- Editorial
Sociedad de hormigas
Existen lugares, espacios, territorios extensos y milenarios, donde los silencios socavan el estigma de viejos golpes. En ellos los pasos se contraen, las miradas se dividen, los gestos se neutralizan y las voces se mutilan. Existen lugares muertos de preguntas, hasta que sin especularlo, casi de pronto…
Hemos estado pensando -dice la hormiga-, que bajo estás circunstancias sólo nos quedan dos alternativas. Su voz se expandió en el recinto atestado de compañeras que oían el discurso de aquella, la que sólo atinó a adelantarse dos escalones sobre la tierra para poder ser escuchada con más atención.
Digo –volvió la hormiga- habiendo estudiado objetivamente los hechos que se han ido desenvolviendo en lo últimos años y encontrando una conclusión lo más coherente posible dentro de nuestras contingencias, la respuesta yace sobre dos posibles escapatorias.
¿Escapatoria? –preguntó asombrada una hormiga anciana que se revolvía para no desesperar. No, no compañera. Escapatoria es una palabra que la han sabido introducir en nuestro vocabulario, en nuestro inconciente, como si de una vez y para siempre forme parte de nuestro diccionario. Disculpe, será, para que nos comencemos a entender, soluciones, estamos frente a dos posibles soluciones.
En ese instante, las hormigas que pacientemente había permanecido en expectante silencio, produjeron una efervescencia inusitada. Algunas descreídas, claro, miraba de reojo, o por sobre sus hombros. No creían, o querían no creer, previamente entendiendo que no pretendían pertenecer. Otras, decían por debajo, que esto ya se había dicho sin resultados sustanciales. Pero todas, esperaban la resolución de aquellas posibles soluciones.
Como saben –prosiguió la hormiga-, en este último periodo, nos hemos visto acosadas, desde el momento mismo de nuestra existencia. Nos hemos visto amenazadas, nos hemos visto desplazadas. El animal quedó en silencio reflexivo durante un eterno minuto y siguió. Nos han quitado todo lo que han podido y no nos han exterminado, compañeras, simplemente, porque les seguimos conviniendo. Hemos visto morir de injusticia, de terror, de impotencia, de soledad y de miseria. Hemos sentido la silueta de la derrota durante todo este tiempo. Pero compañeras, a veces llega la hora de devolver con coraje nuestra presencia en la tierra.
Además, estoy convencida que esta escena se repite de igual modo y bajo eventualidades concretas, en otros barios, en otros pueblos, en otras aldeas. Y que en cada uno de esos lugares, ha de haber, un grupo minúsculo quizás, similar a este, que esta necesitando gritar.
Ante las palabras de la hormiga, cuando dio fin a su preámbulo, muchas compañeras se fueron. Creían inoportuno semejante acto de verborragia discursiva, decían. Otras entendían que mañana habría que seguir trabajando y consecuentemente debían partir.
Después de la desmovilización, la hormiga anciana volvió a retrucar:
- Muy bien compañera, como verá ando con poco tiempo, las canas marcan sus ventajas sobre mi condición ¿Cuáles son las dos posibilidades en las que nos encontramos?
La hormiga más joven se condujo hacia donde la anciana se encontraba, la tomó del hombro, la miró durante unos segundos y dijo.
- “Los derechos se toman, no se piden; se arrancan, no se mendigan”. Acabo de entender que hay sólo una posibilidad.
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