Por Mauricio David Idrimi
¿Qué hay detrás de la lucha entre secularistas e islamitas?
El primer ministro de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, pidió al Parlamento su aprobación para convocar a elecciones generales anticipadas el 24 de junio.
La Corte Constitucional anuló los resultados de la primera vuelta de las votaciones para elegir a un nuevo presidente, llevadas a cabo el 27 de abril en el Parlamento. Los partidos seculares de la oposición, con el apoyo de los militares, cuestionaron el proceso ante ese tribunal para impedir que Abdullah Gul, actual ministro de Relaciones Exteriores y candidato oficialista a la jefatura de Estado, ganara la votación en una segunda ronda.
Los partidos de la oposición, apoyados por el ejército, boicotearon el voto parlamentario para evitar que el ministro de Relaciones Exteriores, a quien acusan de querer poner fin al secularismo en Turquía, se convirtiera en presidente. Estos partidos acusan a Gul de mantener una agenda islamista secreta que, en su opinión, podría amenazar la tradición secular de la Turquía moderna.
El presidente de Turquía, como jefe de Estado, puede vetar cualquier ley del país y designar a algunas figuras clave dentro del gobierno. En la actualidad, su elección está en manos de los legisladores. El primer ministro, Recep Tayyip Erdogan, quiere que se haga un cambio en la Constitución para que el presidente pueda ser elegido directamente por voto popular.
De imperio islámico a república occidentalizada.
El secularismo, es decir la separación de la religión y el Estado, es fundamental para la identidad de Turquía como nación. Turquía fue fundada en 1923 por el general Mustafá Kemal Ataturk, sobre las bases de lo que había sido el poderoso Imperio Otomano, que entró en decadencia tras la finalización de la Primera Guerra Mundial para desaparecer de la escena histórica para siempre.
Ataturk, como primer presidente, consideraba que este país mayoritariamente musulmán debía ser moderno y laico, por lo que introdujo una serie de reformas, como un código jurídico, la abolición de instituciones islámicas, la emancipación de la mujer, el uso de ropas occidentales y la introducción de un alfabeto basado en las letras latinas para sustituir al alfabeto turco otomano, de origen árabe.
El historial de la lucha entre islamitas y secularistas.
La elite gobernante de Turquía y su poderoso ejército consideran que es esencial proteger el legado de Ataturk.
El ejército ha encabezado tres golpes de Estado en 1960, 1971 y 1980 contra gobiernos electos, al considerar que el secularismo corría peligro.
Cuando en 1997 Turquía eligió a su primer partido pro-islámico, el Partido del Bienestar, encabezado por el premier Necmettin Erbakan, el ejército hizo una campaña en su contra para sacarlo del gobierno. El año siguiente, el partido fue prohibido por los tribunales.
A pesar de los esfuerzos del ejército y otros sectores, parece que los partidos islámicos son populares en Turquía. En 2002, el Partido de Justicia y Desarrollo (AK), del actual primer ministro Recep Tayyip Erdogan, tuvo una victoria arrolladora en las elecciones. Este partido tiene sus raíces en el Islam político, pero insiste en que respeta los principios seculares de la constitución. El ejército ha tolerado su posición en el gobierno, pero le preocupa la perspectiva de que uno de sus miembros pueda convertirse en presidente de Turquía.
Turquía y la Unión Europea.
La Unión Europea sigue muy de cerca la crisis institucional de Turquía. Parece ser que el actual debate sobre el secularismo y las amenazas de un potencial golpe militar en Turquía podrían tener repercusiones negativas sobre sus aspiraciones de ingresar a la Unión Europea (UE). Turquía ya tiene el problema de la cuestión chipriota, es decir, su intervención en la escisión de la pequeña isla de Chipre entre el Norte pro turco y el Sur griego pro occidental (y que la Unión Europea acepta como miembro pleno del bloque regional desde 2004), que también condiciona de manera firme su ingreso a la “familia europea”. Recordemos que el estado isleño de Chipre se encuentra dividido desde 1974, cuando Turquía invadió el norte de la isla, como respuesta a un golpe militar apoyado por el gobierno griego. Turquía reconoce sólo a las autoridades turco-chipriotas y mantiene cerca de 30.000 soldados en el norte de la isla, por lo que esa parte del país no se beneficia de la membresía en la Unión Europea.
¿Discriminación europea hacia un vecino “diferente”?
Diversas encuestas sugieren que la mayoría de la población europea se opone al ingreso, tanto por diferencias religiosas, como por temor a que se desate una ola migratoria de Turquía hacia los países más ricos.
En el actual clima de preocupación por el fundamentalismo islámico, muchos europeos verían como una amenaza a sus democracias liberales la posibilidad de que Turquía deje de ser un estado secular, ya que, con sus 71,1 millones de habitantes (ONU, 2006), si pasa a formar parte de la UE se convertiría en el país con más votos en el Consejo Europeo.
En 1999, Turquía presentó su candidatura, pero se le impuso una serie de condiciones, entre ellas que mejorara la situación de los derechos humanos y aplicara reformas financieras monitoreadas por el FMI y el Banco Mundial. Desde entonces, los turcos abolieron la pena de muerte, introdujeron medidas drásticas en contra de la tortura y, en el ámbito económico, finalmente aplicaron un programa de recuperación pactado con el Fondo Monetario Internacional. En octubre de 2005, la UE inició oficialmente las conversaciones, que podrían tomar hasta 15 años, sobre el ingreso de Turquía al bloque. Hay que recordar que Turquía ingresó a la OTAN en tiempos de la guerra fría como fiel aliado de Estados Unidos y que el fundador de la república occidentalizada de Turquía, Ataturk, era un acérrimo anticomunista.
Con la actual crisis, la Unión Europea se ha manifestado en contra de las advertencias de los militares turcos contra el gobierno actual de Erdogan y llama a la calma a los sectores de poder de Turquía. El bloque teme que Turquía sea un problema de gran estabilidad política y que “afecte a la tradición democrática liberal occidental”.
Turquía y Occidente.
El sábado 28 de abril de este año se celebró en Ankara una manifestación multitudinaria contra el islamismo y en defensa del Estado laico turco. Pero hay que tener en cuenta que defender el Estado laico no significa para la mayoría del pueblo de Turquía defender la alianza con Estados Unidos. La manifestación, aunque rechazase el velo musulmán (que, por cierto, inventaron los cristianos bizantinos en ese mismo país), también rechazaba el «peligro de la occidentalización» de Turquía y mostraba su odio por la Unión Europea.
En los últimos cinco años, el Gobierno islamista no sólo ha demostrado que su relación con la religión es similar a la de una democracia cristiana, un referente y no un fanatismo, también ha hecho más por la modernización y la democratización de Turquía que ninguno de los Gobiernos militares que le han precedido. Ha estabilizado la economía, ha controlado la inflación y ha alcanzado casi todas las marcas que le impuso la Unión Europea para una integración que ahora parece que no va a producirse.
Comprensiblemente, todo esto ha puesto nerviosos a los nacionalistas, que ven cómo los turcos se van acostumbrando a la democracia. Durante décadas los nacionalistas republicanos turcos aniquilaron a la izquierda, por lo que el único laicismo que queda en Turquía es el suyo: ese kemalismo aromatizado de corrupción y sangre que ya sólo custodia el ejército. De ahí el intento de intimidación de estos días al Parlamento. Lo que les da miedo es que el modelo de la democracia islámica está funcionando. Y es un miedo que también tiene Estados Unidos y la Unión Europea.
APÉNDICE: El gobierno de Erdogan (desde marzo de 2003)
Desde que asumió su cargo de primer ministro, Erdogan ha impulsado, múltiples medidas reformistas, encaminadas especialmente a colocar el Estado turco en sintonía con los parámetros que le impone la Unión Europea, para acoger a Turquía como un Estado miembro pleno dentro de la Unión. Dentro de las reformas destaca la abolición de la pena de muerte y el paulatino progreso en el respeto de los derechos de la población de kurdos en el este del país.
En el plano mundial ha sostenido la posición de Turquía dentro de la OTAN, aunque no aceptó que el ejército de EEUU utilizara suelo de su país para atacar por el norte en las operaciones de la invasión de Irak de 2003. Sin embargo si permitió el uso del espacio aéreo turco por parte de la aviación estadounidense en dichas operaciones. El 3 de octubre de 2004, Erdogan fue recibido por el canciller alemán Gerhard Schröder, (que junto con Jacques Chirac es uno de los firmes defensores de un puesto para Turquía en la UE), de quien recibió el premio Quadriga como "tendedor de puentes entre Este y Oeste". Además Erdogan ha demostrado estar en sintonía con el llamado Eje franco-alemán. Participó en la firma del Tratado por el que se establece una Constitución para Europa, llevado a cabo el 29 de octubre de 2004 en Roma.