistas – el coronel José Luís Murature- fue un personaje de segundo orden, y no se advirtió que más allá de algunas informaciones intrascendentes, en esos papeles había fundamentales elementos para establecer la relación directa del Gral. Mitre con Flores, poniendo en evidencia ya en forma definitiva la inexistencia de una neutralidad existente solo en las proclamas oficiales, constituyéndose en una evidencia más de cómo se trabajó de consuno con el Brasil para arrojar a los blancos del gobierno legítimo del Uruguay, creando las condiciones necesarias para llevar el conflicto al Paraguay lo que en definitiva no era sino el objetivo final del imperio.
LOS COMIENZOS DE LA REVOLUCION DE FLORES
El interés de los liberales porteños con Mitre y Elizalde a la cabeza, por entronizar a los colorados en el gobierno del Uruguay, se puede rastrear desde 1858, cuando ambos proporcionaron recursos financieros para la revuelta encabezada por el Gral. César Díaz para apoderarse de Montevideo, la que terminó con su fusilamiento junto a sus acompañantes en Quinteros, por orden directa del presidente del Uruguay. Las razones ideológicas de las que hablara Tjarks, estaban presentes, para instalar en ese país un gobierno con ideas afines a las que se sustentaban en Buenos Aires. Uno de los nombres que posibilitaría concretar ese proyecto era el Gral. Venancio Flores.
Al mes de la victoria de Pavón, Flores que había prestado servicios a la ordenes de Mitre le escribió “no olvide a los orientales que, proscriptos de la patria deseamos como es natural volver a ella después de una larga peregrinación” A los pocos días tuvo la siempre cautelosa respuesta del Presidente: “Nada mas natural que V. en representación de los orientales que nos han ayudado a alcanzar ese triunfo, me recuerde esta acción que no olvide a los proscriptos que desean volver a su patria….Me haré un deber en poner en acción del modo que la prudencia aconseje y en la oportunidad conveniente..” (10).
Flores había madurado sus planes para invadir el Uruguay mientras desempeñaba tareas rurales en el establecimiento de José Gregorio Lezama. Vengar la “hecatombe de Quinteros” que acabó con la revuelta del General César Díaz y sus hombres era una idea muy hablada con algunos de sus subordinados. Uno de ellos, el Coronel Francisco Caraballo, le había confesado a su esposa: “De este hecho no paramos hasta pisar el Estado Oriental y darles en la cabeza a los blancos, pues que la llevamos a la fija mas que nunca (11)
El ejercicio de su actividad revolucionaria no le dio descanso al caudillo colorado. Envió cartas con invitaciones para sumarse a la revolución que preparaba, y tuvo entrevistas con todas aquellas personas que podían serle útiles a sus planes. A fines de 1862 y principios de 1863, ya funcionaban comités de reclutamiento en Salto, Porongos, el Palmar. En Corrientes había 300 hombres alertados, mientras en Buenos Aires y en Entre Ríos se trabajaba abiertamente en los preparativos de la invasión, a la que no era ajeno Lezama, que facilitara dinero para la provisión de armamentos indispensables. Mientras los preparativos se aceleraban y la evidencia de la partida de Flores y sus hombres circulaba por todas partes, el Gral. Mitre no se daba por enterado, y eran permanentes sus expresiones a favor de la paz y su proclamado concepto de evitar que se mezclara a la República Argentina en aventuras revolucionarias que no estaba dispuesto a avalar. Sería el comienzo de una serie de actos calculados para mostrar que el gobierno nacional no tenía nada que ver con los movimientos del caudillo colorado
El día 15 de abril de 1863, Mitre conferenció largamente con Flores y al día siguiente se ausentó con sus ministros Rawson y Elizalde a Rosario, para asistir a la inauguración de un ferrocarril. Ese día 16 el caudillo colorado, acompañado por el Coronel Caraballo, el Tte., Coronel Clemente Cáceres y el asistente Silvestre Farías, se embarcó en la nave de guerra argentina Caaguazú, despidiéndolo en el puerto de Buenos Aires el Ministro de Guerra y Marina Juan Andrés Gelly y Obes, quien tiempo después negó a Mitre su presencia en el lugar cuando ésta circulo por todas partes
Aún cuando todo lo que hacía Flores estaba conocimiento de Mitre y sus ministros, para cubrir las apariencias de una colaboración que se haría indisimulable, se dictaron dos circulares: El 13 de abril del Ministro del Interior, Rawson, a todas las autoridades, alertando a subordinados y encargados de la vigilancia pública que impidieran toda actividad de los exiliados colorados uruguayos (12) y la otra del Ministro de Guerra y Marina, Gral. Gelly y Obes del 18 de abril dirigida al Capitán del Puerto de Buenos Aires, prohibiendo la salida de “todo oficial que hubiese servido en el ejército uruguayo” y disponiendo “la vigilancia desde la costa de San Fernando” (13)
En marcha la revolución florista, muchos liberales públicamente le dieron su apoyo, como Valentín Alsina quien sostuvo que “La solidaridad de los intereses es innegable, porque es de importancia vital para la República que en el Estado Oriental se levante un gobierno simpático a Buenos Aires y hostil a los hombres que tanto mal han causado en ambas orillas del Plata. El triunfo de la revolución será para la República Argentina una garantía más de orden y estabilidad (14)
Además de esta proclamada solidaridad del partido liberal, había una colaboración más efectiva que la de los discursos y la solidaridad ideológica. Los revolucionarios pudieron sacar carros con armas de noche; en Monte Caseros se veía el cruce de emigrados, despachándose una zumaca de guerra con monturas, aperos, lanzas, sables y una tripulación de 100 hombres, mientras siguieron incorporándose hombres en Buenos Aires y Corrientes. El ejército de Flores aumentaría con los enganchados y era voz corriente que el gobierno no haría nada ante esos movimientos que eran de conocimiento de todos. El Ministro Gelly y Obes participará activamente de los embarques de armas que vendrían del Arsenal de Buenos Aires (15)
El partido colorado dispuesto a realizar todo lo que fuera necesario para el éxito de la revolución trabajó activamente con un comité revolucionario, mientras que los hombres del Presidente colaboraban a favor de los invasores, informando al gobierno de todo lo que sucedía. Uno de ellos, el coronel de marina, José Murature escribía a Elizalde el 28 de julio desde el Puerto de Paysandú “….consecuente con lo que había prometido a mi salida de esa y teniendo recién algo grande que comunicarle de positivo, cumplo con satisfacción, comunicándole que el día 24 del corriente a la 1 del día, ha sido completa, pero sangrientamente derrotado el general Lamas, el cual ha muerto, también se asegura por la fuerzas de Flores...” (16) Veinte días después volvía a escribirle “ continuamente me he visto en la precisión de tener que amparar colorados, que huyendo de los severos castigos a que son sujetados por sus enemigos políticos, huyen hasta llegar a este ambulante territorio argentino tendiendo yo después que mandarlos a Entre Ríos y a otras partes…” comentaba los pasos dados por Flores agregando “…solo me resta ahora suplicarle que confidencialmente no deje de comunicarme detalladamente aquello que Ud. crea sea conveniente al tiempo de la causa de la libertad que defendemos, pues yo y mis muchachos aspiramos nada menos que a tener algún día el placer de vernos reunidos todos, y brindar con Ud, -y sus otros colegas- por esa libertad querida que tanto sacrificio ha costado y a cuyo triunfo contribuimos con lo que nos es posible por poco que sea…” (17)
Los amigos de Flores se movieron con cautela pero sin limitaciones. Un primo hermano de Elizalde, Melchor de Belaustegui contrabandeaba armas para los colorados a través del paquete correo “Salto”. Cuando a través de informes sobre el contrabando se detuvo al barco, aparecieron cajas con sables, carabinas, municiones, pólvora y equipos militares. La mercadería había sido comprada por Daniel Silva y Bustamante, antiguo comisario de guerra de Flores (18)
Después que Flores se retirara de Montevideo, luego de cañonearla, ante la llegada de Servando Gómez, el ministro inglés William Lestón salió a inspeccionar el campo sitiador. Sostiene el historiador Tjarks que “En el emplazamiento donde había estado la artillería “florista” halló un valioso “souvenir” que describirá al Foreing Office en Londres. Era la tapa de una caja de munición vacía, con la sugestiva inscripción “A .N. Buenos Aires- 10-6- metralla” Las iniciales pensaba Lestón podían significar o Arsenal nacional o Artillería Nacional. Sin duda la administración militar argentina se preocupaba poco por la desaparición de sus existencias. El hallazgo de Lestón confirma uno de sus anteriores a Lord Russell “No tengo duda que la conducta del gobierno de la Confederación Argentina en todo lo que concierne a la invasión de este país por el general Flores es desleal hasta el extremo” Coincidente con esto señala Tjarks que el 12 de agosto de 1864, Eduardo Olave, oficial colorado uruguayo residente en Entre Ríos, le escribía a Juan Carlos Gómez, correligionario y compatriota, que le enviara carabinas y 200 puntas de lanza que le entregaría el Comandante Julián Martínez, Jefe del Arsenal militar de Buenos Aires . Le decía “El puede conseguirlas o hacerlas hacer” (19)
En la isla Martín García, que se encontraba debidamente fortificada, también se recibía el armamento para Flores, que despachaba Fermín Ferreira y Artigas, siendo remitidas luego a Fray Bentos. Es singularmente explícito lo que éste dijera a Mitre años después. “Nosotros, los colorados uruguayos, nunca olvidaremos los importantes servicios prestados por el General Mitre a la cruzada libertadora, dirigida por el difunto General Flores (20)
En agosto de 1863, el vapor de guerra argentino, Pampero, llevó a Fray Bentos armas despachadas desde Buenos Aires, entre ellas fusiles que pertenecían al batallón 2 de línea, todo lo cual no podía ser ignorado ni por Gelly y Obes, ni por las restantes autoridades del ejército. Se llegó al extremo de pretender la colaboración personal de Mitre para los uniformes del ejército de Flores (21)
Efraín Cardozo y Germán Tjarks, que no se convencían de la responsabilidad de Mitre en esos movimientos, sostuvieron la tesis de que solo estaba interesado en preservar la paz, pero se encontraba fatalmente atado a seguir la corriente de los acontecimientos políticos. Para ellos, los movimientos de su círculo más íntimo a favor de la revolución florista lo habían situado en una posición extremadamente difícil. No podía romper abiertamente con ellos, pues eran sus colaboradores más eficaces, ni impedir los movimientos que realizaban. Creyeron que las especulaciones de Mitre estaban dirigidas a observar el desarrollo de los acontecimiento, para adoptar luego una posición abierta y definida en la cuestión oriental, mientras se manejaba ambiguamente y dejaba hacer. Comentando una larga reunión mantenida con Mitre hasta la una de la mañana, el Barón de Mauá le escribía a Juan José de Herrera “Mitre conoce que semejante manifestación (la neutralidad) significa romper abiertamente con el elemento exaltado que lo rodea, pero declara estar resueltamente dispuesto a entrar en ese camino, una vez que tenga la base de esta política que es el acuerdo internacional que tenga por lo menos la sanción moral del Brasil. Antes de ese acuerdo declara no poder prescindir del elemento exaltado por los tanto, que no tiene mas remedio que cerrar los ojos a los actos de ese partido; desde que sino fuera posible evitar un rompimiento sería locura privarse de ese apoyo, o quebrar las armas en que tiene que apoyarse en la hipótesis de una guerra…” (22)
Planteando las cuestiones ideológicas que tanto lo preocupaban, Elizalde confesaría años después “El gobierno de Montevideo era la representación del enemigo de la causa liberal que Buenos Aires había concretado en gobierno argentino. Fiel a sus antecedentes y bajo la presión del horrendo crimen de Quinteros que nunca podía esperar fuese santificado por el gobierno argentino, no podía dejar que este gobierno se consolidase, pues veía en él a un enemigo fatal “ (23) y Mármol creyó que “La disyuntiva para Mitre era ésta: o pedir a sus cinco ministros la renuncia, destituir a todos los empleados de la capitanía del puerto y hacer saber a sus empleados militares que él era el general en jefe de su ejército y al pueblo de Buenos Aires que el Presidente de la República es el encargado de las relaciones exteriores de su país y que no puede haber gobierno neutral y pueblo aliado, o cerrar los ojos y dejar que fuese de aquí todo lo necesario”
Vemos entonces que la proclamada neutralidad era ni más ni menos que una ficción, ya que no se trataba solo de la colaboración de hombres, el envío de dinero o un menguado apoyo moral, sino que el armamento imprescindible salía de Buenos Aires, y nadie lo ignoraba. Paranhos lo hizo público en el senado de su país, y Félix Frías hizo lo mismo en la sesión del Senado del 21 de julio de 1866. Para los que se ocuparon del tema, todas estas afirmaciones excluyeron siempre al General Mitre, quien supuestamente se encontraba al margen de los hechos y solamente dejaba hacer a sus subordinados. Más allá de lo insostenible de esta posición, que significa desconocer las formas de manejarse del Presidente y su indisputable autoridad, existen una serie de documentos que hemos de mostrar, donde podrá observarse la indudable y expresa colaboración de Mitre con Flores, y como esa colaboración se extendió al imperio del Brasil cuando se produjo el sitio de Paysandú.
LA VIEJA IDEA DEL IMPERIO DEL BRASIL
El cambio del gabinete imperial en enero de 1864, llevó a sus políticos liberales a retomar una vieja idea para influir de distinta manera en el Plata. El Uruguay sería el primer paso que era necesario dar y el Paraguay la culminación de una política que fue madurándose apresuradamente, para consolidar los planes expansionistas..
En mayo de 1864, el Ministro de Relaciones Exteriores del Brasil, Joao Pedro Díaz Vieira, envió en misión especial a Montevideo a José Antonio Saraiva para reclamar al gobierno uruguayo sobre pretensiones formuladas oportunamente y no contestadas por éste.. Las instrucciones que se le habían dado, importaban tener en cuenta que toda negativa por parte del gobierno blanco, implicaría el derecho de Saraiva de recurrir a la fuerza para obtener se hicieran lugar a lo que pretendían ser justos reclamos. Las amenazas estaban respaldadas por los buques de guerra de la armada imperial, que el Almirante Barón de Tamandaré tenía fondeados en el Puerto de Montevideo, más cinco mil hombres al mando del Gral. Menna Barreto que estaban listos para combatir si fuera necesario. Mostrando cual era el real objeto de la misión que se le encomendara Saraiva le pidió instrucciones a Díaz Vieira el 28 de mayo de 1864 para que se lo autorizara si fuera preciso con el gobierno argentino “acerca de cuanto interesa en el Estado Oriental, sea para la paz o la ocupación del territorio de esa república”(24)
Antes de la partida de Saraiva se habían realizado diversas reuniones para instrumentar de la manera más adecuada la misión que se llevaría a cabo. El pretexto usado en la ocasión, eran las viejas reclamaciones no satisfechas desde 1852, mientras que el verdadero objetivo consistía en respaldar a Flores en su proyecto revolucionario, para así poder controlar al Uruguay, poniéndolo bajo la influencia del imperio. A tal punto era realidad esa cuasi alianza, que el banquete que se le dio a Saraiva en el Club Fluminense, antes de su partida, presentaba el aspecto de una reunión de colorados (25). Desde esa época se analizaba el proyecto de una alianza con la Argentina por parte de algunos consejeros imperiales para quienes el viaje de Saraiva era de gran importancia a fin de estrechar vínculos políticos y ver hasta donde llegaría la afinidad de Mitre con el gabinete brasileño. Saraiva haría presente ese propósito en un oficio enviado a la cancillería de su país diciendo: “Me parece de gran conveniencia inspirar al Gral. Mitre la mayor confianza. Sin alianza todo nos contrariará. Con la alianza de Buenos Aires todo nos será más fácil. Es preciso pues adquirirla o prepararnos para grandes sacrificios” (26)
Una misión respaldada por la fuerza de las armas y con la alianza de Buenos Aires no podía fallar. Controlado el Uruguay a través de Flores, el proyecto expansivo del imperio tomaba una inocultable actualidad. Nadie había previsto las imprevisibles consecuencias de esa política. Solo el Barón de Mauá, preocupado por la inestabilidad de sus intereses, y las consecuencias que tendría para Brasil largarse a esa aventura, pudo ver con un poco más de claridad escribiéndole a Saraiva desde Río de Janeiro, el 5 de junio de 1864 “e si medidas coercitivas forem adotadas no fin encontrarnos-nos diante de sucesos que nao podremos dominar…” (27)
Si bien la puesta en marcha de la nueva política imperial se debía al cambio de gabinete, la idea venía de tiempo atrás. Desde el año 1863, estaba en Buenos Aires un viejo enemigo del Paraguay, Felipe Pereira Leal, como ministro residente del Brasil(28) y a fines de ese año exploraba la posición del gobierno de Buenos Aires sobre los sucesos que estaban ocurriendo en la Banda Oriental, insinuando la idea de una acción conjunta para obtener la pacificación de esa República. La diplomacia del imperio trabajaba para conseguir la alianza de Buenos Aires y el peligro de tal asociación no lo advertiría Mitre, que además de estar convencido de la acción que llevaba a cabo Flores en el Uruguay, se dejó llevar por una política inspirada por Elizalde, pero diseñada calculadamente desde Itamaraty. Estos peligrosos planes de asociarse con el imperio no se le escaparon a Mariano Balcarce, quien como Ministro de la Argentina en Paris, le escribió a Elizalde el 8 de octubre de 1863 “en mi humilde opinión el mayor peligro para nuestra república, viene de la política ambiciosa del Brasil, que no pierde ocasión de fomentar la discordia en esos países para debilitarlos e irse apoderando poco a poco del territorio oriental, como ha ocurrido ya en gran parte…” (29) , volviendo a insistir el 24 de noviembre, “Del Brasil es el que más debemos temer, pues desde la colonización de esos estados, su política ha sido invariable, es decir emplear todos los recursos posibles para apoderarse poco a poco del territorio oriental”
Elizalde, embarcado ya en esbozar el proyecto de unificación ideológica de los territorios, sabía perfectamente cuales eran las intenciones de Brasil que coincidían con las suyas. Una inocultable realidad mostraba que el liberalismo argentino y el brasileño no podían tolerar la nota discordante que significaba el gobierno de Montevideo, y aunque en 1863 no lo hubieran todavía explicitado, el Paraguay de López era un obstáculo a la política de las afinidades ideológicas y había que encaminarlo en el sendero de las nuevas ideas. El 11 de diciembre, Elizalde le enviaba una nota confidencial a Balcarce comentándole que “…he recibido invitación del Ministro brasilero para acordar los medios de pacificar el estado oriental y después nuestra posición respectiva…Nosotros necesitamos armonizar la política de los tres gobiernos argentino, brasilero, oriental…Siempre que en ambas márgenes del Río de la Plata estén bajo la acción de gobiernos homogéneos o aliados (30)
Saraiva llegó a Montevideo en mayo de 1864, presentó credenciales el 12 y planteó sus reclamos al Canciller Herrera quien los desestimó por improcedentes. Mientras conjeturaba sobre los pasos a seguir, recibió una comunicación de Pereira Leal haciéndole saber que el gobierno argentino no haría objeción alguna al uso de cualquier medio para satisfacer sus justas demandas, manifestándole la intención de Elizalde de venir a Montevideo para contribuir a la terminación de la guerra civil y arreglar una paz sujeta a las condiciones que se querían imponer.
No voy a comentar los detalles del fracasado emprendimiento conjunto Saraiva-Elizalde-Thornton que no llevó la paz a la Banda Oriental, ante las desmedidas exigencias de Flores, por ser suficientemente conocido, pero me parece importante detenerse en la famosa conferencia llevada a cabo el 18 de agosto de 1864 en las Puntas del Rosario, porque indudablemente allí quedo prefigurada la alianza contra el Paraguay. Los datos de que se dispone no admiten una conclusión distinta, aunque se siga insistiendo hasta hoy que la triple alianza fue generada y discutida apresuradamente a partir de la invasión de López a Corrientes. Hay tres testimonios más que elocuentes: La carta enviada por Saraiva a Elizalde el 19 de mayo de 1865 donde escribía “por amor a la causa por la que abogué en el Río de la Plata, y de la que fue y es V.E. uno de los más ardientes colaboradores…Mucho sentía al retirarme, el retraimiento de la Confederación, aunque viese claramente los motivos de prudencia que actuaban en el ánimo del Gral. Mitre para esperar el ataque del Paraguay y no justificar de cualquier forma el procedimiento…”, la respuesta de Elizalde “Cuando nos vimos por primera vez en Montevideo éramos hombres de Estado que se acercaban a discutir bajo una nueva luz los negocios de su país. A los pocos días nosotros hicimos alianza y a los pocos meses la alianza existía entre los hombres pensadores de ambos países. Me ha tocado la fortuna de escribir después la Alianza que había hecho de antemano y teniendo por colega a un representante el más genuino de V.E. como lo es mi distinguido amigo el Sr. Octaviano, de modo que puedo decir que he firmado la alianza con V.E.. Pero hoy es preciso ser más que aliados, es preciso ser hermanos y que argentinos, brasileños y orientales seamos una misma cosa. Nosotros vemos ya al Brasil como a nuestro propio país, y de esta gran idea nacen todos nuestros medios de proceder…Aceptamos agradecidos el millón de duros. No se aflija, armas ya tenemos y pronto llegarán algunas más…, y finalmente la confesión de Saraiva a Nabuco el 1 de diciembre de 1891. “preparando por este medio las alianzas del Brasil contra el Paraguay, lo que conseguí, pues dichas alianzas se realizaron el día en que el ministro brasileño y el argentino conferenciaron con Flores en las Puntas del Rosario y no el día en que Octaviano y yo como ministro de estado firmamos el pacto...”
La actividad de Saraiva y las conversaciones que tuvo con Elizalde a las que no fue ajeno en ningún momento el ministro inglés, sirvieron para sumar al gobierno de Mitre a los planes del imperio de controlar el Uruguay, neutralizando cualquier influencia argentina, y llevar la guerra al Paraguay enfrentando a López, cuyo creciente protagonismo no resultaba tolerable.
La correspondencia Mitre- Elizalde no evidencia ninguna referencia a lo acordado, lo que resulta natural, ya que tales negociaciones no se explicitan por escrito, pero se pueden ver algunos atisbos en lo que trataran tal como surge de la carta del 21 de junio de 1864, donde Elizalde le decía respecto a las conversaciones a realizar “La más completa reserva es requerida para el éxito por causas que ni a escribir me atrevo” (31) o aquella otra: “Estamos conquistando la alianza del Brasil, como no es posible otra mejor” (32)
Se esbozaban así los acuerdos preliminares de una alianza que resultaba sustancial para las ambiciones del imperio. Con el fin de continuar las negociaciones, Saraiva viajó a Buenos Aires en julio y después de algunas discusiones de forma firmó con Elizalde el 22 de agosto un protocolo donde estableció la necesidad de “auxiliarse mutuamente en la cuestión oriental”. Quedaba documentada así, el comienzo de una nueva política como la definiría Elizalde, que había merecido la impugnación vehemente del diputado Martín Ruiz Moreno, cuando en la sesión que pidiera para interpelar al ministro, le planteara que “ Las causas que hoy mueven al Brasil a pisar el territorio del estado Oriental son idénticas, son los mismos pretextos que impulsaron a invadirlo en 1816 cuando era todavía provincia argentina” (33) conceptos que luego reafirmaría en carta a Mariano Olleros “el Dr. Alberdi no traicionaba a su país combatiendo la alianza con el imperio que nos tenía usurpada parte importante de nuestro territorio, que había sido y era nuestro émulo, una vez solapado y otras a cara descubierta, pretendiendo siempre cimentar su influencia rapaz y dominadora en el Río de la Plata (34)
Un mes después de la firma del protocolo, Saraiva le escribía a Elizalde: “Nuestra alianza íntima es la condición de la solución pacífica, razonable y pronta de las complicaciones del Río de la Plata. V.E. está en medio de los acontecimientos y los conoce bien: confíe en el Gobierno Imperial y trasmítale, por medio de nuestros ministros sus deseos y sus juicios sobre las cosas, en la certeza de que la opinión del Gobierno Argentino es hoy considerada en el imperio como muy esclarecida y sincera…Nuestros gobiernos llegarán aun al punto en el que parece estar la solución de todo. Dejemos pues, a la prudencia y al patriotismo del Emperador y del General Mitre ver cuando y como nuestra alianza debe tornarse más clara y más decisiva en los acontecimientos…”(35)
La respuesta de Elizalde sería contundente respecto a los propósitos que se perseguían: “He visto la carta de V.E. al general Mitre y el alcance que tiene. El Paraguay no hace, ni hará ni puede hacer nada. A este respecto he hecho al Señor Leal declaraciones muy explícitas que trasmito al gobierno imperial. Nosotros y con nosotros todo el país, estamos íntimamente persuadidos que nuestra alianza es la condición, no solo de la solución de las dificultades presentes, sino del progreso y bienestar de los pueblos del Río de la Plata y el Brasil…” Además de estas expresas referencias a la alianza, Elizalde estaba bien informado sobre los aprestos militares brasileros ya que el 12 de octubre entraba Mena Barreto en Yaguarón y el almirante Tamandaré se estacionaba en Paysandú para preparar la destrucción de la ciudad, contando con la estrecha colaboración de Mitre a través de uno de sus hombres, el coronel Murature, quien le haría llegar información sobre los movimientos de las fuerzas leales, le suministraría materiales bélicos, y hasta le haría indicaciones técnicas sobre la mejor manera de bombardear la ciudad.
LA NEUTRALIDAD DE MITRE
Para no entrar en precisiones semánticas sobre el significado de la neutralidad, ni en aquellas sutilezas a las que son tan afines los diplomáticos, cuando se refieren a los diversos actos que se pueden considerar de beligerancia o no beligerancia, me parece oportuno mostrar como definía el Gral. Mitre el concepto de neutralidad. Ante un enganche clandestino de fuerzas efectuado por los blancos en la provincia de San Luís que le fuera informado por el gobernador de esa provincia, la contestación que recibe del presidente precisará en forma estricta los términos de cómo la concebía. “Siendo el gobierno de la nación neutral en las cuestiones que se agitan en la República Oriental, según lo ha declarado, no puede consentir que en su territorio se hagan enganches de hombres para ninguno de los beligerantes en aquel país; y los que se ocupen en este ilícito negocio quebrantan, a sabiendas, los principios que tiene que observar el gobierno, consecuente con aquella declaración, y se hacen justicia por los tribunales del país por tal delito… Por todas estas consideraciones, en cumplimiento de sus deberes como agente natural de este gobierno y en prevención de males futuros, que pueden sobrevenir a esa provincia, no debe usted permitir que sigan adelante con el enganche referido, procediendo a la aprehensión de sus agentes, los que debe poner a disposición de los jueces ordinarios para que sean juzgados y sentenciados como corresponde” (37) Como puede observarse, el simple enganche de personas que lo hacían con entera libertad, era considerado por el presidente argentino no como un acto irregular sino como un delito que debía ser materia de juzgamiento por los tribunales ordinarios. Esta severidad que se ejercía con los blancos no era para nada extensiva a los requerimientos de Flores, y para colaborar con su revolución estaba todo permitido, como tiempo después se haría lo mismo con las fuerzas del imperio.
Si bien se trató de cuidar las formas, y en los documentos oficiales que habitualmente se citan se proclama insistentemente ese carácter de país neutral, los hechos demuestran a cada paso lo contrario, y al respecto no está demás recordar el sumario efectuado por el gobierno oriental en marzo de 1864 a Federico Baras, ayudante de Flores, cuando se secuestró una gran cantidad de armamentos, quien detenido, confesó que “el citado Ferreira, lo puso en posesión en calidad de sobre-cargo de un paillebot con bandera argentina, cuyo cargamento consistía en cuatro mil vestuarios y algunos cajones de municiones, que al recibir esta comisión, le fue también entregado por el mismo presidente (Ferreira) una carta para el almirante de la escuadra argentina, Alejandro Murature; que se hizo a la vela conduciendo a mas una nota que le dieron para el Gral. Flores, a quien debía entregar la carga y un jefe y siete oficiales,…llegó a Martín García, presentó la carta a que se ha referido, al citado almirante y éste le mandó poner a bordo, una pieza de artillería de a seis que hizo trasbordar del vapor de guerra argentino Veinte y cinco de Mayo, dio espía al paillebot y lo remolcó hasta Fray Bentos donde terminó su misión el que depone…que los uniformes fueron tomados en una caja de Buenos Aires, calle de Maipú, dos cuadras de la Plaza del Retiro, donde el que declara ha visto una especie de comisaría con toda clase de aprestos bélicos..” (38)
Una de las personas claves en la colaboración secreta de la fuerzas argentinas con los hombres de Flores y luego con las del imperio como ya dijera, sería el coronel José Murature, jefe de la escuadra argentina y que tenía amistad con el general Mitre, con el ministro Elizalde, y una íntima relación con el Gral. Juan Andrés Gelly y Obes, con el que se tuteaba. Murature se convirtió en un eficaz y silencioso instrumento de Mitre, y bajo sus expresas instrucciones estuvo enviando información sobre lo que ocurría con los revolucionarios, desde el inició de la invasión a la Banda Oriental, refugiando a los colorados que huían y colaborando con la fuerzas de Flores en todo lo que se le pedía.
Además de cumplir las ordenes recibidas Murature estaba consustanciado con las ideas de sus jefes y lo aclaró en una nota que le enviara a Elizalde desde Paysandú el 14 de agosto de 1863 diciéndole “ Continuamente me he visto en la precisión de tener que amparar colorados que huyendo de los severos castigos a que son sujetados por sus enemigos políticos, huyen hasta lograr llegar a este ambulante territorio argentino teniendo yo después que mandarlos a Entre Ríos y a otras partes…Solo me resta ahora suplicarle que confidencialmente no deje de comunicarme detalladamente aquello que Ud. crea sea conveniente al tiempo de la causa de la libertad que defendemos, pues yo y mis muchachos aspiramos nada menos que a tener algún día el placer de vernos reunidos todos, y brindar con Ud. –y sus otros colegas- por esa libertad querida que tanto sacrificio ha costado y a cuyo triunfo contribuimos con lo que nos es posible por poco que sea…”(39)
El 28 de julio de 1863 Murature le escribe a Mitre “…pasaré a darle una gran noticia. El 24 del corriente a la 1 del día, como a cuarenta leguas del pueblo de Salto, y a varias de Tacuarembó…tuvo lugar un encuentro entre las fuerzas del Gral. Lamas y las del Gral. Flores… el cual dio por resultado la derrota completa de las fuerzas del gobierno” y mostrando ya los inicios de una colaboración con los revolucionarios agrega “Solo esperando que aprobando V.E. cuanto he hecho, se sirva comunicarme confidencialmente cuanto deba hacer para corresponder como debo a los deseos de su gobierno…” (40). Durante todo el mes de agosto, y con una regularidad, que alcanza a veces hasta tres cartas por semana le informará de todo lo que vaya ocurriendo: Los movimientos de Flores, la incorporación de tropas, entrevistas con Urquiza, donde este pidiera que no lo involucraran, contándole también que se desembarcaron tropas y armas desde el barco “El Pampero”, escribiéndole él al comandante para que no comprometiera a Mitre (41) Los hombres del Presidente extremaban sus esfuerzos para que sus decisiones de ayudar a Flores no se conocieran.
El 16 de agosto le comenta la toma de Fray Bentos por las fuerzas de Flores, y el 18 le avisa sobre mensajes cruzados entre Lamas y Urquiza. Los informes son precisos y más allá de sus comentarios, son generalmente relatos de lo que ve, y de las informaciones que recibe, además de pedirle constantemente instrucciones de lo que debe hacer tal como surge de la nueva carta enviada el 3 de septiembre “Espero que confidencialmente me dará sus instrucciones para poder manejarme en lo que pueda suceder, pues de ningún modo quisiera ni involuntariamente comprometer al gobierno (42) El 11 de septiembre le dice: “ No haga caso V.E. del modo misterioso como recibo las noticias, pues así lo requiere la necesidad que me impone el deber que tengo de no comprometer al gobierno de V.E.. Por medio de algún dinero y de esta misma persona he logrado que Caraballo supiera que de Entre Ríos debían pasar caballos y hombres a los blancos. Todo esto lo he hecho sin comprometerme en lo más mínimo… (43)
Las actividades que realizaba Murature de acuerdo a las instrucciones de Mitre en favor de la revolución florista debieron haber trascendido, lo que alarmó a éste quien temeroso que se descubriera lo que hacía nada menos que el jefe de la escuadra argentina y se pusiera en tela de juicio su proclamada neutralidad en la cuestión oriental, le escribió a Murature, expresándole sus reparos de que fuera descubierto y éste que manejaba con gran frialdad su complicidad con Flores le contestó el 22 desde el Puerto de Paysandú “ En mi poder su apreciable del 15 de corrte. Por la que veo que V.E- abriga el temor de verse obligado a expedirse con severidad en el caso de que se le denunciase oficialmente cualquiera de mis actos que comprobado: pudiera importar un rompimiento de la neutralidad que V.E. ha prometido públicamente guardar. A este respecto V.S. no debe guardar el más mínimo recelo pues, nada, nada podrá probárseme, porque para nada figuro yo, ni mi letra, ni en mi nombre en el asunto aquel que le participé. A este respecto estoy perfectamente tranquilo, pues como dije a V.E. entonces: conozco bien la responsabilidad que pesa sobre mí y la delicadeza con que debo proceder para no comprometer en nada al gobierno de V.E. Por esta parte espero que se tranquilizará Ud. con las seguridades que le doy…” (44) Estas actividades que se daban de patadas con la proclamada neutralidad, debían permanecer secretas respondiendo a lo que Mitre le confesara a José María Gutiérrez “Ud sabe mi axioma: un hecho nunca probado, nunca probará nada…”
Teniendo informes Murature del paso de algunos hombre para unirse a las fuerza leales al gobierno oriental, avisó a Mitre, quien le respondió el 21 de septiembre “ Nada hay que extrañar en el pasaje desde Entre Ríos de algunos hombres y otros elementos bélicos a favor del Gobierno Oriental, si se recuerda que con igual o mayores facilidades y en mayor escala iguales elementos pasaron también y continúan pasando para el General Flores...” (45) Aunque Mitre no creía en ellas, existían grandes sospechas sobre la ayuda prestada por Urquiza al gobierno de Berro, y para tener la certeza de lo que realmente sucedía le ordenó a Murature que vigilara sobre tal posibilidad, haciéndole saber todo lo que pudiera conocer respecto a esa colaboración
Los informes continuaron semana a semana y en algunos casos diariamente, previniéndole a Mitre que por razones de seguridad mandara la correspondencia a través del Ministerio de Guerra. El 20 de octubre le escribe que Manduca Carabajal y un Mayor Fideles componen la división de Caraballo que consta de 1160 hombres, con 3500 caballos que llevan y están bien armados, agregando que “El Gral. Caraballo piensa sitiar este pueblo por cuatro o cinco días hasta que Flores lo llame… El Gral. Caraballo aprovechando la noche ha venido a bordo a verme, habiéndose embarcado a distancia de una legua al N. de la costa. El me ha contado todos esos detalles, encargándome le de sus recuerdos afectuosos…” (46) El 17 de diciembre le informa sobre embarques de Martín García y la necesidad de víveres, y en la última carta de diciembre, fechada el 23 efectúa una crítica a la forma en que fue llevado el primer ataque a Paysandú diciendo que se careció “del tesón necesario para no retroceder como lo dejé indicado” (47)
EL SITIO Y DESTRUCCION DE PAYSANDÚ
Después de todos los sucesos que dieron origen a la frustrada intervención de Elizalde; Saraiva y el ministro inglés Thornton, se produjo el ultimátum enviado por Saraiva al gobierno Oriental para que se hiciera lugar a las reclamaciones planteadas por el imperio, haciéndole saber, que de no hacerlo, se tomarían represalias, para lo cual la flota del Almirante Tamandaré estaba ya estratégicamente ubicada.
A fines de agosto, Tamandaré hizo notar la presencia de sus fuerzas cañoneando el “Villa del Salto, preanunciando el avance que se había decidido sobre territorio uruguayo. En conocimiento de cómo se llevarían adelante las operaciones el gobierno instruyó Murature, para que se instalara con los buques bajo su mando en los Puertos Argentinos de Concordia, Concepción del Uruguay y Gualeguaychú. En la nota enviada por el Gral. Juan Andrés Gelly y Obes, el 6 de septiembre de 1864, le ordenaba “Mantendrán comunicación con los buques de guerra brasileros que se hallen en los puertos del Uruguay y se recuerda se guarde con los Comandantes de los mismos la más cordial relación” (48)
El coronel Murature, en cumplimiento de las instrucciones recibidas, ubicó a los buques en los lugares asignados, pero antes nuevas ordenes se dirigiría con el buque insignia a Paysandú, desde donde diez días después comunicará a unos de los jefes brasileños Francisco Pereira Pinto, la ubicación del buque “25 de mayo”, quien responderá al día siguiente, agradeciendo la deferencia de haberle trasmitido las ordenes del gobierno, le hablará de las buenas relaciones entre los dos países diciendo que aprovecha la ocasión “para encarecer a V.E. sus servicios particulares a la fuerza bajo su mando por todo cuanto sea conveniente” (49).
Contando con la cercanía de ambas escuadras, la relación de Murature con el Barón de Tamandaré dejó de ser una relación simplemente formal, para convertirse en una suerte de colaboración permanente, donde el jefe de la escuadra argentina prestaría todos los auxilios que le fueren requeridos a la armada del imperio todo lo cual informaría a Mitre, reiterándole lo instruyera confidencialmente sobre lo que debía seguir haciendo.
El 8 de diciembre de 1864 Murature le cuenta a Mitre que “anda bien con el Barón de Tamandaré” y le adjunta un informe diario de las operaciones, en el que se incluye una nota reservada que da cuenta de gestiones de Francia para suspender los ataques Le comenta que el Barón le dará personalmente las informaciones pero que él no quiere dejar de darle los detalles, diciéndole que han recibido a bordo de uno de los buques, el “Guardia Nacional” a seis heridos de los colorados (50)
El 14 de ese mes, encontrándose a bordo del buque de guerra “Guardia Nacional” Murature continuará con sus informes “Llegó de madrugada el vaporcillo antes Concordia, hoy armado por los brasileros con los pertrechos de guerra que se habían mandado buscar al Salto el 10. En otra embarcación vino una pieza de artillería” comentándole que el ataque a Paysandú es un accesorio del Plan General de Operaciones que se está llevando a cabo (51). Esto lo sabía por habérselo comunicado el Barón de Tamandaré, quien le informaba de todos los aprestos militares, además de requerir de sus servicios, que eran prontamente satisfechos. Es así que ante una nueva colaboración de Murature, el Barón de Tamandaré le escribe el 15 de diciembre: “Acabo de recibir el oficio de V.E. de esta data y en respuesta tengo la honra de agradecerle el servicio que acaba de prestarme, y de comunicarle que están dadas las ordenes para el desembarque de cañones… que vienen en el vapor Uruguay para la Escuadra Imperial “ (51)
Murature no se dio tregua en su ayuda a Flores y al imperio, facilitando los elementos que le pidieron y comunicándole a Mitre cada paso que daba fiel a las instrucciones recibidas. En sus conversaciones con Tamandaré quien se aprestaba a bombardear Paysandú le sugiere cual debe ser la mejor manera de emplazar la cañonera “Paranariba”, para que domine toda la ciudad y puedan ser más efectivos los disparos que efectúa. El almirante brasileño no desoyó los consejos, ubicando el barco, donde se le había propuesto y al tener noticia de ello, Murature le escribe a Mitre cuando va a empezar el cañoneo de la ciudad “Tengo la satisfacción de poner en conocimiento de V.E. que no ha sido desoída del mismo Barón mi experimentado consejo “(52)
Los informes continuarán, y la íntima relación con el Barón de Tamandaré le permitirá conocer todos los movimientos militares que se preparan y los que se van a realizar, además de contar con los buques del imperio para enviar todas las comunicaciones reservadas a Buenos Aires y la correspondencia que Flores le entregara, interceptada al Gral. Saa (53). Se reunirá con Flores y con Tamandaré y visitará junto con éste el campo del ejército brasilero, entrevistándose con el Gral. Mena Barreto para luego, según las instrucciones de Mitre informarle de todo lo que vaya ocurriendo. Cuando se ultiman los detalles para el asalto final a la ciudad, mientras se la cañonea incesantemente causando daños a la población civil, Murature le escribirá a Mitre “Flores lleva un pequeño batallón brasilero de línea. Su fuerza total con la que se mueve dejando caballería al frente de Paysandú se estima en 3000 hombres…Me han pedido cosas que he facilitado y es motivo de un pedido que va hoy”.(54)
Las entrevistas regulares de Murature con Tamandaré y Flores, le dieron la posibilidad de tener una privilegiada información de todo lo que iba sucediendo, además de conocer con rigurosa exactitud la cantidad de fuerzas militares que se movilizaban y que luego de invadir el Uruguay sería dirigidas al real objetivo: el Paraguay. El 26 de diciembre le escribe a Mitre: “tengo noticias seguras del mismo Gral. (Flores) y del Barón Tamandaré que el Gral. Mena Barreto con todo su ejército se hallaban en el Arroyo Negro… las fuerzas de este jefe según dicen se componen de 7 a 8 mil hombres.” (55).
Además de la fluida comunicación y ayuda a las fuerzas brasileñas, también se despachaba la correspondencia a Buenos Aires a través de cañoneras del imperio, y la correspondencia que Urquiza le mandaba a Flores, era entregada a Murature para que le informara a Mitre del contenido de cada nota.
El 2 de enero de 1865, por mediación de Murature, Venancio Flores le intimó rendición al Gral. Leandro Gómez, garantizándole las vidas de los jefes y oficiales y dándole una hora y media para la entrega de la guarnición, tal como surge del documento existente en el archivo de Murature. Los hechos se sucedieron atropelladamente y mientras Gómez redactaba la respuesta, se produjo la irrupción de las fuerzas de Flores y del imperio, entrando el marino argentino atrás de las fuerzas invasoras con la intención de evitar una innecesaria efusión de sangre.
Contándole lo ocurrido Murature le escribiría a Mitre el 3 de enero de 1865 “Aunque me lanze a la plaza tras de la columna de ataque al saber que se habían rendido los sitiados no llegué bastante a tiempo para evitar la muerte de Dn Leandro Gómez y otros tres jefes y oficiales ejecutados sin orden superior…yo me hallaba esperando desde antes de ayer, los miembros de una comisión que se proponía arreglar una capitulación, más impuesto por una carta del Coronel Soarez de lo que sucedía, vi que no había tiempo que perder…creo que V.E. no me desaprobará esta ingerencia que tomé para evitar efusión de sangre y hacer respetar los derechos de la guerra. Cuando fui a la plaza, llevaba la palabra del Gral. Flores de garantir la vida de todos los prisioneros…” (56)
La caída de Paysandú, con su secuela de saqueos y asesinatos, efectuada por los “libertadores” colorados y los liberales del imperio con el auxilio del gobierno de Buenos Aires, no mereció que “La Nación Argentina” el diario oficial de Mitre o “La Tribuna” comentaran los horrores de esa tragedia. Un testigo insospechable de parcialidad, Julio Victorica, que estuviera en la ciudad enviado por el Gral. Urquiza para evitar la muerte de Leandro Gómez y los otros jefes cuenta “Conservo viva, todavía, la impresión que me produjo la ciudad vencida. La recorrí el 2 de enero; día de calor insoportable, cubierta de nubes de polvo y cuando estaba entregada al saqueo por soldados melenudos que abrían las puertas a balazos, vociferando como indios. En la plaza y sus inmediaciones que era el sitio en que se había reconcentrado la defensa, paredes demolidas y techos derrumbados, demostraban los estragos del bombardeo…A cada paso, en las calles, se encontraban osamentas de animales muertos de hambre o heridos por las balas. Aquello aterraba (57) El horror tampoco se le escapó al Gral. Benjamín Victorica quien haciéndose eco de la tragedia le diría a del Carril “La pluma se resiste a trazar todos los dolores sufridos, toda la heroicidad del martirio, todos los horrores cometidos en Paysandú. Sus detalles sobrepasan todo lo escrito y acaecido en el mundo entero. Quinteros, el Posito son hechos inocentes comparados con Paysandú. El saqueo, el incendio, el asesinato han continuado dos días después de la toma a traición del pueblo” (58) Ninguno de los dos podía suponer que las fuerzas argentinas hubieran contribuido a esa tragedia.
En el archivo de Murature quedó como testimonio de su credulidad inicial de que serían respetadas las vidas de los heroicos soldados una carta que pensaba enviarle a Flores, comunicándole que pondría en conocimiento del gobierno argentino “la noble conducta observada por V.E. en el día de ayer y después del completo triunfo que a las ordenes de V.E. obtuvieron sobre esta plaza de Paysandú los ejércitos combinados…para empeñar la palabra de honor de V.E. y la de su digno aliado a fin de garantir la vida a los prisioneros lo cual ha sido cumplido…” Pensó equivocadamente en la clemencia de los aliados, hasta que fue testigo presencial, de que no habría contemplaciones y que la venganza se ejercería implacablemente sobre los enemigos, y por supuesto no la hizo llegar. No solo ya habían sido fusilados Leandro Gómez, y los comandantes Eduviges Acuña Juan M. Braga y Federico Fernández, sino que la matanza seguiría con sargentos, capitanes, tenientes y otros muchos soldados. Las lamentaciones posteriores de Flores, Tamandaré y los otros jefes resultarían irrelevantes y una evidencia más de la absoluta hipocresía con la que se manejaron los vencedores y sus aliados. Como atinadamente lo expresara Cárcano “El almirante, el Gral. Flores, el gabinete de San Cristóbal, condenan el asesinato alevoso delante de la figura dura y heroica de Leandro Gómez. Es de buen estilo lamentar los extravíos que los mismos protestantes responsables pudieron evitar. La orden salvadora siempre llega después de la muerte. Basta su ineficacia para salvar la culpa y la dignidad circunstanciales (59)
Las cartas extractadas, constituyen una evidencia incontrovertible, de la responsabilidad efectiva del Gral. Mitre en la ayuda prestada a Flores y a sus hombres, y en la posterior colaboración con las fuerzas militares del imperio del Brasil. Si siempre existieron las sospechas; si muchas voces contemporáneas a los hechos se alzaron para mostrar la falta de neutralidad del gobierno argentino, los apologistas del Gral. tejieron multitud de explicaciones para tratar de demostrar que eran imputaciones que no se podían probar y que las autoridades argentinas habían sido siempre prescindentes. (60) En los casos donde se intentó mostrar que esa neutralidad no había existido nunca, se adjudicó toda la responsabilidad a los hombres del Presidente. Se trató de preservar a toda costa la imagen de Mitre, sin tener en cuenta que no resultaba posible admitir que sus ministros y otros subordinados procedieran a sus espaldas, encontrándose él después con hechos consumados que no podía desautorizar. En el caso de Murature, si bien dependía funcionalmente del Ministro de Guerra y Marina Gelly y Obes, su actividad la reportaba a Mitre y las instrucciones las recibía de él, más allá de algunas órdenes oficiales que encubrían sus trabajos secretos.
Al estudiarse le guerra civil iniciada por Flores, y el posterior conflicto entre Brasil y el Imperio y luego entre éste y el Paraguay, no se quiso se quiso ver una realidad que surgía con toda evidencia y contrastaba con las exposiciones públicas de Mitre reafirmando siempre el principio de neutralidad. A nadie se le ocurrió reflexionar sobre el concepto de autoridad que tenía el presidente, y la ninguna posibilidad de que se tomaran decisiones de relevancia sin su consentimiento. Su amigo el ministro chileno José Victoriano Lastarria se lo había escrito con singular contundencia “De lo que hago responsable a su gobierno es de todo lo que se dice y de lo que se hace aquí y en la Banda Oriental, contra su pretendida neutralidad. Sea neutral, pero séalo de veras y no como lo fue en la cuestión oriental…Mi voz es la del amigo que grita al amigo que va a caer en un precipicio. No me hable estirado, sea bueno y franco conmigo y convénzase de que Elizalde, o como Ud. dice tan oficialmente el “doctor” Elizalde, lo pierde con su política falaz de vieja pilla, cuya hilacha se descubre en la lengua “
NOTAS
1.- Además de la reflexión personal que me hiciera el Dr. Enrique de Gandia; durante la década del 30 él había escrito en el prólogo de un libro del Gral. Baldrich sobre el petróleo que las guerras “tienen sobre todo causas invisibles que solo conocen muy pocas personas y a veces permanecen ocultas durante largos años y acaso siempre”
2.- Luís A. Moniz Bandeira, La Formación de los Estados en la Cuenca del Plata, Grupo Editorial Norma, Buenos Aires, 2006, pág. 199
3.- ibidem, pág. 232
4.- El ejemplo más notable es quizás el Francisco M. Doratioto, autor de Maldita Guerra, Emece, Buenos Aires, 2005. Este libro, profusamente publicitado y que recibiera desmesurados elogios en Buenos Aires y Asunción, enfoca con una superficialidad notable los orígenes de la guerra a los que sola le dedica 70 de las 700 páginas de la obra. Contrariamente a lo que se dijera, no destruye ningún mito; y construye otros, volviendo a la vieja versión oficial de la culpabilidad del Mariscal López. En nuestro libro de próxima aparición mostramos minuciosamente la liviandad de la obra y sus equivocaciones. Pero hay otros que podría citar, pero sería extender demasiado estas largas páginas.
5.- Esas excepciones son el trabajo de Germán Tjarks, “Nueva Luz sobre los Orígenes de la Triple Alianza” en Revista Histórica. Instituto Histórico de la Organización Nacional, To 1, No 1; el libro de Lidia Besouchet, José María Paranhos- Vizconde de Río Branco, Viau, Buenos Aires, 1944, el libro ya citado de Moniz Bandeira, y el trabajo de Isidoro J. Ruiz Moreno, “La Política entre 1862 y 1880, en Nueva Historia de la Nación Argentina, Academia Nacional de la Historia, Planeta, Buenos Aires, To IV, Págs. 453 a 480, quienes plantean perfectamente el tiempo en que se realizó la alianza entre la Argentina y Brasil, y la política expansiva del imperio a la que Mitre se sometiera.
6.- Germán Tjarks, en su obra citada atribuye solamente al grupo liberal que apoyaba a Mitre y a su Ministro Elizalde las maniobras que condujeron a participar de la revolución de Flores y la posterior alianza con el imperio. A pesar de su rigurosidad, el distinguido historiador, no se animó a cuestionar la neutralidad del Gral. Mitre.
7.- Alejandro Olmos Gaona, “Alberdi y dos Diplomáticos Paraguayos” en “Todo es Historia”, agosto de
1984.
8.- Louis Schneider, A Guerra Da Triplice Alianza contra o Governo da República do Paraguay, anotado por José M. Da Silva Paranhos, Río de Janeiro, 1902 T.I pág. 32-33
9.- Los ejemplos de los Archivos de Mitre, Justo, Roca, Saavedra Lamas, Murature, entre otros que podrían citarse son una muestra de ello. Sobre la interrupción de la correspondencia, puede verse. Correspondencia Mitre-Elizalde, con Prólogo de Luís Elizalde y Advertencias de James Scobie y Palmira bollo Cabrios. Universidad de Buenos Aires.
10.- Washington Lockhart, Venancio Flores, un Caudillo Trágico, Ediciones de la Banda Oriental, Montevideo, 1976, pág. 47
11.- ibidem pág. 48
12.- Museo Histórico Nacional de Montevideo. Archivo Diego Lamas, cit. Por Alicia Vidaurreta , “La Emigración Uruguaya en la Argentina” en Revista Histórica, Instituto Histórico de la Organización Nacional, Año II No 6, Buenos Aires 1980, pág. 188
13.- Archivo del Gral. Bartolomé Mitre , La Nación, Buenos Aires, 1913, To XXVII pág. 131-133
14.- La Tribuna, 23-4-1863, cit. Por Efraín Cardozo, Vísperas de la Guerra del Paraguay, Buenos Aires, 1954, pág. 15
15.- Archivo general de la Nación. Estado de Buenos Aires, Ministerio de Guerra y Marina. Copiador 1862-1863, orden 664 del 20-4 1863, cif. G. Tjarks, ob. cit. Pág. 139
16.- El Dr. Rufino de Elizalde y su Época a través de su Archivo, Universidad de Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras, Buenos Aires, 1973, To IV pág. 152-153
17.-ibidem, pág.155
18.- G. Tjarks, ob. cit. pág. 141
19.- ibidem, pág. 144
20.- ibidem, pág. 145
21.- Carta de Juan José Montes de Oca a Delfina de Vedia de Mitre, del 24 de septiembre de 1864. Archivo Inédito del Gral. Mitre, en adelante AIGM C.13, c.41, doc. 12.320
22.- Lidia Besouchet, Mauá y su Época, Buenos Aires, 1940, pág. 191
23.- La República, Buenos Aires, 21-12-1868, cit. Por Efraín Cardozo, ob. Cit. Pág. 15
24.-Correspondencia E Documentos Officiales a Missao Especial Conselheiro José Antonio Saraiva, Bahía, 1872, pág. 27
25.- Alberto de Faría, Mauá- Ireneo Evangelista de Souza, Barao E Vizconde de Mauá, Río de Janeiro, 1926, pág. 358
26.- Correspondencia E Documentos Officiales a Missao Especial…. pág. 27
27.- Vizconde de Mauá, Autobiografía, 2ª Edición, Río de Janeiro, 1943, pág. 68
28.- El diplomático brasileño se había casado con una argentina: Mercedes Lavalle, y su hija Manuela Leal era la esposa del Ministro Rufino de Elizalde.
29.- El Dr. Rufino de Elizalde y su Época, To IV, pág. 99
30.- ibidem, pág. 112
31.- Correspondencia Mitre-Elizalde, pág. 118
32.- ibidem, pág. 127
33.- Diario de Sesiones de la Honorable Cámara de Senadores, 28 Sesión ordinaria del 22 de agosto de 1864
34.- Isidoro J. Ruiz Moreno,” Martín Ruiz Moreno Historiador” en Revista Histórica, To. V, Nos. 14-15, años 1985-87
35.- El Dr. Rufino de Elizalde y su….pág. 394
36.- ibidem, pág. 395
37.- Luís Alberto de Herrera, La Culpa Mitrista- El Drama del 65. Ed. Pampa y Cielo, To. II, pág. 43
38.- El Dr. Rufino de Elizalde y su ….. pág. 405-407
39. - ibidem, pág. 155
40. - AIGM, c.34, doc. 9812
41. - AIGM, c. 34, doc. 9820
42. – AIGM, c. 34, doc. 9829
43. – AIGM, c. 34, doc. 9831
44. – AIGM, c. 34, doc. 9836
45. – Archivo Histórico de la Armada. Archivo del Coronel J.L. Murature, en adelante AM, doc., 306
46. – AIGM, c. 34, doc. 9846
47. – AIGM, c. 34, doc. 9857
48. – AM. Doc. 321
49. – AM. Doc. 322
50. – AIGM, c. 34, doc. 9861
51. – AM, doc. 326
52. – AIGM, c. 34, doc. 9864
53. – AIGM, c. 34, doc. 9867
54. – AIGM, c. 34, doc. 9864
55. – AIGM, c. 34, doc. 9867
56. – AIGM, c. 34, doc. 9869
57. – Julio Victorica, Urquiza y Mitre, Hyspamérica, Buenos Aires, 1986, pág. 239
58.- Beatriz Bosch, Benjamín Victorica- Doctor y General, Emece, 1994, pág. 105
59.- Ramón Cárcano, Guerra del Paraguay, Viau, Buenos Aires, 1941, pág. 13
60.- Entre algunos ejemplos recientes, véase Susana Ratto de Sambucetti, Urquiza y Mauá, Ediciones Macchi, Buenos Aires, 1999 y Miguel Ángel de Marco, Bartolomé Mitre Planeta, 1998,
