.

Programa 26 de julio de 2007

  • Internacionales


  • Los cambios del guerrero del desierto
    Libia, de “Estado paria” a potencial socio occidental

    Por Mauricio David Idrimi

    El martes 24 de julio pasado cinco enfermeras búlgaras y un médico palestino, acusados de mala praxis al haber generado el contagio del virus del SIDA a 438 niños libios en un hospital, llegaron al aeropuerto internacional de Sofía, capital de Bulgaria, luego de ser absueltos por el gobierno de Trípoli. En 1999 estas personas fueron detenidas por las autoridades libias y en 2004 finalmente se los condena a la pena capital. Rápidamente la comunidad internacional se hace eco de esta situación y se encarga de presionar a Libia.
    El 15 de julio de 2007 la justicia de Libia conmuta la pena de muerte para los acusados por la cadena perpetua. Esta historia termina en que Muammar Gadafi, líder histórico del país musulmán del Mediterráneo africano, decide la liberación de los condenados luego de presiones de la Unión Europea y sobre todo de la Francia conservadora de Nicolas Sarkozy.

    La prensa occidental muestra esta noticia como un gesto por parte de Gadafi de un acercamiento cada vez más progresivo para amigarse con Estados Unidos y la Unión Europea, luego de varios años de hostilidades diplomáticas. El envío de la primera dama francesa para las negociaciones de liberación hacia Libia, más la visita del presidente Sarkozy a Gadafi convierten este hecho en una cuestión de suma importancia política tanto para Trípoli como para los intereses económicos y comerciales de Occidente.
    ¿Cedió ante las presiones occidentales el líder Gadafi? ¿O fue una salida hábil de aquel jefe, otrora campeón antiimperialista del progresismo islámico, para que su país deje de ser el “Estado paria”, gracias a la enemistad con Washington, y se convierta de esta forma en un aliado estratégico de Occidente para encarar jugosos negocios en la explotación de las reservas de petróleo y gas en suelo libio?

    Libia es un país de África septentrional que formó parte del imperio turco otomano desde el siglo XVI. El Islam se había propagado exitosamente ya en el siglo VII, dándole un componente unificador para las diferentes tribus locales dispersas. Durante el siglo XIX y ante la presión imperialista de las potencias colonialistas de Gran Bretaña y Francia, los otomanos reforzaron su control sobre Libia, con el objetivo de no perder influencia en el rico comercio del Mar Mediterráneo entre África del norte y Europa del sur. Esto generó un movimiento religioso islámico antiotomano dirigido por la familia Sanusi, que buscaba la independencia del Sultán de Turquía. A principios del siglo XX, Italia emprendió planes políticos de profundas ambiciones coloniales sobre Libia, apoyadas por los británicos. Con el fin de la Primera Guerra Mundial se produciría la desintegración del imperio otomano y Libia quedaría condenada a ser absorbida por Occidente, especialmente por Italia. Pero los sucesos cambiarían rotundamente en los años veinte cuando Italia pasa a ser un Estado fascista dirigido por Mussolini, quien se encargó de colonizar Libia, hecho que no simpatizaba a Gran Bretaña (que se apoderó de los territorios otomanos de Oriente Medio) y Francia (que mantenía su poder colonial en Marruecos, Argelia y Túnez). A partir de 1924-1925 la Italia fascista inició la “colonización demográfica” sobre Libia. Campesinos sin tierras, venidos de Sicilia y el sur de Italia, ocuparon propiedades musulmanas. En 1938, el 10 % de la población en Libia, de 800 000 habitantes, era italiana. Nuevamente los acontecimientos cambiaron con la Segunda Guerra Mundial y la derrota de las potencias del Eje.

    A partir de 1945 Francia y Gran Bretaña se disputarían Libia, mientras Estados Unidos ingresaría como nuevo competidor neocolonial. Washington tenía intereses estratégicos en el país, que hicieron valer en el período de la guerra fría, época en la que construyeron la base aérea de Wheelus, en las proximidades de Trípoli. En 1951 las Naciones Unidas resolvieron otorgarle la independencia a Libia, por presión de la Casa Blanca, y se instauró la monarquía de la familia Sanusi, representada en Mojamad Idrish, quien se convirtió en soberano del país.
    Entre 1951 y 1969 la monarquía sanusi de Libia era un gran aliado occidental. En 1953 se encontró petróleo y el rey Idrish otorgó concesiones a las compañías petroleras norteamericanas y a British Petroleum. El 1º de septiembre de 1969 un grupo de jóvenes oficiales nacionalistas, liderados por el coronel Gadafi, derrocaron a la monarquía pro occidental e instauraron un régimen revolucionario islámico basado en “el socialismo y la libertad”.

    Tras los cambios introducidos en todas las esferas y los inmensos recursos destinados al desarrollo y mejora de la vida de toda la población, Libia pasó en cinco años, de ser uno de los países más pobres, a tener la mayor renta per capita del continente africano. En 1973, Gadafi plasmó en el Libro Verde su ideario político, en el que distanciándose del capitalismo y del marxismo, trata de buscar un camino propio, en función de las específicas características de su país, para llevar a cabo su propia revolución socialista de corte islámica. Elementos de este plan son la creación de comités y congresos representativos, el reparto de tierras y la aportación de medios por parte del estado a todas las familias pobres, la creación de un sistema de asistencia sanitaria y social gratuita para todos los ciudadanos, la implantación de un Código de Justicia islámico diferente a los impuestos en algunos estados confesionales árabes más tradicionalistas y la instauración en 1977 del Jamajiriya (Estado de masas) Árabe Popular y Socialista. La práctica de este ideario llevó a Libia en 1973, a la nacionalización del petróleo, con las consiguientes pérdidas para las multinacionales que operaban en el país. Igualmente, el idealismo sobre la revolución socialista convirtió a Libia en el refugio y base de entrenamiento para innumerables movimientos revolucionarios del más diverso cariz ideológico.

    En política exterior, se enfrentó a las principales potencias económicas de Occidente, que vieron en él un peligro para la permanencia de su dominación económica y política mundiales. En 1986, el gobierno de Estados Unidos, sin declaración de guerra, bombardeó la residencia del presidente de Libia, con el silencio del resto de gobiernos de países del norte y sin que las Naciones Unidas protestaran por el terrorismo del gobierno estadounidense. Desde entonces Washington acusaría a Libia de apoyar a movimientos islámicos fundamentalistas en Medio Oriente y África del norte. A fines de los años ochenta dos aviones explotan como consecuencia de atentados, uno en Gran Bretaña (Atentado de Lockerbie) y otro en África (Atentado contra el vuelo norteamericano UTA772). Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia acusan a Libia de dichas acciones y emprenden una serie de sanciones que llevan al aislamiento del país. En 1992 las Naciones Unidas impusieron un duro embargo comercial sobre Libia. El boicot económico, comercial y financiero de la comunidad internacional sobre Libia fue empeorando la situación económica del país, obligando a Gadafi a ceder ante las presiones de Occidente.

    La intimidación occidental sobre Libia fue rindiendo sus frutos. Gadafi en 2003 decidió terminar con su programa de armas de destrucción masiva y en 2004 indemnizó a los familiares de las víctimas de los atentados aéreos. La Casa Blanca levantó las sanciones contra Trípoli, al igual que Francia y Gran Bretaña. Las Naciones Unidas también levantarían las sanciones que pesaban sobre el gobierno de Gadafi. Finalmente Washington sacaría de la lista negra de “Estados parias” o “canallas” a Libia, país que ahora se compromete a luchar contra el terrorismo.
    Libia es el segundo productor de petróleo de África, con 1,7 millones de barriles diarios, y posee reservas de gas estimadas en 1, 214 millones de metros cúbicos. El acercamiento a Washington y a la Unión Europea claramente acerca a las compañías petroleras de Occidente. En la lista se anotaron la franco belga Total Fina Elf, la española Repsol, la italiana ENI, la alemana Veba, la británica British Petroleum, y las norteamericanas Exxon, Conoco-Phillpis, Marathon, Chevron y Occidental.

    Lejos de los años antiimperialistas, Gadafi ahora se vuelca al libre mercado y se convierte en aliado de Washington y en socio de la Unión Europea. Su hijo Saif, sucesor en el poder, es uno de los principales mentores de esta apertura al libre mercado y a Occidente. El heredero vive rodeado de asesores económicos venidos de la Universidad de Harvard y de Wall Street, y parece ser el elegido por los negocios de los magnates petroleros. Saif, además, ha adquirido una profunda amistad con los altos ejecutivos de la empresa española Repsol. Repsol se ha convertido en el principal productor extranjero de petróleo en Libia, país que representa uno de los principales pilares del plan estratégico de la empresa 2005/09. Repsol ha solicitado a las autoridades libias autorización para el desarrollo comercial del mayor campo petrolífero descubierto en su historia en febrero último. Posee unos recursos de 474 millones de barriles de petróleo y 1.261 millones barriles de petróleo. El nuevo descubrimiento duplicará la producción y las reservas de Repsol en Libia en los próximos años. El norte de África es una de las áreas más rentables de Repsol. En la actualidad Repsol es la primera compañía privada de Libia productora de petróleo, con una producción aproximada de 250.000 barriles/día del crudo de la mayor calidad de la compañía y unas reservas superiores a los 70 millones de barriles. Gadafi padre parece estar allanando el camino para que su hijo Saif se convierta en un gobernante firme y seguro apoyado tanto por las fuerzas armadas libias como por el poder económico petrolero de Occidente. El padre no dejará que su hijo sea un “paria” ante los poderosos del Norte.