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Programa 2 de agosto de 2007

  • Internacionales



África Subsahariana y las endémicas guerras civiles del neocolonialismo

Costa de Marfil y la guerra civil escrita con acento francés: ¿final de un drama?

Por Mauricio David Idrimi


Este martes 31 de julio último los líderes de Costa de Marfil han llegado a un nuevo acuerdo para demostrar su compromiso con una paz duradera en el país echando al fuego las armas almacenadas. La iniciativa se considera como uno de los toques finales del proceso de finalización de la guerra civil de cinco años que azotó al país primer productor mundial de cacao y que antaño fue el más cosmopolita de la región occidental del continente africano. En la histórica ceremonia, que se celebró en la capital de la antigua zona norte controlada por los rebeldes, Bouake, estuvieron presentes tanto el presidente Laurent Gbagbo como Guillaume Soro, líder rebelde de Fuerzas Nuevas, y quien fuera nombrado Primer Ministro a fines de marzo último. Este viaje es el primero que realiza el presidente marfileño al área desde que estalló la guerra en septiembre de 2002. Gbagbo aseguró que la quema de las armas era un signo claro de que la guerra se había acabado. Para Soro, la guerra se ha quemado con las armas. Y como símbolo de reconciliación nacional, según estiman ambos líderes, la llama de la paz será llevada a las 19 regiones del país. Ahora bien, ¿terminó realmente la guerra civil? Francia, la ex metrópolis siempre presente, ¿dejará su rol neocolonial esta vez?

Bajo la sombra del señor Félix

La actualidad de este país, como de cualquier otro, no se entiende sin su historia, especialmente la más reciente. Para resumirla, diremos que tuvo que aguantar, desde su "independencia", el 7 de agosto de 1960, una dictadura con el gobierno anticomunista de Félix Houphouët-Boigny, un "amigo" de Francia y de los racistas blancos sudafricanos. Gracias al repartimiento entre él y sus amigos franceses de los beneficios de las materias primas de Costa de Marfil (cacao, café, aceite de palma...) y los desvíos del dinero del estado francés para "ayudas al desarrollo" que se repartían entre todos los responsables, acumuló una de las fortunas más grandes al sur del Sahara. A cambio ayudó también militarmente a Francia en la guerra sucia por la aniquilación de los líderes que les hacían frente, como el asesinato, en 1987, del carismático presidente de Burkina Fasso Thomas Sankara. Sus tropas, junto a las francesas, las encontraremos en conflictos contra países anglófonos (Nigeria, Liberia, Sierra Leone...). También dio apoyo secreto hacia las fuerzas contrarrevolucionarias que luchaban contra los gobiernos pro soviéticos africanos (Angola, Mozambique, etc.). Cuando el señor Félix muere en 1993, deja un país devastado. Pero que muriera no significa que Francia desapareciera de la zona. Todo lo contrario.


Hoy en día las principales compañías francesas administran las comunicaciones, los transportes y otros servicios del país. El sucesor del dictador fue Konan-Bédié, que incrementó todavía más la corrupción y el expolio a manos de los entramados franco-africanos, hizo algo mucho peor, si cabe, que podría convirtió a Costa de Marfil en otra Ruanda. Bédié, que pertenecía a la minoría católica del sur, para eliminar a su principal adversario político, Alassane Ouattara, promovió el concepto racista de ivoirité, que excluía a ese líder de esta identidad nacional, ya que éste provenía del norte musulmán del país, lo que pone de manifiesto lo peligroso, frágil y arbitrario de las fronteras trazadas por la colonización. Finalmente en diciembre de 1999, Robert Guei derrocó a Bédié, pero 10 meses después, el general golpista tuvo que convocar elecciones que las ganó el único opositor civil, el actual presidente Laurent Gbagbo. Las elecciones se desarrollaron en medio de un caos fraudulento y en ellas no pudieron participar los dos partidos mayoritarios: el encabezado por el musulmán Alassane Outtara y el liderado por el derrocado Bédié. Francia reconoció al presidente Gbagbo. Nunca antes se habían producido enfrentamientos religiosos, hasta que los musulmanes del norte se levantaron contra la exclusión de su candidato y comenzaron la quema de iglesias y la matanza de cristianos que se vengaron asesinando musulmanes y quemando mezquitas. Y estalló la guerra civil en septiembre de 2002.

Guerra civil e intervención neocolonial de París

Costa de Marfil es el principal productor de cacao mundial y entre sus riquezas cuenta con explotaciones de oro, diamantes y petróleo. Los intereses franceses representan un tercio de las inversiones extranjeras en Costa de Marfil, y el 30% del Producto Interior Bruto. En cada ministerio un consejero francés sigue de cerca los negocios, y los grandes grupos económicos (Bouygues, Bolloré, EDF, Saur) están acostumbrados a obtener los contratos sin tener que afrontar la competencia internacional, mientras que bancos como Societé Generale, o Credit Lyonnais, dominan completamente el sector financiero. En las elecciones, los partidos políticos de derecha cuentan tradicionalmente con financiación que viene de África. Todo esto es herencia del régimen de Félix.

En el origen de la actual crisis en Costa de Marfil, París se quiso presentar como un amigo de Gbagbo, pero en la realidad desea doblegarlo para que sirva a sus intereses. El 19 de septiembre de 2002, tropas rebeldes inician su avance hacia la ciudad económica de Abidjan. Las tropas francesas instaladas en Costa de Marfil desde la época de Félix reciben refuerzos y se interponen con 3.000 hombres desplegados a lo largo de la línea de alto el fuego garantizando la supervivencia del régimen de Gbagbo. Pero se supo después que los rebeldes también eran apoyados por Paris. En efecto, grupos militares y paramilitares formados durante la era del golpista Guei, la mayoría de los cuales se fueron al exilio en los países limítrofes (Bukina Faso, Malí etc...) asaltan los cuarteles militares en Abidjan (sur), Bouaké (centro) y Korhogo (norte) y algunas residencias de políticos. Los rebeldes además poseen bajo su poder las grandes extensiones de tierras fértiles para la producción de cacao. Las casualidades de este conflicto dan a entender que estas plantaciones están bajo poder también de empresarios agrícolas franceses, que disfrutan de privilegios desde la época de Félix. El gobierno se tambalea pero logra mantenerse en pie, aunque Bouaké y Korhogo sigan ocupadas por los rebeldes. El argumento principal de los grupos insurrectos consistente en que se les integrara al Ejército y se mejoraran sus condiciones de vida, cayó por su propio peso cuando sus exigencias tomaron tintes políticos: dimisión del presidente, nueva Constitución y nuevas elecciones.Por su parte, Francia tiene interés en mantener una relación neocolonial con Costa de Marfil que mantenga y aumente sus intereses. Es por eso que prefiere hacerle la vida imposible a Gbagbo e incentiva la guerra civil.


La presencia de instructores militares y mercenarios franceses, sierra leoneses, burkinabés y malienses al lado de los rebeldes militan a favor de esta tesis. De hecho un golpe fallido contra Gbagbo en 2000 fue urdido y financiado por multinacionales francesas, únicas perdedoras en el nuevo tablero económico.

A fines de 2002 la situación se torna cambiante. La Unión Europea y los países africanos que apadrinan la paz, exigieron la apertura del mercado interno, decisión que perjudicó claramente los intereses franceses. Gbagbo emprende una política de descentralización y de reformas sociales prometedoras y hasta apoyadas aparentemente desde las instituciones internacionales. Abre el país a nuevos inversores e intenta acabar con el monopolio de las empresas francesas en las telecomunicaciones, las eléctricas, el agua y el petróleo. Países como Japón, China, India, Canadá, España y Estados Unidos aparecen como serias alternativas a la cooperación con Francia. Los contratos de explotación de los nuevos yacimientos de petróleo ya no son del dominio exclusivo de las empresas francesas. En medio de estas reformas es cuando se producen los ataques simultáneos de los llamados militares rebeldes en tres ciudades importantes en septiembre de 2002. París ve con muy malos ojos estas iniciativas de su supuesto “amigo” marfileño y no duda en reforzar la ayuda clandestina hacia los rebeldes. A partir de entonces, Gbagbo pasa a acusar a Francia de estar defendiendo los intereses de los rebeldes y apoyándolos con sus tropas, y las relaciones se van empeorando hasta llegar a ataques del ejército marfileño a objetivos franceses en el país. El objetivo de las fuerzas francesas era proteger las plantaciones de cacao y que el suministro de esta materia prima esté garantizado. Las fuerzas leales a Gbagbo luchan no solo contra los rebeldes, sino también contra los franceses invasores, que destruyen todo a su paso en Costa de Marfil.


Ante la cruda situación, en 2004 las Naciones Unidas, por presión de Francia, imponen sanciones económicas al gobierno de Gbagbo, acusándolo de violar los derechos humanos y de perseguir ciudadanos franceses, y despliegan “fuerzas de paz” al país, más para apoyar a los rebeldes pro franceses que a la estabilidad de la nación. Finalmente los rebeldes, nucleados en las Fuerzas Nuevas, de Guillaume Soro, logran ganar terreno y obligan a Gbagbo a negociar la paz y a establecer un gobierno mixto en esta primera mitad del año 2007. Francia logra su cometido de seguir con su influencia política y económica sobre el país.