- Literatura
Sobre García Lorca y su Mariana Pineda
Por Diana Della Bruna / Diego Slagter
Una vida casi obligada, cargando un cansancio como de siglos, cargando un peso indescriptible. Me levantaba soñando con seguir durmiendo. Sentía estar dentro de una existencia vieja, prefabricada… una jaula de puertas abiertas, un simulacro de libertad. Tanto me costaba hacer, que lo más seguro es que tuviera arena y no sangre en las venas. Nada me causaba placer.
Hasta que mi casa solitaria, gigantesca, se halló habitada por la que llamaban, en otros tiempos, Mariana Pineda. La historia de aquella mujer me la dio, por escrito, un tal Federico, muerto por cierto muchos años atrás.
Mariana apareció un día en una habitación a la que yo entraba muy esporádicamente. La vi bordando una bandera roja, temerosa pero segura, con todas las ventanas cerradas. Mi irrupción no pareció alterarla y tampoco se inmutó cuando le advertí que no podía hacer cosas ilegales en mi casa. Escuché entonces a una de sus criadas, Angustias, murmurar en el pasillo:
“Se le ha puesto la sonrisa casi blanca,
como vieja flor abierta en un encaje.
Ella debe dejar esas intrigas.
¡Qué le importan las cosas de la calle!
Y si borda, que borde unos vestidos
Para su niña, cuando sea grande.
Que si el Rey no es buen Rey, que no lo sea;
Las mujeres no deben preocuparse.”
Bordaba Mariana, en mi casa, una bandera roja. Y eso me comprometía. Pero repentinamente se había ido de mí el cansancio de los siglos, de la raza caminando encadenada siempre en la misma dirección.
¿Qué hiciste Mariana para colar tan hondo en mí estas ganas de bordar? ¿Qué extraño deseo tengo de correr por las calles, por los campos, envuelto en una bandera de Libertad? ¿Qué me pasa, Marianita, Federico, que veo allá adelante algo por que luchar?
A Mariana la vinieron a buscar, se llevaron a mi Mariana. La van a ahorcar. Estuvo alguna vez enamorada de Don Pedro, pero él no la supo amar. Por no delatar su nombre, la van a ahorcar. Por bordar una bandera roja en nombre de la Libertad.
“¡Os doy mi corazón! ¡Dadme un ramo de flores!
En mis últimas horas yo quiero engalanarme.
Quiero sentir la dura caricia de mi anillo
Y prenderme en el pelo mi mantilla de encaje.
Amas la libertad por encima de todo,
Pero yo soy la misma Libertad. Doy mi sangre,
Que es tu sangre y la sangre de todas las criaturas.
¡No se podrá comprar el corazón de nadie!
Ahora sé lo que dicen el ruiseñor y el árbol.
El hombre es un cautivo y no puede librarse.
¡Libertad de lo alto! Libertad verdadera,
enciende para mí tus estrellas distantes.
¡Adiós! ¡Secad el llanto!
¡Yo soy la libertad porque el amor lo quiso!
¡Pedro!La Libertad, por la cual me dejaste.
¡Yo soy la Libertad, herida por los hombres!
¡Amor, amor, amor y eternas soledades!