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Separatismo tibetano en China:
Historia de una rebeldía financiada por la CIA.
Historia de una rebeldía financiada por la CIA.
Por Mauricio David Idrimi
El lunes 10 de marzo del presente año más de 100 tibetanos exiliados comenzaron este lunes una marcha de seis meses, desde India hasta Tibet, para protestar contra el gobierno chino en la región himalaya. La "marcha del regreso", como la llaman, partió del pueblo indio de Dharamsala y marca el 49 aniversario del fallido levantamiento tibetano contra China. A fines de esa semana de reivindicación secesionista, una serie de violentas protestas contra el gobierno chino en Lhasa, la principal ciudad del Tibet, dejaron un saldo de varios heridos, informó la agencia oficial de noticias china, Xinhua. Según informaciones no confirmadas, las fuerzas de seguridad chinas acordonaron tres monasterios de la ciudad para impedir la continuación de las manifestaciones de monjes budistas, que han estado ocurriendo desde el comienzo de la semana. Esto no hace más que recordar a la rebelión de los monjes budistas de la ex Birmania, actual Myanmar, donde el año pasado el régimen militar de ese país sudasiático tuvo que enfrentar masivas protestas. La diferencia de la rebelión budista birmana con la que sucede en China, es que se trata del contencioso histórico de la independencia de la provincia del Tibet. Al parecer, se trata de las jornadas de protesta más grandes en contra del gobierno chino en 20 años. Y otra vez emerge la figura del Dalai Lama, líder espiritual de la rebelión tibetana contra China y un aliado muy fiel a Estados Unidos y el resto de Occidente.
El Tibet es una región clave tanto para China como para Estados Unidos. Y el Dalai Lama continúa siendo la figura política polémica en esta disputa y para el Partido Comunista chino es un enemigo peligroso. El partido gobernante de China siempre presenta una queja cuando cualquier gobierno extranjero lo recibe. Fue precisamente en octubre del año pasado que aquella figura religiosa tibetana visitó a Bush y fue honrado como “luchador por la libertad” contra China. Pekín ha urgido seriamente a Estados Unidos a que deje de interferir en los asuntos internos chinos. El reclamo no es en vano.
El célebre Tibet es un conjunto de tierras de gran elevación (más de 4.500 metros), rodeada de las cordilleras de mayor altitud de la Tierra. En el concepto occidental "Tíbet" puede referirse a la Región Autónoma del Tíbet que pertenece al estado chino continental, o al Tíbet histórico que consiste en las provincias de Amdo, Kham y U-Tsang. Para Washington el Tibet es la entrada para controlar más de cerca de China, y para Pekín es la entrada para buscar negocios petroleros en Asia Central y rivalizar con India.
Desde el siglo X DC existe en esta región montañosa una sociedad de señores de la tierra (los lamas) y siervos cuasi esclavos, en la que la religión budista domina la escena cultural del país y sus habitantes. El jefe de esta sociedad arcaica era el Dalai Lama, que se erigía como un primus inter pares entre los lamas. La sociedad “feudal” del Tibet perduró hasta que llegó la revolución comunista china liderada por Mao. Hasta mediados del decenio de 1940 y principios del decenio de 1950 existían en el Tibet unos 700 000 siervos que pagaban tributos a los lamas.
Hacia 1903 Gran Bretaña ejerció su poderío colonial en el Tibet, pero en 1907 Londres le dio el poderío de soberanía sobre el país al decadente imperio de los Qing. En 1911 cayó la dinastía de Qing y se proclama la república china bajo el Koumintang. Las tropas chinas se habían retirado del Tibet para pelear en la guerra civil china y fue entonces que el decimotercero Dalai Lama se erigió como líder tibetano independiente en 1913. La sociedad “feudal” del Tibet perduró hasta que llegó la revolución comunista china liderada por Mao. Hasta mediados del decenio de 1940 y principios del decenio de 1950 existían en el Tibet unos 700 000 siervos que pagaban tributos a los lamas. En 1950 tropas del ejército comunista llegaron al Tibet para unirlo a China. Al año siguiente se redactó el Plan para la Liberación Pacífica del Tibet, el cual fue firmado por representantes del Dalai Lama y el gobierno comunista de Mao. Este plan contemplaba la administración conjunta del gobierno chino con el gobierno del Tíbet. En aquella época la mayoría de los tibetanos vivían bajo un régimen de servidumbre por cuanto la mayor parte de la tierra era poseída por los lamas. El plan fue implantando pero no sobre todo el territorio, por cuanto las regiones de Kham Oriental y Amdo fueron consideradas como provincias chinas, llevándose a cabo una reforma radical de la tenencia de las tierras.
La reforma agraria del gobierno comunista chino generó una gran tensión dentro de la sociedad budista tibetana. Si bien muchas familias campesinas aceptaron como una liberación la medida de los comunistas, una parte importante de la sociedad tibetana apoyó a los lamas y al decimocuarto Dalai Lama, es decir, al actual en vigencia. En 1956 el actual Dalai Lama, con apoyo financiero y logístico de la CIA, lideró una rebelión contra China que duró hasta 1959. Las tropas comunistas recibieron el apoyo de las familias campesinas que aceptaron la reforma agraria contra los lamas logrando así un rotundo triunfo sobre los soldados del Dalai Lama, quien huyó a India con sus principales colaboradores. Hasta 1969-1970 el Dalai Lama recibía apoyo de Estados Unidos para tratar de iniciar invasiones esporádicas sobre el Tibet y así proclamar la independencia de Pekín. Pero todo cambió de forma copernicana cuando Washington decidió dejar de apoyar al dalai lama en 1972. En ese año la administración republicana encabezada por el presidente Richard Nixon y el canciller Henry Kissinger estableció relaciones diplomáticas con la China de Mao y la reconoció como estado soberano dentro la ONU para contrarrestar a la URSS en la guerra fría tardía.
Desde Occidente se presentó a la China comunista como un opresor ateo que atentaba contra la religiosidad pacifista de la sociedad budista tibetana. En reemplazo de la figura del Dalai Lama, el gobierno comunista dejó como figura espiritual al Panchen Lama, que fue presentado por Pekín como el nuevo jefe de gobierno del Tibet. Hacia 1965-1966 la Revolución Cultural de China introdujo drásticos cambios en el Tibet: se expropiaron todas las tierras de los lamas, se estableció la educación secular, se destruyeron templos budistas y miles de monjes fueron encarcelados, exiliados o muertos. Hacia el final del gobierno de Mao la situación en el Tibet fue cambiando. En 1976 muere Mao y el nuevo gobierno comunista de Pekín decide darle más autonomía al Tibet, con la promesa de que Washington dejara de financiar totalmente en el exilio al Dalai Lama. Desde 1979 se han venido haciendo reformas económicas pero no políticas, de acuerdo al calor de la instauración del llamado “socialismo de mercado”. Las acciones de China sobre el Tíbet pueden considerarse, sin embargo, como moderadas. La mayor parte de la libertad religiosa ha sido restituida siempre que los lamas no cuestionen el derecho de China a gobernar al Tíbet.
En la actualidad si bien existen discrepancias acerca de cuán opresiva es la dominación china en Tíbet, lo cierto es que internacionalmente se considera esta región como parte de China y ningún país extranjero ha reconocido al gobierno en el exilio del Dalai Lama. Mucho menos ahora desde que China es una potencia económica emergente y abierta a las inversiones del capital privado occidental. Lo que sí parece ser cierto es que las condiciones de vida en el Tibet han mejorado considerablemente bajo el régimen chino si se tiene en cuenta los planes de alfabetización, de control natal, de salud pública y pleno empleo en la época maoísta. Pero en la era del “socialismo de mercado” (o de realismo neoliberal) las condiciones de vida de los tibetanos y del resto de las clases populares chinas se han ido deteriorando. El estado benefactor socialista ha ido desapareciendo paulatinamente, el desempleo se apoderaba de la sociedad y los servicios públicos gratuitos de la era maoísta se fueron degradando. Sumado a esto, el Dalai Lama, desde el exilio, pedía que el régimen chino se liberalice, que abandone el sistema de partido único, pero no hacía crítica alguna al libre mercado adoptado por los pos maoístas.
Con el final de la guerra fría, Washington si bien vociferaba su lucha mundial contra el terrorismo, los estrategas del Pentágono nunca se olvidaron de la potencialidad china. Las relaciones comerciales con Pekín si bien son sólidas, Estados Unidos no deja de ver a China como un rival futuro para competir por los recursos naturales del globo. Y parece ser que renueva su ayuda al Dalai Lama.
Estados Unidos observa con mucha atención esa protesta tibetana contra Pekín. Últimamente Washington está prestando mucha importancia a los denominados movimientos separatistas que parecen favorecerle en sus intereses geoestratégicos y su supuesta lucha contra “estados canallas”, “rivales” o “antidemocráticos”. Podemos solo mencionar lo sucedido recientemente en Montenegro (2006) y Kosovo (febrero de 2008), en los Balcanes, donde Washington debilita a Serbia, un aliado firme de Rusia en Europa del este. También no olvidemos el apoyo tácito de la Casa Blanca a los autonomistas “pro norteamericanos” del Kurdistán en el norte de Irak (e Irán también), a los de Bolivia, o del estado petrolero de Zulia de Venezuela, como así tampoco la posibilidad de ayudar a Turquía en el contencioso de la isla de Chipre. Y regresando al continente asiático, y a China especialmente, recordemos que Estados Unidos trata de revisar su reconocimiento del estado de Taiwán, considerado provincia rebelde por China desde 1949. El “divide y vencerás” del antiguo imperio romano parece aplicable para el poderío estadounidense en los casos de separatismos de diversas regiones claves del globo. Se trata de una buena oportunidad para enfrentar serios rivales como China en este caso.
El lunes 10 de marzo del presente año más de 100 tibetanos exiliados comenzaron este lunes una marcha de seis meses, desde India hasta Tibet, para protestar contra el gobierno chino en la región himalaya. La "marcha del regreso", como la llaman, partió del pueblo indio de Dharamsala y marca el 49 aniversario del fallido levantamiento tibetano contra China. A fines de esa semana de reivindicación secesionista, una serie de violentas protestas contra el gobierno chino en Lhasa, la principal ciudad del Tibet, dejaron un saldo de varios heridos, informó la agencia oficial de noticias china, Xinhua. Según informaciones no confirmadas, las fuerzas de seguridad chinas acordonaron tres monasterios de la ciudad para impedir la continuación de las manifestaciones de monjes budistas, que han estado ocurriendo desde el comienzo de la semana. Esto no hace más que recordar a la rebelión de los monjes budistas de la ex Birmania, actual Myanmar, donde el año pasado el régimen militar de ese país sudasiático tuvo que enfrentar masivas protestas. La diferencia de la rebelión budista birmana con la que sucede en China, es que se trata del contencioso histórico de la independencia de la provincia del Tibet. Al parecer, se trata de las jornadas de protesta más grandes en contra del gobierno chino en 20 años. Y otra vez emerge la figura del Dalai Lama, líder espiritual de la rebelión tibetana contra China y un aliado muy fiel a Estados Unidos y el resto de Occidente.
El Tibet es una región clave tanto para China como para Estados Unidos. Y el Dalai Lama continúa siendo la figura política polémica en esta disputa y para el Partido Comunista chino es un enemigo peligroso. El partido gobernante de China siempre presenta una queja cuando cualquier gobierno extranjero lo recibe. Fue precisamente en octubre del año pasado que aquella figura religiosa tibetana visitó a Bush y fue honrado como “luchador por la libertad” contra China. Pekín ha urgido seriamente a Estados Unidos a que deje de interferir en los asuntos internos chinos. El reclamo no es en vano.
El célebre Tibet es un conjunto de tierras de gran elevación (más de 4.500 metros), rodeada de las cordilleras de mayor altitud de la Tierra. En el concepto occidental "Tíbet" puede referirse a la Región Autónoma del Tíbet que pertenece al estado chino continental, o al Tíbet histórico que consiste en las provincias de Amdo, Kham y U-Tsang. Para Washington el Tibet es la entrada para controlar más de cerca de China, y para Pekín es la entrada para buscar negocios petroleros en Asia Central y rivalizar con India.
Desde el siglo X DC existe en esta región montañosa una sociedad de señores de la tierra (los lamas) y siervos cuasi esclavos, en la que la religión budista domina la escena cultural del país y sus habitantes. El jefe de esta sociedad arcaica era el Dalai Lama, que se erigía como un primus inter pares entre los lamas. La sociedad “feudal” del Tibet perduró hasta que llegó la revolución comunista china liderada por Mao. Hasta mediados del decenio de 1940 y principios del decenio de 1950 existían en el Tibet unos 700 000 siervos que pagaban tributos a los lamas.
Hacia 1903 Gran Bretaña ejerció su poderío colonial en el Tibet, pero en 1907 Londres le dio el poderío de soberanía sobre el país al decadente imperio de los Qing. En 1911 cayó la dinastía de Qing y se proclama la república china bajo el Koumintang. Las tropas chinas se habían retirado del Tibet para pelear en la guerra civil china y fue entonces que el decimotercero Dalai Lama se erigió como líder tibetano independiente en 1913. La sociedad “feudal” del Tibet perduró hasta que llegó la revolución comunista china liderada por Mao. Hasta mediados del decenio de 1940 y principios del decenio de 1950 existían en el Tibet unos 700 000 siervos que pagaban tributos a los lamas. En 1950 tropas del ejército comunista llegaron al Tibet para unirlo a China. Al año siguiente se redactó el Plan para la Liberación Pacífica del Tibet, el cual fue firmado por representantes del Dalai Lama y el gobierno comunista de Mao. Este plan contemplaba la administración conjunta del gobierno chino con el gobierno del Tíbet. En aquella época la mayoría de los tibetanos vivían bajo un régimen de servidumbre por cuanto la mayor parte de la tierra era poseída por los lamas. El plan fue implantando pero no sobre todo el territorio, por cuanto las regiones de Kham Oriental y Amdo fueron consideradas como provincias chinas, llevándose a cabo una reforma radical de la tenencia de las tierras.
La reforma agraria del gobierno comunista chino generó una gran tensión dentro de la sociedad budista tibetana. Si bien muchas familias campesinas aceptaron como una liberación la medida de los comunistas, una parte importante de la sociedad tibetana apoyó a los lamas y al decimocuarto Dalai Lama, es decir, al actual en vigencia. En 1956 el actual Dalai Lama, con apoyo financiero y logístico de la CIA, lideró una rebelión contra China que duró hasta 1959. Las tropas comunistas recibieron el apoyo de las familias campesinas que aceptaron la reforma agraria contra los lamas logrando así un rotundo triunfo sobre los soldados del Dalai Lama, quien huyó a India con sus principales colaboradores. Hasta 1969-1970 el Dalai Lama recibía apoyo de Estados Unidos para tratar de iniciar invasiones esporádicas sobre el Tibet y así proclamar la independencia de Pekín. Pero todo cambió de forma copernicana cuando Washington decidió dejar de apoyar al dalai lama en 1972. En ese año la administración republicana encabezada por el presidente Richard Nixon y el canciller Henry Kissinger estableció relaciones diplomáticas con la China de Mao y la reconoció como estado soberano dentro la ONU para contrarrestar a la URSS en la guerra fría tardía.
Desde Occidente se presentó a la China comunista como un opresor ateo que atentaba contra la religiosidad pacifista de la sociedad budista tibetana. En reemplazo de la figura del Dalai Lama, el gobierno comunista dejó como figura espiritual al Panchen Lama, que fue presentado por Pekín como el nuevo jefe de gobierno del Tibet. Hacia 1965-1966 la Revolución Cultural de China introdujo drásticos cambios en el Tibet: se expropiaron todas las tierras de los lamas, se estableció la educación secular, se destruyeron templos budistas y miles de monjes fueron encarcelados, exiliados o muertos. Hacia el final del gobierno de Mao la situación en el Tibet fue cambiando. En 1976 muere Mao y el nuevo gobierno comunista de Pekín decide darle más autonomía al Tibet, con la promesa de que Washington dejara de financiar totalmente en el exilio al Dalai Lama. Desde 1979 se han venido haciendo reformas económicas pero no políticas, de acuerdo al calor de la instauración del llamado “socialismo de mercado”. Las acciones de China sobre el Tíbet pueden considerarse, sin embargo, como moderadas. La mayor parte de la libertad religiosa ha sido restituida siempre que los lamas no cuestionen el derecho de China a gobernar al Tíbet.
En la actualidad si bien existen discrepancias acerca de cuán opresiva es la dominación china en Tíbet, lo cierto es que internacionalmente se considera esta región como parte de China y ningún país extranjero ha reconocido al gobierno en el exilio del Dalai Lama. Mucho menos ahora desde que China es una potencia económica emergente y abierta a las inversiones del capital privado occidental. Lo que sí parece ser cierto es que las condiciones de vida en el Tibet han mejorado considerablemente bajo el régimen chino si se tiene en cuenta los planes de alfabetización, de control natal, de salud pública y pleno empleo en la época maoísta. Pero en la era del “socialismo de mercado” (o de realismo neoliberal) las condiciones de vida de los tibetanos y del resto de las clases populares chinas se han ido deteriorando. El estado benefactor socialista ha ido desapareciendo paulatinamente, el desempleo se apoderaba de la sociedad y los servicios públicos gratuitos de la era maoísta se fueron degradando. Sumado a esto, el Dalai Lama, desde el exilio, pedía que el régimen chino se liberalice, que abandone el sistema de partido único, pero no hacía crítica alguna al libre mercado adoptado por los pos maoístas.
Con el final de la guerra fría, Washington si bien vociferaba su lucha mundial contra el terrorismo, los estrategas del Pentágono nunca se olvidaron de la potencialidad china. Las relaciones comerciales con Pekín si bien son sólidas, Estados Unidos no deja de ver a China como un rival futuro para competir por los recursos naturales del globo. Y parece ser que renueva su ayuda al Dalai Lama.
Estados Unidos observa con mucha atención esa protesta tibetana contra Pekín. Últimamente Washington está prestando mucha importancia a los denominados movimientos separatistas que parecen favorecerle en sus intereses geoestratégicos y su supuesta lucha contra “estados canallas”, “rivales” o “antidemocráticos”. Podemos solo mencionar lo sucedido recientemente en Montenegro (2006) y Kosovo (febrero de 2008), en los Balcanes, donde Washington debilita a Serbia, un aliado firme de Rusia en Europa del este. También no olvidemos el apoyo tácito de la Casa Blanca a los autonomistas “pro norteamericanos” del Kurdistán en el norte de Irak (e Irán también), a los de Bolivia, o del estado petrolero de Zulia de Venezuela, como así tampoco la posibilidad de ayudar a Turquía en el contencioso de la isla de Chipre. Y regresando al continente asiático, y a China especialmente, recordemos que Estados Unidos trata de revisar su reconocimiento del estado de Taiwán, considerado provincia rebelde por China desde 1949. El “divide y vencerás” del antiguo imperio romano parece aplicable para el poderío estadounidense en los casos de separatismos de diversas regiones claves del globo. Se trata de una buena oportunidad para enfrentar serios rivales como China en este caso.