El petróleo codiciado por el sistema capitalista
Oro negro mezclado con sangre
Por Mauricio David Idrimi
Lo llaman el “oro negro” en la jerga de los eufemismos de los grandes negocios de los magnates del sistema capitalista imperante. Se trata del petróleo, ese recurso natural que tantos acontecimientos ha engendrado en el curso de los últimos tiempos históricos y que de alguna forma determinó gran parte de la lógica de la expansión capitalista desde fines del siglo XIX hasta nuestros días. Se ha dicho en miles de oportunidades de que Estados Unidos está batallando en Irak por el petróleo de ese país, pero también se está sacando a la luz mediática lentamente de que Washington va por todos los yacimientos de ese oro negro que existen en el planeta: el golfo de Guinea, la zona del Mar Caspio, Venezuela, etc. En los últimos días, el mundo ha sido testigo de una importante alza del precio del barril del petróleo, que ha rozado casi los 100 dólares, generando tensiones y nerviosismos en los mercados. El petróleo dicen que se acaba paulatinamente y que eso puede generar nuevos conflictos internacionales. De lo que se debe estar seguro es que los dramas políticos y bélicos no los produce un recurso natural como el petróleo, sino la actitud imperial de las potencias y de Estados Unidos con el afán de apoderarse del mismo.
El petróleo ("aceite de piedra") es una mezcla compleja no homogénea de hidrocarburos (compuestos formados principalmente por hidrógeno y carbono) insolubles en agua. Éste, por lo general, es el resultado de restos fósiles. Es un recurso natural no renovable, y actualmente también es la principal fuente de energía en los países capitalistas desarrollados. El petróleo líquido puede presentarse asociado a capas de gas natural, en yacimientos que han estado enterrados durante millones de años, cubiertos por los estratos superiores de la corteza terrestre.
El petróleo tiene también su historial. En la antigüedad, los asirios y babilonios ya lo utilizaban en la región de la Mesopotamia, entre los ríos Eufrates y Tigris, en el Oriente Medio, para pegar ladrillos y piedras en las construcciones de los palacios y templos. Pero fue en 1859 cuando Edwin Drake fue el primer hombre que perforó el primigenio pozo de petróleo en Pensilvania, Estados Unidos. Desde entonces se fueron conformando compañías petroleras en Occidente encargadas de extraer el crudo para alimentar el avance del desarrollo energético de la Segunda Revolución Industrial, que llevaría a Estados Unidos a convertirse en la máxima potencia del orden capitalista. Hacia 1960, en Bagdad, se constituye la OPEP, la Organización de Países Exportadores de Petróleo. Además de la existencia de varias corporaciones petroleras privadas procedentes en su mayoría de Occidente (Exxon Mobil, Shell, Repsol, British Petroleum, etc.), se debe contar con la importancia de empresas estatales claves: ARAMCO, del reino de Arabia Saudita, la National Iranian Oil Company, de la República Islámica de Irán, de la china National Petroleum Corporation, de la kuwaití Petroleum Corporation, de la nigeriana SONATRACH, de la Libya National Oil Company, de Libia, de la mexicana PEMEX, de la venezolana PDVSA, y de LUKOIL, de Rusia.
En el mapa petrolero mundial, el célebre Oriente Medio posee una de las mayores reservas de petróleo del planeta, lo que lo convierte en una zona clave para el panorama energético mundial. De ahí las guerras imperiales en Afganistán e Irak, como así también los duros conflictos de Israel, Palestina, Irán, el Kurdistán, el Líbano, etc. Pero existen otras regiones abundantes de petróleo y que pueden caer presas de las guerras imperiales del futuro. Y nos referimos al caso de Africa.
África y su petróleo
Los medios monopólicos de comunicación sólo atinan a informar a cerca de las terribles guerras civiles actuales (Congo-Kinshasa, Darfur, Nigeria, etc.) y pretenden impactar con los escalofriantes datos de pobreza, de marginalidad y de hambre que sufren millones de africanos. Nada dicen acerca de las luchas feroces de las multinacionales petroleras para ganar terreno en un continente que promete mucho para sus negocios. No ofrecen información acerca del apoyo que brindan las corporaciones occidentales del petróleo a regímenes autoritarios poco respetuosos de los derechos humanos que Estados Unidos, Francia, España y Gran Bretaña, entre otras potencias, dicen defender. Estados Unidos y las ex metrópolis europeas están presentes en el continente y hacen de celosos guardianes de los intereses de sus multinacionales. En los últimos tiempos, en la zona del Golfo de Guinea, la fiebre del oro negro ha despertado la codicia de Occidente, como así una feroz competencia, si se quiere, interimperialista. Los intereses franceses, británicos y españoles, como así también los holandeses, chinos y malayos, en esta región occidental africana se han visto trastocados por la presencia de la Casa Blanca últimamente. La administración republicana de George Bush ha lanzado el proyecto denominado “Década de África”, con el supuesto objetivo de brindar ayuda política, social y “humanitaria” al continente.
No obstante, este proyecto apunta a monitorear específicamente el Golfo de Guinea, región que compone un arco de países ricos en yacimientos petrolíferos que incluyen a Nigeria, Guinea Ecuatorial, Camerún, Gabón y Angola. El plan de Washington es estabilizar políticamente esa región africana y fomentar su desarrollo económico a fin de crear las condiciones para continuar las inversiones.
Las compañías norteamericanas tienen previstas inversiones de más de 50 mil millones de dólares de aquí al 2010, además de otros planes en el mismo sentido de sus fuertes competidores en Francia, España, Gran Bretaña, Holanda, China y Malasia.
La administración Bush, espoleada por el poderoso lobby African Oil Policy Iniciativo Group, es la primera interesada en aumentar su influencia y control sobre los recursos de la zona. Estados Unidos, que consume el 27 por ciento de la producción mundial de oro negro, ya compra el 50 por ciento de la producción de Gabón y el 45 por ciento de las de Angola y Nigeria. Pero esto no ha hecho nada más que empezar.
Para 2015, Estados Unidos importará de África el 25 por ciento del petróleo que utiliza. Sólo para el periodo 2003-2008 se han calculado inversiones en Africa por valor de 35.000 millones de dólares. Ante tan jugoso pastel, las petroleras han movido ficha. A su tradicional presencia en los dos grandes productores continentales (Nigeria y Angola) se suma ahora una incesante actividad en otros países.
El caso de Guinea Ecuatorial
Así, es como Exxon Mobil ha llegado a Guinea Ecuatorial y logra controlar el mayor yacimiento del país. Por otra parte, Exxon Texaco y Chevron controlan el oleoducto de Doba que da salida al petróleo de Chad, y de las tres compañías con licencias en el diminuto país insular Santo Tomé y Príncipe dos, Exxon y Chrome Energy, son estadounidenses.
También está la región de Asia central, en torno básicamente al Mar Caspio. Su importancia estratégica, reside en las reservas de gas y petróleo –en muchos casos todavía no suficientemente conocidas- y en su papel de países de “paso” de los oleoductos rusos hacia Oriente y Europa. En este sentido, Rusia concretó una serie de acuerdos con las ex repúblicas soviéticas centroasiáticas que le aseguran que seguirán utilizando los oleoductos rusos para exportar su petróleo y gas hacia Europa y en el caso de Kazajstán, el transporte de petróleo ruso hacia China a través del oleoducto Atasu-Alashankov. Esta zona es de suma importancia, ya que no solo incluye un enfrentamiento petrolero entre Occidente y Rusia, sino con China, que además involucra a Irán. De ahí que Rusia y China formaron en 1996 la Organización de Cooperación de Shangai junto a las ex repúblicas soviéticas de Asia central, Mongolia e Irán, con el objetivo de defender las reservas de petróleo y gas que son fuertemente codiciadas por las multinacionales defendidas por Estados Unidos y la OTAN.
El petróleo seguirá siendo ese oro negro que se mezclará con la sangre de pueblos que sufren la invasión y el saqueo de los interese imperiales y guerreristas de las potencias y las corporaciones. No descartemos que en el futuro las próximas guerras impactantes no sean solo en el oriente Medio, o en Irán, sino en extensos territorios que darán vida larga, o no, a la era de los imperialismos capitalistas.
