- Noticias Internacionales
Al Dorso en el conflicto africano del Sudán.
Roces entre el Tío Sam y la China posmaoista de mercado.
Estados Unidos y las sanciones contra Sudán.
¿Ante una guerra fría del petróleo?
MARTES 29 DE MAYO- El presidente de Estados Unidos, George W. Bush, anunció nuevas sanciones económicas contra Sudán por la violencia persistente en la provincia de Darfur. Las sanciones están dirigidas principalmente a las empresas del gobierno sudanés involucradas en la industria petrolera. Con esta medida, más empresas e individuos relacionados con la violencia en Darfur tendrán prohibido realizar operaciones comerciales o bancarias con EE.UU. Bush dijo también que EE.UU. promoverá una nueva resolución en las Naciones Unidas que fortalezca la presión sobre el gobierno de Sudán.
Las nuevas sanciones de Estados Unidos contra Sudán implican:
Contra 30 empresas sudanesas
La mayoría son de la industria petrolera
Hay tres individuos en la lista y pertenecen al gobierno islamita de Omar el Bashir
Se les prohíbe operaciones bancarias con EE.UU.
Se les prohíbe hacer negocios con EE.UU.
Sudán calificó la ampliación de las sanciones como medida malintencionada e injusta. Estados Unidos viene imponiendo diversas sanciones económicas a Sudán desde 1997, las cuales impidieron a compañías sudanesas usar dólares estadounidenses, lo que complicó su comercio internacional. Sin embargo, los efectos de estas medidas se han visto limitadas por China, país que se ha convertido en uno de los principales socios comerciales, proveedor de armas y comprador de más de la mitad del petróleo sudanés. Ya antes del anuncio de Bush, China advirtió que imponer más sanciones sobre Sudán sólo haría más difícil la solución del problema. El enviado chino a Darfur afirmó que la solución estaba en atender la pobreza, no en imponer sanciones. El conflicto de Darfur entre el ejército rebelde y las fuerzas gubernamentales ha durado cuatro años, causando alrededor de 200.000 muertes y cerca de 2,4 millones de desplazados.
¿Qué está en juego en la batalla por Darfur? El control sobre el petróleo; mucho, muchísimo petróleo.
La supuesta preocupación humanitaria de los gigantes Estados Unidos y China por el drama de Darfur ilustra la nueva Guerra Fría por el petróleo. El aumento de la demanda de petróleo en China para alimentar su exitoso crecimiento ha llevado a Beijing a embarcarse en una política agresiva de – irónicamente – diplomacia del dólar. Con sus más de 1,3 billones en reservas sobre todo en dólares de USA en el Banco Nacional de China, Beijing emprende una geopolítica activa de petróleo. África es un centro importante, y en África, la región central entre Sudán y Chad es una prioridad. Esto define un importante nuevo frente en lo que, desde la invasión de Irak por USA en 2003, es una nueva Guerra Fría entre Washington y Beijing por el control de importantes fuentes de petróleo. Hasta ahora Beijing ha jugado sus cartas con algo más de destreza que Washington. Darfur es un importante campo de batalla en esta competencia por el control de petróleo en la que hay mucho en juego.
La diplomacia petrolera china en África que molesta al Imperio.
En los últimos meses, Beijing ha lanzado una serie de iniciativas orientadas a asegurar fuentes de materias primas a largo plazo en una de las regiones mejor dotadas del planeta – el continente africano. Ninguna materia prima tiene actualmente una prioridad mayor en Beijing que la garantía de fuentes de petróleo a largo plazo.
Se calcula que actualmente China recibe un 30% de su petróleo crudo de África. Eso explica una serie extraordinaria de iniciativas diplomáticas que han enfurecido a Washington. China utiliza créditos en dólares sin condiciones para lograr acceso a la vasta riqueza en materias primas de África, dejando al margen el típico juego de control de Washington a través del Banco Mundial y del FMI. ¿Quién necesita la dolorosa medicina del FMI si China ofrece condiciones fáciles y además construye carreteras y escuelas?
China acaba de cerrar un acuerdo petrolero, que vincula a la República Popular China con las dos mayores naciones del continente – Nigeria y Sudáfrica. La CNPC [siglas en inglés de la Corporación Nacional Petrolera China] obtendrá petróleo en Nigeria, a través de un consorcio que también incluye a la South African Petroleum Co., dando acceso a China a lo que podrían ser 175.000 barriles al día en 2008. Es un acuerdo de 2.270 millones de dólares que da a la CNPC, controlada por el Estado, una participación de un 45% en un gran campo petrolífero off-shore en Nigeria. Previamente, Nigeria había sido considerada en Washington como una posesión de las principales petroleras anglo-estadounidenses, ExxonMobil, Shell y Chevron.
China se ha mostrado generosa en el otorgamiento de préstamos a tasas de interés reducido, sin intereses o concesiones directas a algunos de los países deudores más pobres de África. Los préstamos han sido destinados a la infraestructura, incluyendo carreteras, hospitales, y escuelas, en agudo contraste con la brutal austeridad de las exigencias del FMI y del Banco Mundial. En 2006 China asignó más de 8.000 millones de dólares a Nigeria, Angola y Mozambique, en comparación con 2.300 millones a toda África subsahariana del Banco Mundial. Ghana está negociando un préstamo chino para la electrificación de 1.200 millones de dólares. A diferencia del Banco Mundial, un brazo de facto de la política económica externa de USA, China es hábil al no condicionar sus préstamos.
Ninguna fuente de petróleo ha estado últimamente más en la mira del conflicto petrolero China-USA que Sudán, donde se encuentra Darfur.
El drama de Darfur y las pretensiones imperialistas de Estados Unidos y las multinacionales petroleras.
Hasta hace poco, Sudán no figuraba en el mapa del petróleo. Sus reservas habían sido poco estudiadas y la guerra que enfrentaba al gobierno de Jartum, árabe y musulmán, con el sur del país, cristiano, animista y negro, dificultaba su extracción.
Las pocas compañías occidentales que explotaban los recursos fueron presionadas por sus gobiernos y por las organizaciones de derechos humanos para que abandonaran el país en los tiempos en que Sudán era el refugio de Osama Bin Laden. El hueco que dejaron los occidentales fue rápidamente llenado por compañías asiáticas de países en expansión como China y la India, y, por lo tanto, con cada vez más sed de recursos energéticos. Especialmente China no se lo pensó dos veces y jugó sus cartas: negoció con el gobierno islamista de Jartum petróleo a cambio de armas e instrucción para luchar contra el sur, que rápidamente empezó a recibir ayuda de Estados Unidos y la Unión Europea desde 1997. El resultado es que la industria petrolera china, la estatal China National Petroleum Corporation, es la principal explotadora del crudo sudanés, con presencia en cuatro de los seis mayores yacimientos y con una participación del 40% en la compañía estatal sudanesa. Y ya hay más de 50.000 chinos viviendo en el país.
Según los últimos estudios, se cree que Sudán puede albergar el 10% de las reservas mundiales de crudo.
Se trata además de yacimientos de explotación barata, más incluso que los existentes en Oriente Medio. Son una joya en bruto que el gobierno chino está decidido a explotar.
La guerra del petróleo está servida en Sudán y de alguna manera camina de la mano con la guerra en Darfur. Bien se podría decir que la primera es, en buena parte, causa de la segunda.
La promesa de grandes cantidades de crudo fácil de extraer en Sudán ha despertado las ambiciones de las compañías occidentales, fuera de juego desde que abandonaron el país. Estados Unidos, que ya tomó la decisión de que el petróleo será su fuente de energía principal por, al menos, los próximos 50 años, tiene necesidad de asegurarse la mayor cantidad de yacimientos posibles. Los recursos de Sudán, con el gobierno musulmán de Jartum, encabezado por Omar el Bashir, y con China de por medio, están fuera del alcance de Washington. Así que supuestamente apoyó entre bambalinas un cambio de régimen. Según varios informes periodísticos y de organizaciones no gubernamentales, Estados Unidos financió a los rebeldes del sur y, a través de estos, a los de Darfur.
Cuando la guerra en esta región se fue de las manos por la respuesta de Jartum a la rebelión, el imperialismo yanki lo llamó rápidamente genocidio y abogó por la intervención militar de Naciones Unidas. China, desde luego, no se lo va poner fácil. Tiene derecho de veto en el Consejo de seguridad y ya ha anunciado que bloqueará cuantas resoluciones impliquen sanciones a la producción petrolera.
El imperio yanki, actuando a través de aliados sustitutos en Chad y en Estados vecinos, ha entrenado y armado al Ejército de Liberación Popular de Sudán (SPLA), dirigido hasta su muerte en julio de 2005, por John Garang, entrenado en la escuela de las Fuerzas Especiales de USA en Fort Benning, Georgia. Al inundar de armas primero el sur de Sudán en su parte oriental y desde el descubrimiento de petróleo en Darfur, también esa región, Washington avivó el conflicto que condujo a decenas de miles de muertos y a varios millones forzados a huir de sus hogares. Eritrea alberga y apoya al SPLA, y a los rebeldes del Frente Oriental y de Darfur.
Hay dos grupos rebeldes que combaten en la región de Darfur de Sudán contra el gobierno central de Jartum del presidente Omar el Bashir – el Movimiento Justicia por la Igualdad (JEM) y el más grande Ejército por la Liberación de Sudán (SLA).
El Pentágono ha estado ocupado entrenando a oficiales militares africanos en Estados Unidos, tal como lo ha hecho con oficiales latinoamericanos durante décadas. Su programa Internacional de Educación Militar y Entrenamiento (IMET) ha asegurado entrenamiento para oficiales militares de Chad, Etiopía, Eritrea, Camerún y la República Centroafricana, en efecto todos los países en la frontera con Sudán.
La ayuda al desarrollo de Washington para toda Africa Subsahariana ha sido reducida fuertemente en los últimos años, mientras ha aumentado la ayuda militar. El petróleo y el deseo por las materias primas estratégicas es la razón evidente. La región del sur de Sudán desde el Nilo Superior a las fronteras de Chad es rica en petróleo. Washington lo supo mucho antes que el gobierno sudanés.
