- Editorial
La “Guerra de los Seis Días”:
Gérmenes del expansionismo sionista en el Medio Oriente
Un 5 de junio de 1967, hace cuatro décadas atrás, estallaba uno de los conflictos bélicos más dramáticos de nuestra historia contemporánea: la “Guerra de los Seis Días”.
En esa contienda militar, el reciente Estado de Israel, que había sido creado en 1948, logró derrotar en tan sólo seis días a los ejércitos de Egipto, Siria y Jordania, y, de un golpe, aumentó significativamente el territorio bajo su control, capturando el desierto del Sinaí, la Franja de Gaza, las Alturas del Golán, Cisjordania y, en un acto de enorme importancia simbólica, Jerusalén Oriental, unificando su “ciudad santa”.
Desde entonces los palestinos fueron ultrajados por una fuerza estatal que tenía sed de conquista y dominio sobre una región geoestratégica tan importante tanto para sus clases empresariales dominantes como para el poder de Washington.
Había surgido en la escena internacional, en el conflictivo Medio Oriente, un Estado servil y carnicero a las órdenes del Tío Sam para “monitorear” de muy cerca los ricos recursos hidrocarburíferos de esa zona del planeta.
La guerra tornó al Estado de Israel de una fuerza de ocupación que rige la vida arbitrariamente de más de un millón de palestinos, que no tienen derecho a nada, que no pueden formar su propio Estado soberano y libre.
Los palestinos que fueron expulsados se ven obligados a vivir en campos de refugiados, que siguen siendo atacados por las tropas sionistas como si fueran blancos de guerra.
O se les impone vergonzosos muros discriminatorios para marcar el dominio de un Estado sobre un pueblo al que se lo pretende doblegado y subyugado.
Después de cuarenta años de ocupación de su tierra, los palestinos están hundidos en la desesperación y la pobreza. En cambio, el Estado sionista de Israel se ha convertido en una amenazante potencia militar y nuclear lista para recibir cualquier tipo de orden desde Washington o la Unión Europea para desestabilizar al Medio Oriente y crear una nueva guerra de “prevención” con el fin de aplastar toda disidencia antioccidental.
En la actualidad, los miles y miles de palestinos ultrajados todavía esperan por ver sus tierras arrebatadas por el Leviatán sionista.
Aún hoy el Estado de Israel conserva su espíritu guerrerista de junio de 1967.
Aún hoy el Estado de Israel no abandona su rol de Estado terrorista y genocida, adquirido en esa “Guerra de los Seis Días”.
Occidente acusa a Irán, despotrica contra los insurgentes irakíes y afganos, denuncia a Hamas y presenta al Islam como una cultura autoritaria y barbárica.
Evidentemente nada dice de la barbarie sionista del Estado de Israel, no del pueblo hebreo, sino de la elite de un país que solo sirve a los intereses de Washington.
Una barbarie que parece no terminar y con desencadenar otros nuevos conflictos como hace cuarenta años.
El David pequeño y con una honda como arma dejaría de serlo frente a un enemigo gigante llamado Goliat.
Esta vez, ese David se puso del lado del Goliat y se rindió a sus pies para crear dolor y muerte.
David se transformó en Goliat, pero surgirán muchos David que detendrán la barbarie de una fuerza estatal financiada por el Tío Sam.
Los Pueblos del Sur serán los nuevos David que combatirán el desafío arrogante del Goliat sionista e imperial, no para convertirse posteriormente en Estados asesinos y expansionistas, sino en fuerzas de liberación social y humana que pongan fin a este mundo injusto y cada vez más desigual.
Grupo Editorial "Al Dorso"
