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Editorial 17 de Mayo de 2007

  • Editorial


    La paciencia y tolerancia de la clase obrera no es inquebrantable

La más palmaria y concreta demostración fue la furia desatada este martes en la estación de trenes de constitución por su usuarios, es decir, los trabajadores, esa tan vilipendiada, y a veces y “casi inexistente” clase obrera, según la concepción filantrópica de nuestros medios.

Un sistema de transporte totalmente colapsado e ineficiente, ha sido la mecha que ha desatado a penas un fueguito, un imperceptible síntoma, del fuego incontenible que descansa en cada uno de nuestros trabajadores diariamente humillados.

No es raro que sean los trenes el motivo. Desde hace más de 30 años que el sistema ferroviario argentina se viene desmantelando a costa del beneficio de unos pocos inescrupulosos de siempre: Nuestra larvada clase empresarial. Pero este saqueo constante contó desde antaño con el Apoyo del Estado, y aquí, como siempre, debemos distinguir prudencialmente el Estado del pueblo. La actual gestión, ha permitido que los operadores privados, como Sergio Taselli, lucren a costa de los recursos del pueblo Argentino. Desde el 2002, cuando se declaró la emergencia ferroviaria, las sumas que se giraban hacia las empresas en concepto de subsidios aumentaron. A cambio las compañías debían mantener las actuales tarifas.

Desde que se puso en marcha el Sistema Ferroviario Integrado (Sisfer), las concesionarias recibieron 1075 millones de pesos. En 2003, la billetera oficial derivó 176 millones de pesos para lubricar el sistema ferroviario. Al año siguiente y con la Conducción de Ricardo Jaime en la Secretaría de Transporte, los subsidios llegaron a 228 millones de pesos. En 2005, la suma subió alrededor de un 10 % y llego a 246 millones de pesos.

En el 2006, los subsidios bajaron a 238 millones y en los primeros cuatro meses del año ya suman 109 millones de pesos. Pero lamentablemente, este no es el único canal de dinero que se destina a mantener a una parasitaria clase empresarial gerenciadora de los ingresos populares, que entre otras cosas, se nutre del 20% de cada litro de Gas Oil que se vende. El Gobierno ha echado mano a ese recurso frecuente, pero arbitrario e inconstitucional denominado vulgarmente como “superpoderes”, modificando de esta manera el presupuesto y derivando otros 185 millones de pesos para afrontar mayores costos de operación. A trenes metropolitanos le tocaron 17,5 millones de pesos para el Belgrano Sur y 12,5 millones para la línea Roca. La misma historia de siempre, los mismos actores y los mismos perdedores, la clase trabajadora argentina.

Uno se pregunta, qué beneficios obtiene el pueblo argentino de dichos subsidios:

Servicios ineficientes y estratificados. Trenes clasistas a todo lujo para el norte de Buenos Aires, y trenes proletarios, marginales para la numerosa clase trabajadora que se hospeda en los “lujosos y reventados suburbios” del sur del conurbano bonaerense.

Tanta hediondez de nuestra clase dirigente y de sus dueños, exaspera la paciencia de los vendedores de sangre y vida al Capital.
Es hora que encendamos el fuego de la disconformidad, que cada llama que descansa en los más profundo de nuestro ser, se asocie con otra. Que nuestro fuego transforme a nuestro espíritu en incandescente e inquebrantable. Que arrase todo lo que se resista a ser transformado. Que sea imposible detenerlo hasta que alcance su cometido: echar por tierra las estructuras que lo comprimen a una mera llamita de fósforo de cocina. Que ni el agua de los mares logre sofocarlo.

Grupo Editorial " Al Dorso"