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Editorial 31 de Mayo de 2007

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La soberanía de la Revolución Bolivariana del pueblo venezolano frente a los medios monopólicos de desinformación

La medianoche del 27 de mayo el gobierno venezolano de Hugo Chávez dio por finalizada la concesión del espacio radioeléctrico, que -desde hace más de 50 años- ocupa la empresa privada Radio Caracas Televisión (RCTV). RCTV es el canal privado más antiguo de Venezuela y el de mayor audiencia y siempre ha ejercido una política editorial muy crítica al gobierno del presidente Chávez.
Los escuálidos cipayos venezolanos, el imperialismo yanki y su esclava Unión Europea, como así también el “Ministerio de Colonias yanki” de la OEA, y las ONGs de Reporteros Sin fronteras y Amnistía Internacional, entre otras, han llevado su grito de indignación ante este supuesto atropello a las “libertades” y condenaron enérgicamente la medida del presidente Chávez contra el canal privado caraqueño.

Un frente occidental contra una medida soberana de un gobierno latinoamericano que “molesta” cada vez más a los que se creen amos y señores de la vida de millones de seres humanos de este planeta.

Un frente que vomita moralidad puritana y que pretende tener la verdad por sobres las crudas realidades que engendra el sistema globalizador capitalista y excluyente que tanto defienden y admiran como modelo de civilización.

Para los partidarios del chavismo, la medida del gobierno bolivariano es soberana y representa un ataque contra la tendencia a desinformar de un canal privado que apoyó explícitamente el golpe de estado de abril de 2002 contra el presidente popular Hugo Chávez.

Hay que tener en cuenta que todavía la oposición cipaya y pronorteamericana en Venezuela domina el 80 por ciento de los medios masivos de comunicación, y que todavía están en pie de guerra contra un gobierno popular que trata de cambiar la desagradable herencia del neoliberalismo en esas tierras.

Una vez más, los defensores de la globalización neoliberal capitalista y sus siervos y esclavos de siempre se presentan como cruzados de las libertades humanas. Se presentan como víctimas de regímenes que atentan contra la libertad de prensa.

¿Pero se puede hablar de libertad de prensa en este mundo globalizado?
¿Tiene la altura moral Occidente de dar lecciones sobre la libertad de expresión?
¿Acaso las masas saben que las compañías multinacionales adquieren medios de información y de comunicación como si fueran empresas, mercantilizando la cultura y el esparcimiento para dar rienda suelta a la voracidad del capital?


En Estados Unidos nos encontramos con magnates como Ted Turner, dueño de la FOX, y el grupo de prensa del soberbio Rupert Murdoch, los cuales apoyaron abiertamente la invasión imperialista anglonorteamericana sobre los pueblos afganos e irakí.

¿De qué libertad de prensa puede hablar el imperio?

Diez mega corporaciones poseen o controlan los grandes medios de información de Estados Unidos: prensa, radio y televisión. Esa decena de imperios controla, además, el vasto negocio del entretenimiento y la cultura de masas, que abarca el mundo editorial, música, cine, producción y distribución de contenidos de televisión, salas de teatro, Internet y parques de diversiones, no sólo en el país del norte sino en América Latina y el resto del mundo. Los diez grupos controlan los diarios nacionales de mayor circulación, como el New York Times, USA ToDay y Washington Post, cientos de radioemisoras y las cuatro cadenas de televisión con mayor audiencia en sus programas de noticias: ABC (American Broadcasting Company, de Walt Disney Company), CBS (Columbia Broadcasting System, de Viacom), NBC (National Broadcasting Company, de General Electric) y Fox Broadcasting Company (de News Corporation). Quienes manejan estos medios adquirieron una importante cuota de poder que no emana de la soberanía popular, sino del dinero, y responde a una intrincada madeja de relaciones entre los medios informativos y de comunicación y las más grandes corporaciones transnacionales estadounidenses, como la controvertida petrolera Halliburton Company, del vicepresidente Dick Cheney; el Carlyle Group, que controla negocios de la familia Bush; la proveedora del Pentágono Lockheed Martin Corporation, Ford Motor Company, Morgan Guaranty Trust Company of New York, Echelon Corporation y Boeing Company, para citar pocos.
En Europa existe una perversa combinación entre patrimonio personal, propiedad de medios y poder político. El ex premier italiano Silvio Berlusconi, un vasallo de Estados Unidos, como el hombre más rico de su país, controlaba la televisión privada y adecuaba las leyes a sus negocios.

¿Qué libertad de prensa y expresión puede existir si la amplia mayoría de las masas en el mundo no saben leer ni escribir?

¿El actual “Pan y Circo” de los “Gran Hermanos”, de los denominados “reality shows”, ayuda a concienciar a las masas castigadas por el sistema capitalista destructor de vidas?

¿Demonizar a estados y pueblos díscolos, que no desean someterse al azote del imperio yanki, es hacer periodismo serio?

¿Incentivar el consumismo alienante, mostrar el ego de los magnates y el de las estrellas de Hollywood, u ofrecer entretenimiento vacío y degradante es libertad de prensa?

Los grandes y monopólicos medios de desinformación de los magnates capitalistas prefieren mostrar a los que tienen la suerte de leer y escribir solo su mundo, su propio modelo de sociedad. No ejercen otra libertad que la libertad de mercado con los medios.

Hablan de libertad de prensa. Llaman libertad de prensa al derecho de venderse al mejor postor, al derecho de venderse a la peor causa.

En vez de informar al ciudadano para dotarlo de una visión crítica y vigilante, el control mediático lo transforma en un consumidor pasivo de entretenimiento y en un simple espectador de una realidad circundante y conflictiva que no le es propia.

Los convierte en una de las tantas mercancías deshumanizadas de este mundo capitalista depredador y enemigo de la misma humanidad.

Grupo Editorial "Al Dorso"