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Los 40 años de la “Guerra de los Seis Días”:
Los inicios del expansionismo sionista del Estado de Israel y de las penurias del pueblo palestino.
Por Mauricio David Idrimi
Un cinco de junio, hace 40 años, Israel iniciaba el operativo militar más deslumbrante de su historia. En apenas seis días su ejército logró conquistar la península del Sinaí, Cisjordania (incluida la parte oriental de Jerusalén) y las Alturas del Golán, derrotando a las fuerzas armadas de Egipto, Jordania y Siria.
Se iniciaba así el expansionismo sionista israelí sobre toda la Palestina.
Durante los años inmediatamente posteriores a la contienda de 1967, sin embargo, tanto la derecha nacionalista como los gobiernos laboristas impulsaron la colonización de Cisjordania y Gaza mediante la creación progresiva de asentamientos judíos, y dejando sin hogar a miles y miles de palestinos. Israel, gracias a esa guerra de expansión y conquista, logró convertirse en una potencia capitalista militar poderosa con claro apoyo de Estados Unidos y de las potencias europeas occidentales. El estado que surgirá, con un millón y medio de árabes en su interior, será un estado controlado por el servicio de seguridad, con todo lo que esto significa con respecto a la educación y la libertad de expresión.
Las consecuencias de la guerra expansionista del sionismo.
Israel hasta el día de hoy mantiene una fuerte presencia militar en la Franja de gaza, las Alturas del Golán y la Cisjordania, y rige la vida de más de un millón de palestinos.
La ocupación de estos territorios, mantenida hasta nuestros días por Israel, es una circunstancia contraria a la legalidad internacional que se ha traducido en una barbarie contra cientos de miles de palestinos: las estrategias de limpieza étnica seguidas por Israel en Al Qods y en extensas zonas occidentales de Cisjordania evocan prácticas de exterminio. La resolución 242, aprobada en forma unánime por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas en noviembre de 1967, unos meses después del cese del fuego, en la que se ordena el retiro de tropas israelíes de los territorios ocupados durante el conflicto bélico, se ha convertido en letra muerta. Desde entonces la impunidad israelí cuestiona al conjunto de resoluciones de la ONU, mina severamente la credibilidad de ese organismo y se ha constituido en factor de arbitrariedad y permanente tensión en el escenario internacional. Pero Israel siempre ha tenido el apoyo cómplice de Washington. Por lo demás, la ocupación israelí de tierras árabes y palestinas ha hecho imposible la estabilidad y la paz en la región, se ha articulado con otros conflictos bélicos -como la primera guerra del Golfo, en 1991- y ha mantenido a Medio Oriente en un permanente estado de zozobra e incertidumbre. Paradójicamente, la victoria de Israel sobre sus vecinos ha generado, en estos 40 años, un saldo desastroso para el propio Estado judío: como protagonista de una ocupación ilegítima, ha experimentado un proceso de degradación moral que lo ha llevado a convertirse en un Estado represor, terrorista y racista, abominado por sus vecinos y siempre sujeto a la amenaza de los ataques de los patriotas e insurgentes palestinos e islámicos.
Israel debe devolver las tierras de los palestinos.
La comunidad internacional, en tanto, tiene la urgente tarea de presionar a Tel-Aviv para que devuelva las alturas del Golán a Siria, se retire de Cisjordania, desmantele los asentamientos judíos ilegalmente construidos en ese territorio que no le pertenece, devuelva a sus legítimos propietarios el perímetro de Jerusalén oriental (en las delimitaciones que tenía antes de 1967) y se avenga a negociar la devolución de las tierras o la indemnización como soluciones justas para los palestinos expulsados a partir de 1948.
Las restricciones que sufren los árabes son ilegales, desproporcionadas, discriminatorias y violan el derecho a la libertad de circulación. Las prohibiciones en territorio palestino sólo benefician a los colonos israelíes, que cuentan con sus propias carreteras, ayudas económicas y todo tipo de beneficios proporcionados por su Gobierno para garantizar la permanencia de civiles entre el "enemigo".
Unos 450.000 colonos israelíes viven en asentamientos ilegales violando resoluciones de la ONU y demostrando que la ocupación de Israel en Palestina será permanente. Los colonos cuentan además con una ventaja atroz: pueden atacar y destruir las propiedades de los palestinos impunemente, sin miedo a una justicia que los protege por encima de todo.
Pero, el mayor agravio contra el pueblo palestino es la construcción de un muro de 700 kilómetros que dejará a más de 60.000 palestinos a merced de una valla construida dentro de sus tierras con la idea de separar ciudades, pueblos, comunidades y familias palestinas. Habrá agricultores que no podrán acceder a sus cultivos, ni estudiantes a sus colegios, ni enfermos a los hospitales.
El alejamiento del muro está garantizado con mensajes en hebreo, árabe e inglés colocados a lo largo de toda la valla en donde se advierte: "Peligro de muerte. Zona militar: toda persona que traspase o dañe la valla pondrá en peligro su vida".
Israel quiere la guerra.
Desde que se inició como Estado, Israel siempre ha querido la guerra como medio de existencia y forma de expansionismo para contentar a Washington y Europa Occidental de que tienen un aliado firme para “monitorear” al Medio Oriente frente a los países islámicos rebeldes. Si la paz no llega a concretarse, será porque Tel Aviv no la quiere. Ha hecho todo lo posible para doblegar a los palestinos, ha hostigado siempre a la OLP de Arafat y ahora declara una guerra sucia contra el Hamas, que ganó democráticamente las elecciones parlamentarias de enero de 2006. Israel no acatará ninguna resolución de la ONU para que devuelva las tierras palestinas y continuará en estado de guerra como en los seis días de junio de 1967
